La mañana antes de la carrera salí a hacer un rodaje suave y corto en el paseo marítimo de Las Palmas junto con Marisa, como hago habitualmente antes de un maratón; el objetivo de estos rodajes es soltar un poco las piernas y ya de paso templar los nervios pre-competición. A pesar de llevar tantos maratones en mis piernas, esos nervios siempre aparecen, pero más atenuados en una ocasión como esta, en la que mi único objetivo era pasarlo bien y llegar a la meta sin lesionarme, principal preocupación de Depa. El caso es que el rodaje no iba a resultar muy beneficioso, porque el calor y la humedad me afectaron nada más empezar a correr y eso que el ritmo era muy suave y aunque sabía que mi estado de forma era bueno para afrontar la carrera, me empezaron a asaltar las dudas, pues temía que las condiciones atmosféricas supusieran un excesivo desgaste en forma de deshidratación.
El despertador sonó a las 6 de la mañana el día de la carrera, aún no había amanecido y desayuné tranquilamente en la habitación del hotel, para luego tumbarme otro poco hasta la hora de salir hacia el auditorio; fui en taxi, junto con Marisa y Toli y llegamos sin agobios a una zona de partida que ya estaba repleta de corredores y curiosos. Estaba tranquilo, me cambié, fui al baño, me despedí de las chicas, me puse a calentar un poco y me encontré con Duquito, así que nos colocamos juntos en la salida.
La salida fue bastante limpia, sin parones ni zigzagueo, aunque las calles no son demasiado anchas en el primer kilómetro, pero yo quería salir tranquilo y en general la gente había hecho buen uso de los cajones de salida; mi intención era hacer una carrera parecida a la de Ravenna, sin forzar nada e intentar acelerar al final si las piernas respondían. Sin embargo, comencé más rápido de lo previsto, a 4'35 min/km y aunque iba muy cómodo, decidí ir aminorando poco a poco. En el kilómetro 4, Marisa y Toli me daban los primeros ánimos, justo cuando la carrera entra en el paseo marítimo, donde estaba ubicado el resto del grupo para seguir animando. Hacía fresco, el sol no era tan intenso como el día anterior y el viento soplaba de espalda, pero eso iba a cambiar.
El viento de espalda me ayudó a seguir manteniendo un ritmo más alto del previsto, pero sin forzar; se recorre un tramo bastante largo hasta que se llega a la playa de la Laja alrededor del kilómetro 13 y además los participantes de la media giran antes, de manera que se puede correr con más espacio... hasta que vuelves a adelantar a los más lentos tras dar la vuelta. Poco antes del giro me crucé con Duquito, que iba por delante y que me advirtió que sus problemas de cadera le estaban molestando bastante; un poco más adelante, justo en el giro, comencé a hablar con un atleta canario que hacía su primer maratón. Estuvimos charlando un rato y me comentó que hacía carreras de montaña, pero que era su primer contacto con el asfalto; tras aconsejarle tranquilidad y cabeza, le dejé ir porque su ritmo era un poco superior al mío y yo ya me había acomodado en 4'49'' min/km, aunque ahora, con viento de cara.
El viento era molesto, peor por otro lado, refrescaba y eso me venía bien en el fondo porque atemperaba los efectos de la humedad pues impedí que sudara en exceso; la carrera ya se dirigía de nuevo a la ciudad y en el kilómetro 15 tuve mi segundo encuentro con mi afición que seguía al pie del cañón. Hasta el kilómetro 21, me tocó adelantar a muchos atletas lentos que hacían la media, pero había suficiente espacio para correr a gusto; pasé la media en 1h42'37'', en torno a lo previsto y enseguida el recorrido se adentraba en la ciudad, callejeando y mitigando un poco los efectos del viento. Ya por entonces, mi ritmo era muy constante y aunque cansado, seguía notando que mis piernas estaban preparadas para mucho más.
