Dicen muchos corredores que los maratones masivos no son muy apropiados para conseguir una buena marca y aún menos si previamente te has metido entre pecho y espalda un viaje de 10 horas de avión; en cualquier caso, yo estaba confiado en mis posibilidades de cara a mi sexto major, pues mis sensaciones eran buenas, sobre todo durante las dos semanas previas a la disputa de la carrera.
Puede que esa fuera la razón de mis nervios durante la noche previa a la carrera, en la que dormí a ratos y me levanté a menudo para beber agua pues la habitación era muy seca y necesitaba hidratarme. Cuando me levanté, a las 5 de la mañana, hice un desayuno más frugal de lo acostumbrado en mi habitación y descansé un poco hasta que llegó la hora de vestirse y salir hacia la salida. En la puerta de mi hotel esperaban Mario y Raquel, con los que había quedado para entrara la salida, así que después de despedirme de Marisa, me zambullí en la riada humana que hacía cola para acceder al parque Grant. Tras los consabidos problemas de acceso, por fin alcanzamos el corral A, donde Mario y yo estábamos ubicados; tras una breve espera, la ingesta de un gel y los últimos ánimos mutuos, nos pusimos en marcha tras el pistoletazo de salida.
Era una mañana soleada, con pocas nubes en el cielo y una temperatura cercana a los 14º que no me gustaba demasiado, pero mi principal temor era que soplara el viento, que a la temprana hora del comienzo (7:30 de la mañana) aún no había empezado a notarse. Las condiciones meteorológicas provisionales me animaron en la salida, pero intenté no perder la cabeza y salir a un ritmo aproximado de 4'18''/km manteniendo a la vista a Mario, que salió ligeramente más rápido. El público abarrotaba las calles y animaba sin parar, pero no podía dejarme llevar por las emociones y había que mantener el ritmo, que en ese momento me resultaba muy cómodo de llevar. En el kilómetro 9 recibí los primeros ánimos de mi afición, iba bien y saludé sin demasiados aspavientos pues había que seguir concentrado.
La carrera discurría por el centro de la ciudad y mi ritmo seguía inalterable, pasando los 10 Km en 43:30, que no es un buen tiempo, pero era remontable; incrementé un poco el ritmo y aprovechando que tenía a la vista el globo de las 3h05', me propuse adelantarlos, sin prisa, a ritmo, sin desgastar. Llegue a la cola del grupo y decidí seguirles un rato, pero empecé a notar que mi ritmo decaía, de manera que al paso por el kilómetro 14, mi tiempo se había ido a 1h 01', es decir, un minuto por encima de un posible sub3h. No me podía poner nervioso, sabía que mi ritmo no era el ideal, pero había que mantenerlo hasta que me sintiera mejor, cosa que no estaba pasando, a pesar de haber tomado el segundo gel unos kilómetros antes.
El viento ya había empezado aparecer y cada vez soplaba con más fuerza y empezaba a afectarme, porque lejos de sobrepasar al globo de las 3h05', me di cuenta, con impotencia, que iba perdiendo metros poco a poco; en eso momento ya era consciente de la imposibilidad de asaltar las 3 horas, pero aún así era posible hacer una buena marca, sobre todo porque sabía que estaba preparado y tenía la voluntad de conseguirlo. Pero no era posible, no tenía fuerza, las piernas no respondían como lo habían hecho las semanas previas y mi paso por la media en 1h33' presagiaba problemas en la segunda mitad de la carrera; me tomé mi segundo gel y me conjuré para intentar bajar de 3h10', al menos.
El gel no hizo efecto, ni mucho menos y poco a poco me fue sintiendo peor, pues el "hombre del mazo" me estaba golpeando con fuerza, como nunca lo había hecho. Empecé a perder minutos a saco, de manera que en el km 25 me había ido a 1h51', tenía isquios y gemelos muy cargados y casi ninguna gana de correr, pero había que seguir. Paré a estirar, me ayudó y seguí corriendo un poco más cómodo, pero seguía sin fuerzas, mi ritmo había disminuido notablemente y crucé el km30 en 2h16' y muy castigado. Sabía que por el 32 volvería ver a Marisa y mis amigos, pero por entonces me sentía fatal, apenas me acuerdo de por donde pasaba y a pesar de mis esfuerzos para seguir, tuve que hacer otra parada para caminar y descargar un poco las piernas.
