Madrugón y desayuno en la habitación, es lo que toca cuando el horario de comienzo de un maratón es absurdamente temprano, en este caso las 6:30 de la mañana; tras ingerir algunos alimentos con escasas ganas, salimos a la calle para recorrer los dos kilómetros que nos separaban de la salida, Marisa, Pîli y yo. A esas horas, aún había mucha gente por la calle apurando la fiesta de la noche anterior, nos miraban con cierto asombro, supongo que ni siquiera sabían que el maratón de la ciudad se disputaba esa mañana. Llegamos a la zona de salida con bastante tiempo y nos pusimos en la fila del baño, muy larga debido a la escasez de cabinas; la espera era larga y se acercaba la hora, así que decidí salir de la fila y buscar la zona de urinarios para no perderme el inicio de la prueba. Después de una preparación escasa, un largo viaje y una semana complicada previa a la cita, mis sensaciones no eran precisamente buenas; una caída a principios de semana me había dañado la rodilla, a lo que se unió un inoportuno episodio de fiebre y sido remate un pinchazo el viernes antes de viajar a Adelaida, lo cque me privó de horas de sueño, necesarias después de mucho cansancio acumulado, pero como me dijo Depa el día previo a la carrera, ya había pasado todo lo malo y había que pensar en positivo.
Y así lo hice tras el pistoletazo de salida, tranquilo, con un ritmo estable que fui ajustando en los primeros kilómetros hasta rodar alrededor de 4'50'', suficiente para mi estado de forma; los kilómetros pasaban rápido y muy pronto recibí los primeros ánimos de Marisa que me ayudaron a seguir corriendo y olvidarme de lo incómodo que me estaba encontrando. El recorrido irregular debido a las raíces en los parques, los giros, bordillo etc, me impedían llevar un ritmo estable pero el plan se iba cumpliendo y se mantenía en los valores que yo había planeado.Tras más ánimos, ya con Alonso y Ángela acompañando a Marisa, empecé a plantearme la segunda mitad de la prueba, no estaba para mucho e incrementar el ritmo podría ser una locura, pero decidí chequear mi estado a partir del kilometro 18, cuando normalmente empiezo a atisbar lo que puede pasar al final.
El caso es que mis sensaciones no eran malas, pero tampoco buenas; mi paso por la media en 1h40'52'' era esperanzador, pero empecé a perder fuelle poco a poco, bajando al ritmo a 4'55''; me encontraba cansado, el recorrido era aburrido y la animación inexistente, salvo los encuentros con mi familia y algunos cruces con Pili que rodaba un poco por detrás de mi. Claro que en el km 21 me había tomado el primer gel y al poco me hizo un efecto muy positivo, empecé a encontrarme mejor y poco a poco me puse en ritmos entre 4'40'' y 4'45'' lo que me permitió alejarme de atletas que rodaban a tiempo similares a los míos. La distancia con ellos se fue incrementando y mi moral también aumentó, pensando que iba a poder acabar la carrera en positivo, como mandan los cánones, pero no iba a poder ser.
Poca preparación, viaje largo, problemas previos a la carrera... el cóctel perfecto para que las piernas empezaran a darme avisos a partir del km 30, los calambres me amenazaban e intenté bloquearlos tomando pastillas de sales minerales, pero ya era tarde, en el km 34 tuve el primer calambre fuerte que me obligó a parar alrededor de 20 segundos, estirar y seguir. No había perdido mucho tiempo, pensé que con esa parada podría ser suficiente, pero estaba muy equivocado y un rato después llegó el segundo, el tercero, el cuarto parón... Era imposible, no podía correr más de 500 metros sin acalambrarme, hasta se me pasó por la cabeza retirarme, pero no podía hacerlo en mi intento de completar los continentes, había que seguir, caminando o corriendo más lento.
Los segundos se fueron acumulando cada kilómetro y junto a los parones recurrentes provocaron que me sobrepasaran infinidad de atletas, mientras yo era incapaz de correr un kilómetro seguido; pasé un mal rato, calambres, dolor, desesperación, la meta se acercaba muy lentamente, pero se acercaba. No recuerdo cuantas veces paré, ni cuantas veces estiré hasta llegar al último kilómetro que tampoco pude hacer del tirón porque era prácticamente imposible. Al final, tras un giro en el vi la corta recta de meta y Angela al fondo, con la cámara inmortalizando mi llegada, que fue caminando porque las piernas ya no me respondían. Sin embargo considero muy digno mi tiempo de 3h33'02'' que me ha permitido completar mi maratón en Oceanía y completar mi particular vuelta al mundo. No fue mi mejor carrera, pero conseguí esa medalla que tanto significa para mi.Muchos me habéis preguntado ¿Y ahora que? He completado los majors, los continentes ¿que es lo siguiente?. La verdad es que no me planteo nada, las marcas y los números no son el motivo por el que corro, lo hago para disfrutar y compartir mis experiencias con familia y amigos; no sé si buscaré otro objetivo, pero el fundamental sigue siendo el mismo, correr maratones por el mundo y seguir contando mis sensaciones por aquí, sin más, pero nada menos.