La Cittá D'Arte es una ciudad especial, no sólo por sus extraordinarios edificios declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO o por su intensa agenda cultural, sino porque es una ciudad volcada con el deporte, como demuestra el hecho de ser la cuna del voleibol transalpino o la gran cantidad de instalaciones deportivas bien cuidadas que se pueden ver en ella y como lo es la disputa de uno de los maratones más importantes del país de la bota y eso que estamos hablando de una población de apenas 150.000 habitantes.
Ravenna recibió a nuestra expedición un frío sábado a mediodía en el que se ultimaban los preparativos en la zona de salida/meta de la prueba atlética que se disputaría al día siguiente recorriendo la mayor parte del casco urbano, como atestiguaban la infinidad de carteles alertando de los cortes de tráfico debido al paso de los esforzados emuladores de Filípedes. Tras comer, como no, pasta, en un popular restaurante, nos dirigimos al centro, que ya era un hervidero de gente, pues además del fin de semana atlético, en la coqueta Piazza del Poppolo, se celebraba la "Feria del Chocolate", que , como podéis imaginar, estaba de "bote en bote", incluyendo los que íbamos a disputar la prueba del domingo. De hecho, el tránsito de gente era intenso entre dicha plaza y la Piazza de Kennedy, donde se ubica el palacete en el que se celebra la feria del corredor.
Una feria pequeña pero muy animada, repleta no solo de corredores, sino de curiosos y es que en Ravenna el maratón se vive a parte iguales por los que corren y los que no corren, ya que estos también participan de la fiesta general de una ciudad con las calles repletas de ciudadanos que disfrutan de las iniciativas culturales y deportivas que se llevan a cabo en la ciudad; en este sentido, es curioso el contraste con Frankfurt, una ciudad semi desierta tanto el sábado como el domingo maratoniano.
Es lógico que en una ciudad pequeña, no haya suficiente público en las calles para animar durante todo el recorrido, de un maratón, pero durante la carrera se puede disfrutar de puntos "calientes" en el que la presencia de público es bastante notable; obviamente la salida es una de ellas, así como varias partes del recorrido inicial, que discurre por el centro de la ciudad; luego se abandona el casco urbano para dirigirse aS an Apolinar in Classe por una carretera en la que se corre sin público durante gran parte del tiempo, salvo la parte que bordea el impresionante edificio patrimonio de la UNESCO. Aún menos público se ve en el tramo de carretera que llega casi hasta el mar, pero se compensa con los últimos kilómetros, ya en Ravenna, donde el público vuelve a ser numeroso muy animoso y es que los italianos animan de una manera "especial".
Claro que para especial, tengo que hablar de mis seguidores, capitaneados, como siempre por Marisa que volvió a conseguir animarme en tres partes distintas del recorrido y eso que no era nada fácil en este caso; junto a ella, dos debutantes Paco y Maribel y la madre de Pili, que volvió a estar al pie del cañón, con muleta y todo. Sin duda, fue la animación que más nos gustó.
No me gustaría dejarme en el tintero otra apreciación sobre la carrera y es que la participación femenina es muy grande, pero no solo en las carreras de 10k y media que también se disputan, sino en el maratón; una prueba más de lo que significa de esta carrera.
Estoy seguro que no me equivoco calificando el ambiente de Ravenna como muy bueno, porque a pesar de ser una carrera modesta, se nota que está organizada con cariño y que toda la ciudad participa de un espectáculo tan emocionante como es ver a miles de atletas esforzándose por completar los 42,195 Km del recorrido.
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