La afluencia de público no era masiva en las calles, pero animaban muchos con ese curiosos énfasis que tienen los canarios; casi sin darme cuenta, volví a ver a mis grupo de aficionados justo antes de entrar en el bonito barrio de Triana, después de cruzar la plaza de San Telmo. Justo después de dicha plaza, me encontré a Chema y Jorge, dos amigos canario que me volvieron a dar un buen empujón moral antes de empezar a callejear por Vegueta, la zona antigua de la ciudad, en la que había demasiados giros y ya empezaba a notar que el sol calentaba más. Tuve una pequeña crisis en mi paso por esta zona, aunque sin bajar el ritmo; ya por entonces Duquito había desaparecido (retirado en el 25), pero me crucé con Israel, otro amigo que corría el maratón y que iba un poco detrás de mi, conforme a la marca que buscaba.
Tras dar otro giro de 180º, se vuelve por el mismo camino, por la misma zona peatonal donde vuelven a animarme mis amigos y encaro una calle larga donde me volverían a esperar Marisa y los demás, en el km 32, como me habían anunciado. En esa calle recibir la visita de una gran maratoniano, Nano Torrent que tras alcanzarme se puso a la par conmigo y charlamos un rato; faltaba poco para el 32, me sentía bien y pensé en lo que me dijo la mejor maratoniana que conozco, Pili Isidro, en Ravenna: hay que correr a partir del kilómetro 32. Así que tras recibir los ánimos de los míos, una vez más, aproveché el subidón para cambiar de ritmo y sin mediar más palabras dejar atrás a Nano y empezar mi personal contrarreloj hasta meta.
Subí el ritmo a 4'35''min/km, podía mantenerlo sin problema y aún me quedarían fuerzas; empecé a adelantar a atletas, uno tras otro, con la satisfacción que supone eso de "recoger cadáveres". Adelanté al atleta canario que me animó y elogió mi veteranía y poco más tarde llegué a las inmediaciones del puerto, donde un speaker me animó con acento canario: "Vamos Chuli"; seguía con el subidón, mi ritmo era alto y los voluntarios me animaban sin parar, yo creo que al ver que iba remontando. En un momento tuve miedo de venirme abajo, pero ya no quería parar, me acercaba a las Canteras, seguía adelantando atletas y la meta estaba cerca. Enseguida entré en las calles aledañas a la playa, donde se callejea bastante, pero ya por entonces la presencia de público es casi constante y eso me animó aún más.
Sin bajar el ritmo llegué a las Canteras, por donde se completan los últimos cuatro kilómetros en un gran ambiente, pues ya está repleto de público que anima sin parar; apreté los dientes y continué adelantando atletas; había olido sangre y ya no podía parar de superar a todo el que viera por delante de mi. El auditorio estaba al fondo y poco a poco me acerqué hasta llegar a los últimos metros en los que un sol radiante y una alfombra verde dna la bienvenida a los esforzados maratonianos. 3h22'52'', mejor tiempo que en Ravenna y por tanto, mejor de lo que había planificado y todo eso sin forzar. Creo que es para estar contento.
Ya en meta, esperé a Nano, a Israel y tras saludarlos me fui a recibir las felicitaciones de mi enorme afición, que una vez más habían hecho un "carrerón". Mi 27º maratón está en la "buchaca", una carrera que me ha demostrado que sigo teniendo un buen nivel y que se puede correr un maratón sin desgastar demasiado. Esta vez, he cumplido los objetivos, ahora hay que buscar retos nuevos.
La salida fue bastante limpia, sin parones ni zigzagueo, aunque las calles no son demasiado anchas en el primer kilómetro, pero yo quería salir tranquilo y en general la gente había hecho buen uso de los cajones de salida; mi intención era hacer una carrera parecida a la de Ravenna, sin forzar nada e intentar acelerar al final si las piernas respondían. Sin embargo, comencé más rápido de lo previsto, a 4'35 min/km y aunque iba muy cómodo, decidí ir aminorando poco a poco. En el kilómetro 4, Marisa y Toli me daban los primeros ánimos, justo cuando la carrera entra en el paseo marítimo, donde estaba ubicado el resto del grupo para seguir animando. Hacía fresco, el sol no era tan intenso como el día anterior y el viento soplaba de espalda, pero eso iba a cambiar.
