sábado, 12 de noviembre de 2011

New York Marathon (1)- El ambiente

Puede parecer exagerado, pero en una ciudad de ocho millones de habitantes, tan extensa y tan cosmopolita con Nueva York, el maratón es una de las citas imprescindibles del año. Prensa y televisión se afanan en ofrecer noticias del evento que ellos mismos consideran como la más importante carrera popular del planeta. Los miles de runners llegados de fuera, dan un aire distinto a Manhattan el fin de semana previo, pues se dejan ver con sus zapatillas de deporte o sus camisetas diseñadas para el evento por las zonas turísticas, tiendas y restaurantes, los sectores más beneficiados de la invasión masiva de deportistas.
Centrándonos en lo puramente deportivo, habría que empezar comentando el gran ambiente que se respiraba en la feria del corredor. Una feria muy animada por la que se pasaron atletas de renombre para animar a los atletas populares, como el caso de Ryan Hall, con el que charlé un minuto antes de que estampara su firma en un póster. Sin embargo, la feria en si me pareció pequeña y con pocos expositores comparado con otras majors. Quizás la crisis tenga alguna influencia, pero también debería tenerla el cada día más popular "turismo deportivo", claramente patente en la feria por la que deambulaban runners de todas las nacionalidades exhibiendo su bandera. En cualquier caso, la falta de algunas marcas deportivas importantes y la escasez de maratones internacionales con stand, no es lo que se espera de un maratón tan importante.
Claro que el verdadero ambiente se vive el día de la carrera y en ese aspecto a Nueva York hay que darle la nota más alta; y es que una vez que se cruza el puente de Verrazano, tras una emotiva salida, la animación es constante en todo momento. Las primeras millas se corren por Queens donde ya las calles están cubiertas por animosos espectadores que no paran de animar; el ambiente va incrementándose con el paso de las millas hasta llegar al animado barrio de Brooklyn, donde aumentan los aficionados y las animaciones, de las que destaco un excelente coro de Gospell. A medida que la carrera se acerca al río, disminuyen los espectadores hasta llegar al puente de Queensboro, donde, lógicamente, se cruza sin público para llegar a la parte más impresionante de la carrera: la primera avenida.
La primera avenida aparece tras una curva de manera espectacular; una recta amplísima con dos y tres filas de gente agolpadas en los laterales exhibiendo carteles de ánimo y banderas, gritando, animando... Para los corredores es difícil no dejarse llevar por la euforia y aumentar el ritmo al son del griterío, aunque se consigue cuando se echa la vista hacia adelante y se comprueba la longitud de la avenida en cuestión.
De Manhattan se pasa al Bronx, la zona mas deslucida y con menos público, pero corta, con lo que se llega pronto a Harlem, donde los aficionados vuelven a ocupar los laterales y es que, no en vano, el final se acerca.
Y en ese final llega lo mejor, pues en Central Park se vive un auténtico ambientazo. El entorno es inigualable, lo que unido a los miles de espectadores agolpados en las cunetas que animan sin cesar, hacen de esta llegada quizás la más espectacular de las que he vivido.
El maratón de Nueva York es especial y eso se percibe milla a milla en su espectacular recorrido. Es cierto que la meteorología ayudó, pero que una ciudad tan extensa y tan dividida en barrios se una para celebrar unidos este gran acontecimiento, dice mucho de esta carrera. Dice tanto, que me quedan ganas de repetir.





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