Por fin veo a mis fans, me paro, abrazo a Marisa y le cuento lo mal que voy, pero que quiero llegar; me alejé con remordimiento porque sabía que se iba a preocupar y tenía razones porque por entonces ya estaba hecho puré; me paraba, los voluntarios me ofrecían ayuda, peor yo siempre respondía que estaba bien porque mi única obsesión era llegar. No me acuerdo de mucho más, sólo de las múltiples paradas y el sufrimiento constante que tuve que soportar hasta llegar a meta, con el viento y el calor cada vez más fuertes.
No recuerdo muy bien el kilómetro en el que me adelantó Jaime, que tras preguntarme si estaba bien se fue alejando porque yo era incapaz de seguirle, pero por entonces mi lucha no era hacer un tiempo determinado, era llegar lo mejor posible a meta. Por fin llegó el kilómetro 40, que pasé en 3h14' y de allí hasta meta me volví a parar otra vez, para encarar el último kilómetro sin ganas, sin emoción, sin gloria y con mucho sufrimiento. Por fin cruzaba la meta en 3h27'05'', un tiempo que no importa, sólo importaba haber llegado y haber sido capaz de sufrir como nunca lo he hecho para recibir la medalla de mi sexto major y mi maratón número 22.
Sin duda, este maratón ha sido el más duro de mi carrera, he sufrido mucho y prácticamente no he disfrutado de la segunda media que he realizado arrastrándome. Analizando lo ocurrido, creo que hay muchos factores que han influido, como el poco descanso de la semana previa y el largo viaje en avión, el madrugón del día de la carrera, el calor, la humedad y el viento; pero además de todo esto, mi preparación no era la más adecuada para intentar el sub3h, pues el caluroso verano y mis vacaciones han sido determinantes para que mi preparación no fuera lo suficientemente regular. Creo que he entrenado bien, pero para hacer una gran marca, hay que entrenar muy bien o salirse. No obstante, no me arrepiento por haberlo intentado, pues mis sensaciones las semanas previas a la carrera eran inmejorables y pensaba que estaba plenamente preparado, equivocadamente, eso si. Quizás mi entrenamiento no valiera un sub3h, pero si valía una marca inferior a sub3h10' y por eso no entiendo que pasó la mañana del 11 de octubre en Chicago. ¿Fue el cambio horario? ¿Los geles que me provocaron un efecto rebote? ¿Por que me deshidraté si bebí suficiente agua? ¿Por que una pájara tan repentina? No tengo las respuestas, sólo la voluntad de evitar errores en las siguientes citas.
Ahora toca pensar en el futuro y plantearse los objetivos a corto y medio plazo; Chicago se ha acabado, de una manera decepcionante, pero esto no es el final de mi carrera, ni de mis aspiraciones a luchar por el sub3h, de hecho, ahora tengo más motivos para seguir entrenando duro. Habrá que cambiar cosas que han fallado, mejorar otras y trabajar aún más. El maratón es así, tan grande que a veces te transporta al cielo y otras veces te lleva al infierno; pero un maratoniano no se rinde, se levanta y sigue. Aún me quedan muchas crónicas maratonianos por contar, eso os lo aseguro.
La carrera discurría por el centro de la ciudad y mi ritmo seguía inalterable, pasando los 10 Km en 43:30, que no es un buen tiempo, pero era remontable; incrementé un poco el ritmo y aprovechando que tenía a la vista el globo de las 3h05', me propuse adelantarlos, sin prisa, a ritmo, sin desgastar. Llegue a la cola del grupo y decidí seguirles un rato, pero empecé a notar que mi ritmo decaía, de manera que al paso por el kilómetro 14, mi tiempo se había ido a 1h 01', es decir, un minuto por encima de un posible sub3h. No me podía poner nervioso, sabía que mi ritmo no era el ideal, pero había que mantenerlo hasta que me sintiera mejor, cosa que no estaba pasando, a pesar de haber tomado el segundo gel unos kilómetros antes.
