lunes, 20 de septiembre de 2010

Profeta en mi tierra

Por segunda vez en 2010 he vuelto a batir mi marca en media maratón. Esta vez no he machacado mi marca anterior, como pasó en Getafe, pues he superado mi marca en 7 s, lo cual no es despreciable en absoluto, pues mi marca es ya bastante buena. Estoy satisfecho, como podéis imaginar, aunque en realidad se me quedó un poco cara de tonto al acabar porque durante la carrera pensé que la cosa podría haber ido aún mejor.
Llegué temprano a Valladolid procedente de Alcazarén. Era una mañana de domingo tranquila en la capital castellana, salvo por la cantidad de runners que ya estaban concentrados en la plaza de Zorrila. Dejé el coche en el parking de la plaza, que, como suele pasar en muchos casos, ejercía de vestuario improvisado para muchos corredores que habían optado por aparcar allí. Hacía fresco en Pucela, lucía una mañana espléndida, con escasas nubes en el cielo que permitían al sol iluminar los centenarios edificios de la Acera de Recoletos. Recogí el dorsal tras una corta espera y me puse a calentar sin apreturas, pues las amplías aceras de las calles colindantes a la salida y el enorme paseo central del Campo Grande, permitía que no tuvieras ningún choque fortuito con algún compañero de fatigas.
Poco antes de la hora marcada para la salida, la organización llamó a los atletas que se fueron colocando sin agobios en la amplia calle Miguel Íscar. Me coloqué bien, para salir a mi ritmo, sin acelerones, sin necesidad de adelantar atletas. No las tenía todas conmigo antes de la carrera, pues el psoas me había estado molestando toda la semana y a pesar del masaje de Cristina, pasé una mala tarde de sábado. Pero las molestias no aparecieron y me impuse un ritmo cómodo pero rápido, excesivamente rápido, tan rápido que me hizo pensar en aminorar la marcha por si las moscas, pero finalmente decidí seguir, pues no me costaba demasiado esfuerzo mantenerlo.
El recorrido es bonito, al menos para mi, pues aparte de pasar por lugares significativos de la ciudad tales como iglesia de san Pablo, el teatro Calderón o la Antigua, pasaba al lado de la casa de mi hermano y de mis abuelos. Quizás el surcar corriendo esas calles tan conocidas para mi provocaron que mi paso por el primer 10.000 fuera de 41'35'', más rápido que mis previsiones iniciales. Pero mi ritmo iba siendo cada vez más lento, me iban adelantando atletas y vi que mantener un nivel tan alto iba a ser muy difícil, así que decidí no ponerme nervioso y seguir a lo mío, pues estaba en tiempo para superar mi mejor marca personal.
Los ánimos de Marisa y los niños en el segundo paso por meta me animaron, así como los de mis hermanos un poco más adelante. Quedaba poco, tenía que mantener mi ritmo, pero tampoco quería vaciarme, pues mi objetivo final son los 42 km de Amsterdam. Mantuve el tipo e incluso aceleré un poco en los 4 km finales con la esperanza de intentar acercarme a la hora y ventisiete. Al paso por el kilómetro 20, mi cronómetro ya me indicaba que bajar de 1 h 28' era una misión casi imposible, pero aún así intenté dar un acelerón final que resulto inútil.
Mi tiempo final es para estar satisfecho y demuestra que estoy en el buen camino. Sin embargo, me ha quedado con la duda de si podía haberlo hecho mejor. En cualquier caso, lo importante es estar en forma dentro de un mes, cuando me enfrente a mi noveno maratón. Entonces tendré que estudiar bien la táctica a seguir y el ritmo que debo seguir para llegar con fuerzas a los kilómetros finales. Pero hay algo que me ha quedado claro después de correr en Valladolid y es que voy por el buen camino y aunque aún quedan cuatro semanas de sufrimiento, estoy seguro que llegaré a Amsterdam en mi forma óptima. El resultado, como siempre, lo decidirá la carrera.



1 comentario:

Unknown dijo...

Saludos de los hermanos de Miguel, que también tienen su blog!
www.nosvamosany.blogspot.com