Julio Verne publicó en 1864 su ya célebre novela "Viaje al Centro de la Tierra" en la que el joven Axel y su tío Otto se embarcan en una vertiginosa aventura que se inicia en Islandia, más concretamente en el volcán Snafellsjökull por el que acceden al corazón de la Tierra donde vivirán un sinfín de peripecias; ha pasado mucho tiempo desde que Verne incluyó esta agreste isla en uno de sus relatos, pero no ha sido el único en hacerlo pues las peculiares características de Islandia le han convertido en un lugar propicio para ambientar relatos, películas, series de televisión o videoclips, entre otras cosas.
Es indudable que la isla, cuna de los primeros vikingos, atesora una belleza particular que le otorga su su ubicación septentrional y su origen volcánico que generan unos paisajes agrestes y caprichosos que atraen cada vez a más turistas, aunque conservando ese carácter casi virgen que la hacen especial. Desde hace bastante tiempo llevo anhelando viajar a Islandia y desde el inicio de mi carrera como maratoniano me fijé en Reikiavik como un destino ideal para competir en la distancia de Filípedes, así que este año me he decidido a cumplir ambos deseos de una sola vez e intentar acabar mi 38º maratón en una isla agreste, plagada de volcanes, cascadas, glaciares, playas mágicas, verdes montañas y por supuesto llena de habitantes básicamente rubios.
Aunque pueda resultar sorprendente en una ciudad de poco más de más 100.000 habitantes, el maratón goza de una nutrida participación, cercana a los 6.000 corredores divididos en diferentes pruebas y además cuenta con una nutrida representación foránea, pues no en vano, la isla es un importante foco turístico a nivel mundial. A primera vista, parece una carrera bien organizada con un bonito trazado en el que se recorre prácticamente toda la ciudad empezando y acabando en el Ayuntamiento. Se corre en agosto, es cierto, pero no hay ningún problema en este caso, porque la temperatura suele rondar los 8 grados en esta época, y sólo hy que tener en cuenta otro importante factor meteorológico, el viento, que puede ser un molesto compañero si sopla fuerte el día de la competición, o al menos eso me transmitió un maratoniano islandés al que pregunté tras finalizar la prueba de Copenaghe.
Sin duda esa baja temperatura será para mi un alivio después de haber pasado tres calurosos meses entrenando en Madrid donde hemos sufrido los rigores del verano de un modo muy acusado; no ha sido una de mis mejores preparaciones, pero en realidad para esta prueba no tengo un objetivo claro, aparte de acabar, aunque considero que si las cosas van como yo espero, pueda hacer un tiempo cercano a las 3h20', una previsión un poco aventurada pues cuando se entrena con tanto calor, nunca sabes si los ritmos son bajos porque estás en baja forma o porque la temperatura aprieta. Afortunadamente cuento con Depa que me ha programado unos entrenamientos acordes con las condiciones climáticas evitando forzar en exceso para llegar descansado y en buenas condiciones a septiembre, cuando comenzaré a preparar el Maratón de Valencia, objetivo prioritario de esta temporada.
Claro que la alegría va por barrios y si a mi me encanta correr con frío, a mi compañera de fatigas Pili, con la que volveré a compartir zancadas, no le gusta nada correr con temperaturas frescas, es lo que tiene ser de Alicante; junto a Pili, nos acompañan en la expedición Ángela y por supuesto Marisa que nos animarán en las calles con las típicas banderas españolas que en esta ocasión pueden ser muy útiles pues el color de pelo de mis seguidoras podría dar lugar a que las confundieran con nativas vikingas. A buen seguro, Marisa y Ángela volverán a recorrer un montón de kilómetros para buscar la mejor ubicación y darnos esos ánimos tan necesarios para completar la carrera.
En fin, un reto maratoniano más por cumplir y acercándome a los cuarenta, un número redondo, pero que no me supone reto alguno, pues acumular maratones no es mi objetivo, sino acumular experiencias en nuevas ciudades, nuevos países y con nuevas gentes, rodeado con las personas que me hacen seguir disfrutando de esta bonita afición; por tanto, que siga la fiesta.
Aunque pueda resultar sorprendente en una ciudad de poco más de más 100.000 habitantes, el maratón goza de una nutrida participación, cercana a los 6.000 corredores divididos en diferentes pruebas y además cuenta con una nutrida representación foránea, pues no en vano, la isla es un importante foco turístico a nivel mundial. A primera vista, parece una carrera bien organizada con un bonito trazado en el que se recorre prácticamente toda la ciudad empezando y acabando en el Ayuntamiento. Se corre en agosto, es cierto, pero no hay ningún problema en este caso, porque la temperatura suele rondar los 8 grados en esta época, y sólo hy que tener en cuenta otro importante factor meteorológico, el viento, que puede ser un molesto compañero si sopla fuerte el día de la competición, o al menos eso me transmitió un maratoniano islandés al que pregunté tras finalizar la prueba de Copenaghe.
Sin duda esa baja temperatura será para mi un alivio después de haber pasado tres calurosos meses entrenando en Madrid donde hemos sufrido los rigores del verano de un modo muy acusado; no ha sido una de mis mejores preparaciones, pero en realidad para esta prueba no tengo un objetivo claro, aparte de acabar, aunque considero que si las cosas van como yo espero, pueda hacer un tiempo cercano a las 3h20', una previsión un poco aventurada pues cuando se entrena con tanto calor, nunca sabes si los ritmos son bajos porque estás en baja forma o porque la temperatura aprieta. Afortunadamente cuento con Depa que me ha programado unos entrenamientos acordes con las condiciones climáticas evitando forzar en exceso para llegar descansado y en buenas condiciones a septiembre, cuando comenzaré a preparar el Maratón de Valencia, objetivo prioritario de esta temporada.
Claro que la alegría va por barrios y si a mi me encanta correr con frío, a mi compañera de fatigas Pili, con la que volveré a compartir zancadas, no le gusta nada correr con temperaturas frescas, es lo que tiene ser de Alicante; junto a Pili, nos acompañan en la expedición Ángela y por supuesto Marisa que nos animarán en las calles con las típicas banderas españolas que en esta ocasión pueden ser muy útiles pues el color de pelo de mis seguidoras podría dar lugar a que las confundieran con nativas vikingas. A buen seguro, Marisa y Ángela volverán a recorrer un montón de kilómetros para buscar la mejor ubicación y darnos esos ánimos tan necesarios para completar la carrera.
En fin, un reto maratoniano más por cumplir y acercándome a los cuarenta, un número redondo, pero que no me supone reto alguno, pues acumular maratones no es mi objetivo, sino acumular experiencias en nuevas ciudades, nuevos países y con nuevas gentes, rodeado con las personas que me hacen seguir disfrutando de esta bonita afición; por tanto, que siga la fiesta.