Quedan pocos días para que comience el verano astronómico y se nota en las altas temperaturas del final de una primavera de lo más movido en el aspecto climatológico. Los niños ya han dejado de asistir al colegio por la tarde, llegan los exámenes finales, los domingueros se multiplican en la sierra y todo el mundo empieza a pensar en sus deseadas vacaciones de sol y playa, con honrosas excepciones que buscarán la montaña.
Para mi, este año las vacaciones consistirán en una sola semana de descanso en julio, que disfrutaré en Peñíscola y otra en septiembre, un buen mes para ir a caminar a Asturias. El resto del tiempo lo pasaré en casa, trabajando, pero también entrenando, porque aunque aún queda tiempo hasta New York, ni me gusta parar, ni parece que Depa me lo vaya a permitir.
Entrenar en verano es especialmente duro para mi, no sólo porque no me gusta el calor, sino porque lo suelo pasar mal. Es difícil encontrar un buen momento para correr, pues tienes que salir muy temprano o muy tarde, pero esta segunda opción no te libra del calor, aunque si de los molestos rayos solares. Sigo las pautas recomendadas para esta época, es decir, camiseta de tirantes, pantalón corto, gorra, más hidratación y evitar entrenar en las horas centrales del día. Todo eso viene bien, pro si a las 9 de la mañana el mercurio ya marca 20 grados, es difícil aprovechar la "fresca" y al final acabo pasando calor.
El calor provoca una reducción del rendimiento y aumento de las pulsaciones, por lo que hay que estar más atentos al pulsómetro para evitar problemas, pero, sobre todo, hay que ser consciente de las limitaciones que imponen las altas temperaturas y darse cuenta que correr con calor es más duro, así que no hay que preocuparse por una disminución de ritmo o un aumento de las pulsaciones, pues ambos parámetros son normales. hay que ser pacientes y sembrar para el otoño, donde se verán los resultados.
Tampoco viene mal recordar, que la típica carrerita por el paseo marítimo de turno (en mi caso, el de Peñíscola) es aún más duro, pues al calor se le suma la humedad y además el sol molesta aún más a la orilla del mar. Como contrapartida, la brisa marina puede aliviar el agobio en las horas nocturnas.
Ya estoy preparado psicológicamente para soportar el calor de este verano, en el que volveré a competir, aunque aún no tengo cerradas algunas fechas. El próximo domingo correré en Madrid un 10.000; volveré a competir a finales de julio tras las vacaciones y remataré la faena estival de nuevo en Siete Aguas, carrera de la que guardo buenos recuerdos. Todo ello me servirá para llegar a las dieciséis semanas previas al maratón en una forma óptima que me permita afrontar, ya en otoño, dos medias maratones, necesarias piedras de toque para conseguir cumplir mis objetivos en la Gran Manzana. Os mantendré informados, no os lo perdáis.
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