Cuando Depa me propuso correr en Coruña tras mi retirada en Sevilla, le dije que no podía ser, pues en dos semanas tenía Praga, carrera a la que ya estaba inscrito; para mi sorpresa su respuesta fue clara: puedes correr las dos. No me lo pensé y decidí intentar la "machada", sin saber muy bien si iba a ser capaz de superar un rato así, aunque confieso que no me parecía tan difícil correr una maratón a ritmo de rodaje, aunque fuera sólo dos semanas después de otro en el que corrí en busca de marca.
Acabé tocado después del Maratón Atlántico y tras una semana de reposo absoluto, le siguió una semana típica de previa de maratón, es decir, muy floja, antes de viajar a la capital checa. A pesar del descanso, me notaba cansado antes esa semana previa, aunque confiaba en estar a punto en la línea de salida; de hecho, en el rodaje suave del día previo a la carrera, me encontré muy bien de piernas, con buenas sensaciones y con ganas de correr.
Dormí bien la noche previa a la carrera, es la ventaja de afrontar un maratón con el único objetivo de disfrutar; sin embargo mi rutina no debía cambiar y desayuné a las 6:30 de la mañana, como siempre y tras preparar las cosas en el hotel, me dirigí caminando hacia la zona de salida en la Plaza Vieja, que estaba a escasos quince minutos. Me acompañaba mi familia, así que dimos una vuelta para ver el ambiente, me tomé un café con ellos y me fui a calentar un poquito y enseguida a la zona de salida, donde coincidí con un compañero de mi centro de trabajo, que me quería acabar sobre las 3h05'.
Se dio la salida y me puse al ritmo que tenía previsto, a unos 4'37'', sin forzar, dejándome llevar y con la sensación de ir cómodo. En los primeros kilómetros se da una vuelta por el centro, se cruza el río para luego volver a cruzarlo por el espectacular Puente de Carlos y volver a cruzarlo por tercera vez para recorrer unos tres kilómetros por la ribera del Moldava antes de volver al centro tras el cuarto cruce del río. Empecé a darme cuenta que Depa llevaba razón cuando me dijo que no era un buen maratón para hacer marca; y es que aparte de algún que otro repechito y un molesto viento, hay que mirar bien por donde pisas, porque las zonas de adoquín son extensas y los cruces de vías de tranvía numerosos. Con todo, pasé por el kilómetro 10 en 46', conforme a lo previsto o incluso un poco más rápido, pero me sentía bien. Ya por entonces, he coincidido con dos pucelanos, Jose y Chini, con los que hablo un ratillo, pero acabo descolgándome para no forzar demasiado.
La carrera vuelve al centro de la ciudad y tras pasar de nuevo por la Plaza Vieja, me dirijo a la Torre de la Pólvora donde me espera mi familia por primera vez y claro está, primer subidón a seguir corriendo. Otra vez nos llevan al río, pero hacia el otro lado, por una zona no demasiado bonita, pero con gente animando. Por esa zona, me empiezo a cruzar con los corredores que vuelven y por fin veo a mi amigo Andrés, a buen ritmo y concentrado en su tiempo; nos animamos, la carrera va bien.
Paso la media en 1h37'55'', un buen tiempo teniendo en cuenta que voy al "tran tran", pero empiezo a notar cansancio en mis piernas y me doy cuenta que va a ser imposible mantener el ritmo por mucho tiempo. Me tomo el primer gel y parece que mejoro; el viento sopla con más fuerza, mientras sigo corriendo al lado del río en el tramo más soso de la carrera, pero me anima pensar que pronto volveré a ver a mi afición animarme. Sigo viendo corredores españoles y también aficionados que me animan por mi nombre, impreso en la camiseta, pero ya no voy tan alegre porque me cuesta mover las piernas y mi ritmo ya no baja de 4'50''.
Empieza a llover, pero dura muy poco y cuando vuelvo a cruzar otro puente, me encuentro de nuevo con mi familia y ahora me fijo en las pancartas que han preparado para esta ocasión, geniales. Sonrío, les animo, pero por dentro estoy cansado y aún quedan 10 kilómetros. Ha caído el segundo gel en el km 28 y el último cae en el 34, uno que pruebo por primera vez como experimento y que resulta bastante positivo, porque me animo de nuevo e intento acelerar. Las piernas dan ya para muy poco y para empeorar las cosas, el viento sopla de cara tras el último giro para enfilar el último tramo paralelo al río que me lleva a la Ciudad Vieja. Son los últimos cuatro kilómetros contra el viento, como me pasó en Coruña (vaya añito de viento), pero hay que aguantar, la meta está muy cerca y mis piernas están cansadas, pero sin rastros de contracturas ni de rigidez, pues el ritmo no es tan alto.
Llego al último kilómetro y enseguida giramos a la izquierda para enfilar la calle que lleva a la Plaza Vieja, llena de gente animando y entre ellos mi familia me da el último aliento a escasos 300 metros de la llegada. Pienso que va a caer mi decimoséptimo maratón, que me lo he currado, pero también que he sufrido más de lo que ingenuamente esperaba. Cruzo la meta en 3h21'32'', lejos de mi mejor marca, pero también lejos de la peor; lo he conseguido, dos maratones en quince días y sigo entero.
Tras cruzar me ponen la pesada y bonita medalla y una capa para el frío, con la que salgo de la zona de corredores mientras me dirijo a encontrarme con mi familia; pienso en que he completado una "machada", que estoy orgulloso de lo que he hecho, pero que no voy a repetir, ha sido una buena experiencia, pero desgastarse tanto en dos semanas no creo que conlleve ningún beneficio, aunque afortunadamente, tampoco ha supuesto ningún perjuicio; he llegado entero, sin lesionarme y con las piernas mejor que tras la carrera de Coruña, más cansadas, pero mejor muscularmente.
Ahora toca descansar y empezar a planificar carreras más cortas en las que espero competir en verano; sin embargo, aún tengo dos citas pendientes con la distancia de Filípedes antes de que acabe el año, pero en ninguna de las dos voy a salir a tope. Si todo va bien, el asalto a las 3 horas ya será en 2015 y hasta entonces, a seguir disfrutando de este deporte con menos presión.