Organizar un evento masivo es una tarea complicada, más aún si todos los participantes van a completar los 42,195 Km que conforman un maratón; en CDMX no hay trampa ni cartón, sólo se disputa una prueba, la de Filípedes, no hay media, ni 10 Km, ni relevos, hay que atender a 30.000 atletas que disputan la mítica distancia, por lo que hay que analizar con detalle si los aspectos organizativos son adecuados.
Empezando por el principio, la inscripción se realiza por una página de eventos, una página segura y fácil de entender, además el precio es bastante ajustado si lo haces con tiempo; la página oficial de la prueba está muy bien trabajada, con mucha información esencial y mapas muy detallados del recorrido. Para estar al día de todo lo que acontece en los meses previos, es necesario seguir la cuenta de Instagram del maratón, en la que se ofrece información detallada y fotos motivadoras de manera constante.
Con toda la información bajo el brazo, llegamos a CDMX, donde una semana antes del evento ya se observan los preparativos de la prueba que se visibiliza en carteles y en los entrenamientos oficiales que se celebran durante los meses previos. Como mi hotel estaba ubicado muy cercano al recorrido, en mi último rodaje previo a la prueba, el sábado, pude que comprobar que esa misma noche se habían pintado las tres líneas rojas que señalan el recorrido, además de coincidir con varios grupos de entrenamiento, entre ellos, uno de atletas invidentes.
Con el buen sabor de boca de la interacción con otros participantes, me dirigí al World Trade Center, sede de una feria distribuida en dos salas de dicho complejo; la recogida del dorsal es ágil, los voluntarios son muy competentes y todas las gestiones se realizan con facilidad, pero hay algunos fallos, importantes, a mi modo de ver. El primero y más grave de todos, es que me dicen que la única talla disponible de camiseta es la XL; ciertamente he acudido el sábado mañana, después de dos días de feria, pero eso no es excusa porque yo indiqué la talla de camiseta que requería al inscribirme, lo que quiere decir que se han dado camisetas que no corresponden a los atletas que acudieron antes y se han agotado. Es una decepción tener que conformarse con una camiseta "camisón", teniendo en cuenta además, que es una camiseta muy bonita y de buena calidad; aparte de censurar el fallo organizativo, también me gustaría dar un tirón de orejas a los participantes insolidarios que cambiaron de talla sin pensar en los demás, los típicos "listillos" que piensan que sólo corren ellos.
Pero el disgusto no acaba aquí, pues me dije: compro una del "merchandising" y listo, pero no pude porque no existe venta de productos del maratón en la feria, algo sorprendente cuando hablamos de una prueba tan masiva que podría dejar pingües beneficios; pues no, no hay nada y yo me tuve que conformar con mi "camisón".
El resto de la feria está bien, muchos expositores de maratones internacionales y bastantes de productos energéticos, cada día más de moda; poca cosa relacionada con productos deportivos, sólo estaban Adidas y Garmin, patrocinadores de la prueba, pero ni rastro de otras marcas. Como en todas las ferias, hay tiendas locales que hacen ofertas de ropa, geles etc a precio razonable. Hay poco espacio y demasiada gente, yo creo que necesitan un lugar mucho más amplio, porque a veces hay problemas de movilidad. Y en el capítulo de zonas para hacer una buena foto de recuerdo, hay que decir que hay muchos puntos y muy atractivos, aunque a veces con demasiada espera.
Antes de empezar con la carrera, me gustaría comentar que también hay una aplicación para el móvil de la carrera, muy útil para el seguimiento de los corredores y para consultar posteriormente las clasificaciones.
Vamos con la carrera, que se inicia muy temprano (6 a.m.) en el estadio olímpico, muy lejos del centro, por lo que la organización habilita autobuses y metro gratuito para llegar a la zona, además de un área especial para lo atletas que quieran llegar en Uber, otro patrocinador de la prueba. Hay suficientes baños, a pesar del gran número de participantes, la salida está bien organizada, por tiempos, aunque, como es habitual, la honestidad de algunos participantes deja mucho que desear a la hora de colocarse en la posición correcta de la salida.
El recorrido discurre fundamentalmente por grandes avenidas, iniciándose en la interminable Avenida Insurgentes por la que se completan casi 15 Km antes de entrar en el bosque de Chapultepec, la única zona donde hay algún problema de estrechamiento. Luego se corre por Reforma antes de entrar en el la Colonia Roma por la Plaza de Madrid y desde ahí al barrio de Polanco por la Avenida del Presidente Masaryk donde se puede admirar el bonito edificio del museo Soumaya además de las lujosas tiendas que se ubican en dicha vía. Finalmente se llega al centro de nuevo por Reforma, para llegar al Monumento a la Revolución, Alameda Central, Palacio de Bellas Artes y entrar por Francisco Madero casi hasta el Zócalo, que se alcanza tras un zig-zag por calles aledañas; un recorrido muy bonito con una llegada espectacular a una de las plazas más grandes del mundo, en la que la inmensa catedral es testigo mudo de los último metros de los esforzados atletas. En mi opinión, es difícil hacer un recorrido más atractivo.
Desde un punto de vista práctico, el circuito está bien señalizado, con muchos voluntarios ayudando a los corredores, con puestos médicos y baños cada 5 Km y avituallamientos cada 2,5 Km, en los que se ofrece agua o bien agua y Gatorade; los avituallamientos son muy largos, yo diría que las mesas se distribuyen en unos 100 metros de longitud, por lo que es muy cómodo hacerse con el líquido adecuado. Como anécdota, el agua se sirve en pequeñas bolsas, un poco incómodas al principio, pero cómodas y el isotónico en vaso. En los kilómetros finales se ofrece fruta, geles y... tequila.
La espectacular llegada al Zócalo es amplia, muy bien organizada, pues tras cruzar la meta hay una salida para los corredores sin dorsal, mientras que el resto son dirigidos por diversos puestos recibiendo agua, Gatorade, , una bolsa de recuperación de sólidos y finalmente la medalla, antes de salir por un punto de encuentro también bien señalizado, para amigos y familiares. Como esta vez hice uso del ropero, tuve que caminar unos 300 metros para llegar a los autobuses donde me devolvieron mi bolsa con una enhorabuena y una sonrisa; perfecto.
La organización del maratón de CDMX no es la mejor que he conocido, pero raya a un gran nivel a pesar de los fallos comentados; según dice la organización, el año que viene se convertirán en Gold Medal por ser un maratón sostenible e inclusivo. No es que no me importen estos aspectos tan "de moda", pero considero que un evento de este tipo debería premiarse por los servicios al corredor, verdadero protagonista de la prueba y en es aspecto lo merecen. Manejar a 30.000 almas es difícil, ofrecer un circuito atractivo también y hacer que los participantes se encuentren a gusto en todo momento es aún más complicado, pero el Maratón de CDMX consigue una nota alta en todos esos aspectos. Espero que corrijan errores y mantengan el nivel de ahora, porque es un maratón que merece la pena correr.