El viento ya había empezado aparecer y cada vez soplaba con más fuerza y empezaba a afectarme, porque lejos de sobrepasar al globo de las 3h05', me di cuenta, con impotencia, que iba perdiendo metros poco a poco; en eso momento ya era consciente de la imposibilidad de asaltar las 3 horas, pero aún así era posible hacer una buena marca, sobre todo porque sabía que estaba preparado y tenía la voluntad de conseguirlo. Pero no era posible, no tenía fuerza, las piernas no respondían como lo habían hecho las semanas previas y mi paso por la media en 1h33' presagiaba problemas en la segunda mitad de la carrera; me tomé mi segundo gel y me conjuré para intentar bajar de 3h10', al menos.
El gel no hizo efecto, ni mucho menos y poco a poco me fue sintiendo peor, pues el "hombre del mazo" me estaba golpeando con fuerza, como nunca lo había hecho. Empecé a perder minutos a saco, de manera que en el km 25 me había ido a 1h51', tenía isquios y gemelos muy cargados y casi ninguna gana de correr, pero había que seguir. Paré a estirar, me ayudó y seguí corriendo un poco más cómodo, pero seguía sin fuerzas, mi ritmo había disminuido notablemente y crucé el km30 en 2h16' y muy castigado. Sabía que por el 32 volvería ver a Marisa y mis amigos, pero por entonces me sentía fatal, apenas me acuerdo de por donde pasaba y a pesar de mis esfuerzos para seguir, tuve que hacer otra parada para caminar y descargar un poco las piernas.
Por fin veo a mis fans, me paro, abrazo a Marisa y le cuento lo mal que voy, pero que quiero llegar; me alejé con remordimiento porque sabía que se iba a preocupar y tenía razones porque por entonces ya estaba hecho puré; me paraba, los voluntarios me ofrecían ayuda, peor yo siempre respondía que estaba bien porque mi única obsesión era llegar. No me acuerdo de mucho más, sólo de las múltiples paradas y el sufrimiento constante que tuve que soportar hasta llegar a meta, con el viento y el calor cada vez más fuertes.
No recuerdo muy bien el kilómetro en el que me adelantó Jaime, que tras preguntarme si estaba bien se fue alejando porque yo era incapaz de seguirle, pero por entonces mi lucha no era hacer un tiempo determinado, era llegar lo mejor posible a meta. Por fin llegó el kilómetro 40, que pasé en 3h14' y de allí hasta meta me volví a parar otra vez, para encarar el último kilómetro sin ganas, sin emoción, sin gloria y con mucho sufrimiento. Por fin cruzaba la meta en 3h27'05'', un tiempo que no importa, sólo importaba haber llegado y haber sido capaz de sufrir como nunca lo he hecho para recibir la medalla de mi sexto major y mi maratón número 22.
Sin duda, este maratón ha sido el más duro de mi carrera, he sufrido mucho y prácticamente no he disfrutado de la segunda media que he realizado arrastrándome. Analizando lo ocurrido, creo que hay muchos factores que han influido, como el poco descanso de la semana previa y el largo viaje en avión, el madrugón del día de la carrera, el calor, la humedad y el viento; pero además de todo esto, mi preparación no era la más adecuada para intentar el sub3h, pues el caluroso verano y mis vacaciones han sido determinantes para que mi preparación no fuera lo suficientemente regular. Creo que he entrenado bien, pero para hacer una gran marca, hay que entrenar muy bien o salirse. No obstante, no me arrepiento por haberlo intentado, pues mis sensaciones las semanas previas a la carrera eran inmejorables y pensaba que estaba plenamente preparado, equivocadamente, eso si. Quizás mi entrenamiento no valiera un sub3h, pero si valía una marca inferior a sub3h10' y por eso no entiendo que pasó la mañana del 11 de octubre en Chicago. ¿Fue el cambio horario? ¿Los geles que me provocaron un efecto rebote? ¿Por que me deshidraté si bebí suficiente agua? ¿Por que una pájara tan repentina? No tengo las respuestas, sólo la voluntad de evitar errores en las siguientes citas.
Ahora toca pensar en el futuro y plantearse los objetivos a corto y medio plazo; Chicago se ha acabado, de una manera decepcionante, pero esto no es el final de mi carrera, ni de mis aspiraciones a luchar por el sub3h, de hecho, ahora tengo más motivos para seguir entrenando duro. Habrá que cambiar cosas que han fallado, mejorar otras y trabajar aún más. El maratón es así, tan grande que a veces te transporta al cielo y otras veces te lleva al infierno; pero un maratoniano no se rinde, se levanta y sigue. Aún me quedan muchas crónicas maratonianos por contar, eso os lo aseguro.