Estaba amaneciendo cuando abandoné el hotel para acudir a mi cita con Depa, que me esperaba de camino a la salida; la temperatura rondaba los 14 grados, con bastantes nubes en el cielo y una ligera brisa que apenas se percibía por momentos. El año pasado, cuando planifiqué la temporada, decidí preparar Valencia para volver a intentar el sub3h, pero que para conseguirlo, sabía que debería entrenar muy bien y además tener fortuna con la meteorología y que saliera un día poco caluroso; uno de los objetivos estaba cumplido, había entrenado muy bien, pero el día no era precisamente fresco, aunque tampoco excesivamente caluroso. Depa y yo sabíamos que tendría que estar por debajo de las 3h05' si la carrera discurría con normalidad y que si todo saliera a la perfección podría intentar la gesta, pero en cualquier caso tocaba pelearlo mucho y sufrir durante la carrera. Habíamos quedado con unos atletas de Valladolid amigos de Depa que iban a correr con idéntico objetivo al mío guiados por Dani, otro vallisoletano que iba a hacer de liebre; calentamos juntos y eso me ayudó a olvidar los nervios y centrarme en la carrera que tenía que hacer, saliendo fuerte pero sin pasarme y manteniendo tras la media para intentar incrementar el ritmo en la última parte si era capaz.Tras el calentamiento, Marisa nos hizo las fotos de rigor y nos metimos en los cajones correspondientes; la suerte estaba echada.
Valencia es un maratón para hacer marca, por eso no me extrañó que mi cajón y los anteriores estuvieran abarrotados de corredores que iniciaron la prueba a un ritmo alto; desde un primer momento intenté seguir a mi reducido grupo, pero la empresa se antojaba complicada pues los atletas se cruzaban constantemente y no estaba por la labor de zigzaguear o dar acelerones para coger una posición mejor, así que los llevaba siempre a la vista pero a distancia. Los kilómetros iban saliendo según lo previsto, entre 4'10'' y 4'16'', pero fui perdiendo de vista al grupo poco a poco sin ponerme nervioso porque mi ritmo era el adecuado.
Hacía calor, las nubes se habían retirado, estaba sudando desde los primeros kilómetros y eso no era buena señal, pero tras completar los primeros kilómetros en los que siempre voy un poco "atascado" empecé a sentirme mejor, parecía que el calor había desaparecido y los kilómetros salían con bastante facilidad. Fueron mis mejores momentos del maratón, en los que recibí los ánimos de mi afición alrededor del kilómetros 10 y en esos momentos creía firmemente que bajar de las 3 horas estaba a tiro. Pero el maratón es una carrera muy larga y a los ratos de euforia les sucedía otros un poco peores en los que tocaba irremediablemente sufrir para mantener el ritmo.
Segundo a segundo fui acumulando retraso respecto al tiempo previsto, de manera que mi paso por la media se iba 30 segundos por encima de la hora y media; no era una buena noticia, pero lo peor es que empezaba a notar cansancio, no me encontraba bien y quedaba mucha carrera. Tocaba sufrir y mantener un buen ritmo a pesar de todos, para lo cual tiré de geles a fin de meter algo de energía en el cuerpo y eso me ayudó, pero la carrera se me empezaba a hacer muy dura, el viento había aparecido y estaba recorriendo los tramos de falso llano picando hacia arriba del trazado, Pasé malos ratos, pensé en pararme y olvidarme de la marca, pero decidí hacer lo que hacen los buenos maratonianos, sufrir y luchar hasta el final para hacer el mejor tiempo posible. Además sabía que la parte final era más favorable y que si aguantaba podría acabar fuerte.
El tiempo me dio la razón porque a partir del km 32 las cosas empezaban a ir mejor, se recorría el centro y la presencia de público animando era muy numerosa, ya olía la meta y de remate los últimos kilómetros pican hacia abajo, de manera que pude incrementar el ritmo, apretar los dientes e intentar llegar a meta con una buena marca, porque el objetivo principal estaba descartado desde el paso de la media. Estaba sufriendo, pero valía la pena, sobre todo cuando avisté la Ciudad de las Artes y volví a incrementar el ritmo para acabar lo mejor posible; Marisa me animó cuando faltaban 500 metros, estaba hecho, sólo quedaba doblar a la derecha y enfilar esa moqueta azul sobre el lago que lleva a meta, en la que me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero me dio tiempo a lanzar un beso al cielo, agradecer a Marisa nuestros 39 maratones juntos y como guinda cruzar en 3h04'27'', mi segunda mejor marca en maratón de siempre y eso que ya no soy precisamente un alevín.
