Habíamos incrementado un poco el ritmo en los últimos kilómetros, mis piernas aguantaban y la maltrecha rodilla de Pili también; entonces pasamos por el punto kilométrico 41 y como dos buenos maratonianos olfateamos claramente la línea meta, e incrementamos inconscientemente el ritmo con la pancarta al fondo y el sonido del la última banda de animación que interpretaba Africa de Totto, un grupo italiano muy popular en los 80. Los ánimos de los tiffosi nos dieron el empujón definitivo, "andiamo ragazzi" (y eso que yo, de ragazzo no tengo ya nada) antes de que Pili me ofreciera su mano y cruzáramos juntos la pancarta levantando los brazos; era el colofón perfecto para una carrera de esas que se recuerdan siempre, una carrera en la que cumplí con creces mi objetivo que no era otro que disfrutar de la distancia de Filípedes y llegar entero a una meta donde me esperaba una ragazza para colgarme esa anhelada medalla de mosaico.
Ese último kilómetro fue el más rápido (a 4'22'') de una carrera que comenzó, como siempre, muy temprano, para tomar el desayuno con tiempo en el hotel; había dormido plácidamente pues no me preocupaba nada el tiempo que podía hacer, mi objetivo era salir y llegar con Pili y recibir la medalla. Repasamos el recorrido en el desayuno con Marisa, que hacía uno y mil cálculos para elegir los puntos apropiados de animación, aunque el trazado se lo ponía muy difícil. Tras los últimos preparativos, nos dirigimos en coche al aparcamiento del que partía la Navatta (lanzadera) hasta la línea de salida, a la que llegamos con tiempo suficiente para ponernos la camiseta de competición y hacernos la fotos de rigor con nuestros particulares "tiffossi". Calentamos un poquito y a la línea salida.
Pili no tenía muy buenas sensaciones en su rodilla y yo tenía dudas sobre como iban a responder mis piernas tras el esfuerzo realizado dos semanas antes en Frankfurt, así que decidimos tomarnos con calma el inicio de la prueba que empezamos ligeramente por debajo de los 5 min/km. Fuimos incrementando poco a poco nuestra zancada hasta ponernos justo por detrás del globo de las 3h30', pero justo entonces decidí hace runa parada "técnica" para ir "al baño" de manera que tardamos un poco en adelantar a ese numeroso grupo y así correr de una manera más relajada.
Ya por entonces nos habíamos impuesto un cómodo ritmo de 4'45 a 4'50'' que no íbamos dejar en toda la prueba; recorrimos las animadas calles del centro, cruzamos un parque por un estrecho camino, y esquivamos algún que otro tramo adoquinado antes de llegar al kilómetro 10 en el que se sale de la ciudad y donde nos esperaba nuestra afición capitaneada por Marisa para darnos nuestro primer "gel de ánimo".
Tras salir de la ciudad, se toma una carretera que lleva a la espectacular iglesia de San Apolinar en Classe; la animación desciende, pero Pili y yo seguimos buen ritmo, adelantando atletas, hasta que encontramos a un español, Jose, miembro del grupo de los "Amigos de la Tapia"; le sugerimos que se una a nosotros y lo hace, así que pasamos de duo a trío de españoles. Tras llegar a San Apolinar, giramos 180º para continuar por la misma carretera en sentido contrario. Al llegar a las afueras de Ravenna se toma una carretera a la derecha que lleva hasta la Marina. Aunque se pasa por algún barrio aislado, es una carretera sin apenas animación, hasta que llegamos al paso de la media donde vuelve a estar nuestra "afición" y no sabemos como, pero han llegado para darnos otro empujón moral.
A partir de la media, la ruta se torna un poco tediosa y sufro una pequeña crisis tras tomar mi primer gel, pero no bajo el ritmo porque Pili sigue firme y no tengo intención de perderla de vista; me recupero, el grupo de hispanos sigue intacto y los pasos por los kilómetros son muy regulares. Todo marcha en regla por el km 28 en el que tomo mi segundo gel y Pili bromea con la posibilidad de "empezar a correr" a partir del km 32, pero le digo que si me quedan fuerzas lo haré a partir del 37.
Mis piernas aguantan y la rodilla de Pili también y entre unas cosas y otras llegamos al km 32 y entonces Pili decide que hay que poner un poco más de picante a la carrera e incrementa ligeramente el ritmo; Jose se queda un poco, así que volvemos a quedarnos los dos solos, aunque nos sigue una italiana desde hace unos kilómetros a la que Pili anima constantemente.
Mis piernas no fallan, están mejor que al principio y no me cuesta nada seguir el ritmo que llevo; entramos de nuevo en la ciudad por el plaza de Aldo Moro donde hay unos sillones de mosaico que le gustan a Pili; luego volvemos al parque que cruzamos al principio de la prueba, pero ahora es más fácil porque ya no hay gente. Seguimos recogiendo cadáveres y encaramos el km 40 y luego el 41 y el resto de la historia la habéis leído al principio.
Nada más cruzar la meta, Marisa nos felicita por nuestro tiempo, 3h22'47'', un corno muy decente teniendo en cuenta que dos semanas antes había acabado en 3h09´en Frankfurt. Luego nos colgaron la medalla, nos hicimos fotos y comimos algo para recuperarnos. El maratón Ravenna es el número 26 de mi carrera y aunque la marca no es de mis mejores, os aseguro que voy a recordar esta carrera por mucho tiempo, pues la he disfrutado mucho, he cumplido mis objetivos y he corrido de principio a fin con una gran atleta y mejor amiga. Gracias Pili por compartir esta carrera conmigo.
A partir de la media, la ruta se torna un poco tediosa y sufro una pequeña crisis tras tomar mi primer gel, pero no bajo el ritmo porque Pili sigue firme y no tengo intención de perderla de vista; me recupero, el grupo de hispanos sigue intacto y los pasos por los kilómetros son muy regulares. Todo marcha en regla por el km 28 en el que tomo mi segundo gel y Pili bromea con la posibilidad de "empezar a correr" a partir del km 32, pero le digo que si me quedan fuerzas lo haré a partir del 37.
Mis piernas aguantan y la rodilla de Pili también y entre unas cosas y otras llegamos al km 32 y entonces Pili decide que hay que poner un poco más de picante a la carrera e incrementa ligeramente el ritmo; Jose se queda un poco, así que volvemos a quedarnos los dos solos, aunque nos sigue una italiana desde hace unos kilómetros a la que Pili anima constantemente.
Mis piernas no fallan, están mejor que al principio y no me cuesta nada seguir el ritmo que llevo; entramos de nuevo en la ciudad por el plaza de Aldo Moro donde hay unos sillones de mosaico que le gustan a Pili; luego volvemos al parque que cruzamos al principio de la prueba, pero ahora es más fácil porque ya no hay gente. Seguimos recogiendo cadáveres y encaramos el km 40 y luego el 41 y el resto de la historia la habéis leído al principio.
Nada más cruzar la meta, Marisa nos felicita por nuestro tiempo, 3h22'47'', un corno muy decente teniendo en cuenta que dos semanas antes había acabado en 3h09´en Frankfurt. Luego nos colgaron la medalla, nos hicimos fotos y comimos algo para recuperarnos. El maratón Ravenna es el número 26 de mi carrera y aunque la marca no es de mis mejores, os aseguro que voy a recordar esta carrera por mucho tiempo, pues la he disfrutado mucho, he cumplido mis objetivos y he corrido de principio a fin con una gran atleta y mejor amiga. Gracias Pili por compartir esta carrera conmigo.
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