Acabo de recoger mi camiseta- dorsal para la San Silvestre Vallecana 2011. Después de tres años ausente, vuelvo a correr esta prueba, la más multitudinaria y sin duda, la más divertida del calendario atlético español. Este año 36.000 atletas tomarán la salida en el lateral del estadio Bernabeu para cubrir los 10 Km que les llevarán al popular barrio vallecano. Una carrera muy bonita, pero con más de una pega.
Corrí mi primera Sansil en 2004 y para mi fue una auténtica experiencia, pues por aquel entonces era bastante novato y me dejé impresionar por aquella multitud de runners vestidos todos con una bonita camiseta roja y de manga corta. En 2004 aún se salía de la Plaza de la república Argentina y el recorrido era aún más rápido que el de ahora, pero aparte de mi marca, que fue simplemente aseada, recuerdo que lo pasé genial y me propuse volver a correr siempre que pudiera. Y repetí en 2005, 2006 y 2007, año en el cual se comenzó a salir desde el Bernabeu y cuando la cifra de corredores se elevaba ya a 20.000. Después de esta última, corrí la San Silvestre Berciana en Ponferrada en 2008 y el Cross de las Doce Uvas en Valladolid en 2010, pero no competí en 2011.
Aunque ya han pasado cuatro años, creo que puedo hablar con cierta propiedad de esta prueba, que tiene un encanto especial pero que está excesivamente masificada a pesar de las salidas por oleadas y cajones. Ya en 2007 había serios problemas para meterse en los cajones y eran 15.000 runners menos, así que ni me quiero imaginar lo que me espera. Pero además, hay que tener en cuenta que hay un buen número de "globeros", novatos, inconscientes o como se los quiera llamar, que año tras año se cuelan en las posiciones delanteras en la salida y luego se convierten en un estorbo muy peligroso para los corredores que comienzan la prueba lanzados. Obviamente, la organización no es culpable de este tipo de comportamientos, pues toda responsabilidad recae en estos "atletas" irrespetuosos e ignorantes que no se dan cuenta de que pueden provocar un accidente.
Claro que los únicos problemas no se dan sólo en la salida, pues una vez en carrera la densidad de corredores es tan grande que adelantar se convierte en una gesta casi heroica. Y es que, por mucho que estiren el número de participantes, la realidad es que las calles de Madrid tienen un área fija y aunque no soy un especialista en medir el número de personas por metro cuadrado, el sentido común me dice que 36.000 personas ocupan casi constantemente el recorrido de la prueba desde su inicio hasta la meta en Vallecas. Y el problema de los adelantamientos no se puede considerar el más importante, pues considero que un simple traspiés de un corredor podría provocar una montonera importante, con sus consecuencias posteriores.
La meta es otro punto crítico; son demasiadas personas para una carrera que se termina en un plazo de una hora. Por mucha colaboración de los participantes, está claro que se congestionan los transportes públicos y ni que decir tiene la que se monta en Vallecas con los que han osado en acercarse con el coche.
Dejando al lado todos estos problemas, la carrera es muy divertida, muy agradable de correr y una bonita experiencia que recomiendo a cualquiera que quiera hacer sus pinitos en el mundo atlético. Es una cita casi obligada horas antes de comer las uvas, pero los organizadores deberían cuidar un poco más los detalles que he mencionado. Para que una carrera sea redonda, no basta con crear un misterio en torno al color de la camiseta de turno, o intentar batir records de participación año tras año, ni siquiera contar con un formidable elenco de profesionales compitiendo. Todo eso está muy bien, pero hay que pensar en el corredor, en los 36.000 runners que atravesarán una vez más el centro de Madrid la última tarde del año. Ellos son los verdaderos protagonistas y hasta que no se entienda eso, la Vallecana seguirá siendo una gran carrera, pero...
Claro que los únicos problemas no se dan sólo en la salida, pues una vez en carrera la densidad de corredores es tan grande que adelantar se convierte en una gesta casi heroica. Y es que, por mucho que estiren el número de participantes, la realidad es que las calles de Madrid tienen un área fija y aunque no soy un especialista en medir el número de personas por metro cuadrado, el sentido común me dice que 36.000 personas ocupan casi constantemente el recorrido de la prueba desde su inicio hasta la meta en Vallecas. Y el problema de los adelantamientos no se puede considerar el más importante, pues considero que un simple traspiés de un corredor podría provocar una montonera importante, con sus consecuencias posteriores.
La meta es otro punto crítico; son demasiadas personas para una carrera que se termina en un plazo de una hora. Por mucha colaboración de los participantes, está claro que se congestionan los transportes públicos y ni que decir tiene la que se monta en Vallecas con los que han osado en acercarse con el coche.
Dejando al lado todos estos problemas, la carrera es muy divertida, muy agradable de correr y una bonita experiencia que recomiendo a cualquiera que quiera hacer sus pinitos en el mundo atlético. Es una cita casi obligada horas antes de comer las uvas, pero los organizadores deberían cuidar un poco más los detalles que he mencionado. Para que una carrera sea redonda, no basta con crear un misterio en torno al color de la camiseta de turno, o intentar batir records de participación año tras año, ni siquiera contar con un formidable elenco de profesionales compitiendo. Todo eso está muy bien, pero hay que pensar en el corredor, en los 36.000 runners que atravesarán una vez más el centro de Madrid la última tarde del año. Ellos son los verdaderos protagonistas y hasta que no se entienda eso, la Vallecana seguirá siendo una gran carrera, pero...
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