No he superado la barrera de las tres horas, es cierto, pero en Valencia he vuelto a correr muy rápido, algo muy gratificante pues ha premiado un trabajo bien hecho desde el verano; he cumplido caso al 90% los objetivos marcados en los planes de Depa, he bajado de peso siguiendo las pautas nutricionales que me marca Marisa e incluso he llegado a la cita más tranquilo con la compañía de mis amigos en los días previos que me permitieron evadirme un poco del objetivo y disfrutar de todas las pequeñas cosas que rodean un maratón y que le hacen tan especial. Volveré a intentar el sub3h, seguro, seré más viejo, más experto y seguramente mejor corredor y lo consiga o no, volveré a disfrutar de los más importante, vivir la experiencia.
Valencia es un maratón para hacer marca, por eso no me extrañó que mi cajón y los anteriores estuvieran abarrotados de corredores que iniciaron la prueba a un ritmo alto; desde un primer momento intenté seguir a mi reducido grupo, pero la empresa se antojaba complicada pues los atletas se cruzaban constantemente y no estaba por la labor de zigzaguear o dar acelerones para coger una posición mejor, así que los llevaba siempre a la vista pero a distancia. Los kilómetros iban saliendo según lo previsto, entre 4'10'' y 4'16'', pero fui perdiendo de vista al grupo poco a poco sin ponerme nervioso porque mi ritmo era el adecuado.
Hacía calor, las nubes se habían retirado, estaba sudando desde los primeros kilómetros y eso no era buena señal, pero tras completar los primeros kilómetros en los que siempre voy un poco "atascado" empecé a sentirme mejor, parecía que el calor había desaparecido y los kilómetros salían con bastante facilidad. Fueron mis mejores momentos del maratón, en los que recibí los ánimos de mi afición alrededor del kilómetros 10 y en esos momentos creía firmemente que bajar de las 3 horas estaba a tiro. Pero el maratón es una carrera muy larga y a los ratos de euforia les sucedía otros un poco peores en los que tocaba irremediablemente sufrir para mantener el ritmo.
Segundo a segundo fui acumulando retraso respecto al tiempo previsto, de manera que mi paso por la media se iba 30 segundos por encima de la hora y media; no era una buena noticia, pero lo peor es que empezaba a notar cansancio, no me encontraba bien y quedaba mucha carrera. Tocaba sufrir y mantener un buen ritmo a pesar de todos, para lo cual tiré de geles a fin de meter algo de energía en el cuerpo y eso me ayudó, pero la carrera se me empezaba a hacer muy dura, el viento había aparecido y estaba recorriendo los tramos de falso llano picando hacia arriba del trazado, Pasé malos ratos, pensé en pararme y olvidarme de la marca, pero decidí hacer lo que hacen los buenos maratonianos, sufrir y luchar hasta el final para hacer el mejor tiempo posible. Además sabía que la parte final era más favorable y que si aguantaba podría acabar fuerte.
El tiempo me dio la razón porque a partir del km 32 las cosas empezaban a ir mejor, se recorría el centro y la presencia de público animando era muy numerosa, ya olía la meta y de remate los últimos kilómetros pican hacia abajo, de manera que pude incrementar el ritmo, apretar los dientes e intentar llegar a meta con una buena marca, porque el objetivo principal estaba descartado desde el paso de la media. Estaba sufriendo, pero valía la pena, sobre todo cuando avisté la Ciudad de las Artes y volví a incrementar el ritmo para acabar lo mejor posible; Marisa me animó cuando faltaban 500 metros, estaba hecho, sólo quedaba doblar a la derecha y enfilar esa moqueta azul sobre el lago que lleva a meta, en la que me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero me dio tiempo a lanzar un beso al cielo, agradecer a Marisa nuestros 39 maratones juntos y como guinda cruzar en 3h04'27'', mi segunda mejor marca en maratón de siempre y eso que ya no soy precisamente un alevín.
No he superado la barrera de las tres horas, es cierto, pero en Valencia he vuelto a correr muy rápido, algo muy gratificante pues ha premiado un trabajo bien hecho desde el verano; he cumplido caso al 90% los objetivos marcados en los planes de Depa, he bajado de peso siguiendo las pautas nutricionales que me marca Marisa e incluso he llegado a la cita más tranquilo con la compañía de mis amigos en los días previos que me permitieron evadirme un poco del objetivo y disfrutar de todas las pequeñas cosas que rodean un maratón y que le hacen tan especial. Volveré a intentar el sub3h, seguro, seré más viejo, más experto y seguramente mejor corredor y lo consiga o no, volveré a disfrutar de los más importante, vivir la experiencia.