Grandes, pequeños o medianos, los perros no suelen ser bien acogidos por los runners cuando se cruzan en su camino un día normal de entrenamiento. No quiero parecer "canófobo", porque es evidente que estos animales cuadrúpedos y generalmente simpáticos, no tiene la culpa de ser malcriados por unos dueños inconscientes e insolidarios. Este post va dirigido a esos dueños, que afortunadamente son minoría, pero que son capaces de amargarte una bonita jornada de entrenamiento.
Las normas dicen que los perros deben ir atados por la calle, pero e evidente que la mayoría de los dueños de perros hacen una interpretación libre que les permite llevarlos a su aire. En algunos casos, el perro va al lado de su amo, de manera que cuando se cruza con un runner, es fácil sujetarlo del collar y evitar que se dirija al corredor. Ese es el comportamiento habitual de muchas personas que pasean a su perro, pero hay otras que además de llevar el perro suelto, le dejan que campe a sus anchas, de manera que ni siquiera se percatan de que se dirige hacía ti hasta que le avisas.
Mis experiencias son de lo más variopinto, aunque tengo el hábito de pedir educadamente al dueño que sujete al perro hasta que yo pase, pero las respuestas que me han dado han sido de distinto tipo, así que he decidido clasificarlas:
- La respuesta más socorrida es "tranquilo, no hace nada". Y yo digo, ¿qué significa no hacer nada? ¿acaso no viene el perro hacia mi? ¿acaso no me va a obligar a pararme? Es decir, con no hacer nada el dueño entiende que no te va a morder y arrancarte un trozo de carne. Además, siempre que me han dicho la famosa frase, el perro ha venido hacia mi con evidentes signos de que iba a hacer "algo".
- Otra respuesta muy típica es el "sólo quiere jugar". Y digo yo, joder, que juegue contigo, yo estoy corriendo, no he venido a jugar con tu chucho. Parece que tengo que adivinar que el perro está feliz y quiere echar una partida de tute con un desconocido. Por los clavos de Cristo, que yo no juego con perros, si lo hiciera, tendría uno.
- También he tenido respuestas mucho más agresivas, como los que se niegan a sujetar a sus perros porque piensan que ellos los tienen controlados (craso error) o como un señor que me dijo que yo también iba suelto y el podría tener miedo de mi y otro que me apuntó que el problema era que yo había corrido cuando había visto al perro y por eso el can me atacó; oiga, le dije, que yo vengo corriendo desde casa.
Pero quizás lo más sorprendente me pasó con un perro que venía hacia mi con el claro propósito de pillar cacho, por lo que le grité fuerte para evitar que lo hiciera. El dueño no sólo no sujetó al perro, sino que me reprendió, diciéndome que no chillara al perro, que le ponía nervioso y por eso me atacaba; lo que me faltaba, un perro con complejo de inferioridad, que lo lleve al psicólogo y le siente en el diván.
Estas son solo un puñado de anécdotas, pero en realidad lo paso mal cada vez que veo a un perro suelto y tengo que discutir con su amo, si es que está por allí, ya que hay gente de la urba que les abre la puerta para que el perro se pasee solo. Es evidente que es un problema de convivencia y que el hecho de tener un perro implica saber educarlo para que no moleste al resto de las personas. Los runners somos proclives al ataque cánido, porque a los perros les atrae la gente en movimiento y por ello se deben extremar las precauciones por parte de los dueños.
No soy un enemigo de los perros y de hecho tuve perros en casa porque mi padre era cazador. Ahora soy yo el que se siente presa en algunos momentos y no por culpa del perro, que al fin y al cabo es un ser irracional, sino por culpas de sus dueños, esos que son considerados seres racionales, aunque no lo parezca.
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