Amaneció un día precioso en Londres. El cielo tenía un azul intenso, salpicado por unas cuantas nubes que no presagiaban precipitación alguna. Un autobús recogió a la expedición Marathinez del hotel y nos dirigimos a Greenwich cruzando la ciudad. En el bus se palpaba el nerviosismo de la gente; gestos de concentración, de preocupación, de esperanza...
Llegamos a la zona de salida y tras charlar animosamente con una pareja de canarios, empecé a cambiarme junto con mi compañero Andrés, con el que no me despegué en todo el rato. Fuimos al baño por turnos, dejamos la ropa, calentamos y en un santiamén ya estábamos en el cajón de salida. Quedaban pocos minutos y la gente comenzó a avanzar; aunque estaba terminantemente prohibido, Andrés y yo decidimos echar la última "meada" en una mediana, momento que fue inmortalizado por un cámara inglés.
Sigo a buen ritmo, paso del 10 al 15 ligeramente por encima de los 22 minutos. El ambiente es impresionante y mi camiseta personalizada con mi nombre empieza a hacer efecto en forma de ánimos del estilo: "Come on Chuli", "Go Chuli" o "Well done Chuli". La gente me lleva en volandas, aunque ya no tanto porque el terreno ya no pica hacia abajo y el calor empieza a apretar.
Poco a poco me acerco al momento más emotivo de la carrera, que no es otro que el paso por el puente de la torre, repleto de gente animando. Cuando lo cruzo pienso en la suerte que tengo por ser corredor, por poder vivir algo así, reservado sólo para los que desgastamos zapatillas día a día, haga frío o calor, llueva o nieve. poco después, siguen las buenas noticias, 1h 33' en la media, es decir, lo previsto. Me zampo mi primer gel y encaro la segunda parte.
Pero las cosas se empiezan a torcer, noto que bajo el ritmo y cada vez tengo más calor. Las piernas funcionan bien, pero no con la alegría del principio y mis parciales de 5 km empiezan a caer por encima de los 22:30 en el 25 y en el 30y por encima de los 23 en el km 35. Antes, más o menos en el km 24 Andrés me pasa, me dice que va bien y le digo que intento mantener el ritmo. Le sigo hasta el km 30, pero ahí se pierde (me sacó tres minutos en meta). No me vengo abajo, sabía que Andrés estaba mejor que yo, así que sigo a lo mío y sé que lo mío es seguir sufriendo.
Los últimos diez kilómetros fueron un calvario. Mis piernas ya no iban, estaba asfixiado por el calor y por la humedad. Seguí con los geles, pero no notaba el efecto, salvo que me dolía el estómago de tanto beber agua. A falta de 5 km vuelvo a ver a mi familia, Marisa tuerce el gesto, nota que voy mal, pero no me preocupa, lo sé yo también.
Entro en meta, no siento las piernas... bueno lo demás tampoco. Miro el crono: 3h 11' 36'', mi tercera mejor marca. No está mal, teniendo en cuenta que estoy hecho picadillo y que me cuesta llegar al camión a recoger la ropa. allí está Andrés, le felicito, ha hecho un carrerón.
Un poco más adelante Marisa me espera para darme el abrazo que siempre espero. Londres ya es historia, Nueva York es la próxima parada y esta vez voy a bajar de 3h 10'. ¿Qué apostamos?
1 comentario:
Estupenda crónica Chuli, enhorabuena. Me has dejado con los dientes largos.
NY te va a apasionar, el ambiente creo que es un pelín superior.
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