La capital del Reino Unido organiza el maratón más importante de Europa y por lo que se ve, están orgullosos de ello. Lógicamente, es difícil respirar ambiente maratoniano en una ciudad tan extensa, volcada en la preparación de una boda real a fin de mes y tan llena de turistas, pues la carrera coincidía con el comienzo de las vacaciones de Semana Santa, Easter, para los ingleses. Aún así, era fácil adivinar que el domingo 17 se celebraba el maratón de Londres, pues se podían ver carteles que lo anunciaban en el metro, en las paradas de bus o en los escaparates de las tiendas de deporte, donde la ropa oficial del Virgin Marathon 2011 se mezclaba con la ropa conmemorativa de los Juegos Olímpicos de 2012, que se celebrarán en la capital británica el año próximo.
Pero no sólo el merchandansing genera ambiente atlético en esta gran ciudad orgullosa de su maratón. Ese ambiente atlético se respiraba en los hoteles, o en los lugares turísticos, plagados de corredores, así como en los numerosos parque de Londres, donde runners como yo, dieron el último toque a sus músculos el día antes de enfrentarse a la distancia de Filípedes. Es obvio que en la feria se respiraba atletismo por los cuatro costados, una feria llena stands promocionando otras carreras y de marcas atléticas dedicadas exclusivamente al atletismo.
La noche antes de la carrera, Marisa y yo estuvimos leyendo la guía que la organización edita para los espectadores. La guía aconsejaba evitar ciertos lugares debido a las posibles aglomeraciones, pero aún así, no fui capaz de imaginar lo que me esperaba el día D a la hora H.
La carrera comienza en Greenwich, muy lejos del centro, pero no evita que desde la primera milla, las calles estén llenas de aficionados. En los primeros kilómetros, el recorrido discurre por barrios periféricos de Londres, cuyos animosos habitantes comienzan a generar un ambiente mágico para el corredor.
Con el paso de los kilómetros aumenta la cantidad de gente, que ya por el kilómetro 10 es de una o dos filas por detrás de las vallas. Pero si hay un momento que supera todo lo anterior y es el paso por el puente de la torre, totalmente atestado de gente gritando, animando, generando uno los momentos más emocionantes que he vivido como corredor. Simplemente espectacular.
Tras el paso de la media, la multitud ya es enorme. Se callejea un poco por la zona de los muelles, por calles pequeñas repletas de gente en todo momento. El paso por la City es especialmente bonito, pues además de los impresionantes edificios, la gente ya se agolpa en dos y tres filas por detrás de la valla. Se abandona la City dejando a un lado el puente y a partir de entonces la carrera se dirige hacia el centro, pasando al lado del London Eye, Parlamento, Big Ben, donde ya el griterío es ensordecedor, aunque yo recibía con agrado los gritos de los españoles que me reconocían por mi camiseta.
Por fin se entra en el Mall y tras un kilómetro de asfalto rojo se cruza el deseado arco de meta y se deja atrás la carrera soñada, esa en la que el público te lleva en volandas, donde tu sufrimiento es mitigado por los gritos de miles de personas que reconocen de manera anónima tu esfuerzo.
No puedo decir si en Londres hay más gente que en Tokio o en Boston, tampoco creo que sea necesario hacer comparaciones. lo que si es verdad es que correr en Londres es una de las experiencias más intensas de mi carrera atlética y que su ambiente raya en la perfección. Es una carrera para repetir, sólo por el ambiente. Habrá que ver si New York es capaz de hacerle sombra.
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