El viento de espalda me ayudó a seguir manteniendo un ritmo más alto del previsto, pero sin forzar; se recorre un tramo bastante largo hasta que se llega a la playa de la Laja alrededor del kilómetro 13 y además los participantes de la media giran antes, de manera que se puede correr con más espacio... hasta que vuelves a adelantar a los más lentos tras dar la vuelta. Poco antes del giro me crucé con Duquito, que iba por delante y que me advirtió que sus problemas de cadera le estaban molestando bastante; un poco más adelante, justo en el giro, comencé a hablar con un atleta canario que hacía su primer maratón. Estuvimos charlando un rato y me comentó que hacía carreras de montaña, pero que era su primer contacto con el asfalto; tras aconsejarle tranquilidad y cabeza, le dejé ir porque su ritmo era un poco superior al mío y yo ya me había acomodado en 4'49'' min/km, aunque ahora, con viento de cara.
El viento era molesto, peor por otro lado, refrescaba y eso me venía bien en el fondo porque atemperaba los efectos de la humedad pues impedí que sudara en exceso; la carrera ya se dirigía de nuevo a la ciudad y en el kilómetro 15 tuve mi segundo encuentro con mi afición que seguía al pie del cañón. Hasta el kilómetro 21, me tocó adelantar a muchos atletas lentos que hacían la media, pero había suficiente espacio para correr a gusto; pasé la media en 1h42'37'', en torno a lo previsto y enseguida el recorrido se adentraba en la ciudad, callejeando y mitigando un poco los efectos del viento. Ya por entonces, mi ritmo era muy constante y aunque cansado, seguía notando que mis piernas estaban preparadas para mucho más.
La afluencia de público no era masiva en las calles, pero animaban muchos con ese curiosos énfasis que tienen los canarios; casi sin darme cuenta, volví a ver a mis grupo de aficionados justo antes de entrar en el bonito barrio de Triana, después de cruzar la plaza de San Telmo. Justo después de dicha plaza, me encontré a Chema y Jorge, dos amigos canario que me volvieron a dar un buen empujón moral antes de empezar a callejear por Vegueta, la zona antigua de la ciudad, en la que había demasiados giros y ya empezaba a notar que el sol calentaba más. Tuve una pequeña crisis en mi paso por esta zona, aunque sin bajar el ritmo; ya por entonces Duquito había desaparecido (retirado en el 25), pero me crucé con Israel, otro amigo que corría el maratón y que iba un poco detrás de mi, conforme a la marca que buscaba.
Tras dar otro giro de 180º, se vuelve por el mismo camino, por la misma zona peatonal donde vuelven a animarme mis amigos y encaro una calle larga donde me volverían a esperar Marisa y los demás, en el km 32, como me habían anunciado. En esa calle recibir la visita de una gran maratoniano, Nano Torrent que tras alcanzarme se puso a la par conmigo y charlamos un rato; faltaba poco para el 32, me sentía bien y pensé en lo que me dijo la mejor maratoniana que conozco, Pili Isidro, en Ravenna: hay que correr a partir del kilómetro 32. Así que tras recibir los ánimos de los míos, una vez más, aproveché el subidón para cambiar de ritmo y sin mediar más palabras dejar atrás a Nano y empezar mi personal contrarreloj hasta meta.
Subí el ritmo a 4'35''min/km, podía mantenerlo sin problema y aún me quedarían fuerzas; empecé a adelantar a atletas, uno tras otro, con la satisfacción que supone eso de "recoger cadáveres". Adelanté al atleta canario que me animó y elogió mi veteranía y poco más tarde llegué a las inmediaciones del puerto, donde un speaker me animó con acento canario: "Vamos Chuli"; seguía con el subidón, mi ritmo era alto y los voluntarios me animaban sin parar, yo creo que al ver que iba remontando. En un momento tuve miedo de venirme abajo, pero ya no quería parar, me acercaba a las Canteras, seguía adelantando atletas y la meta estaba cerca. Enseguida entré en las calles aledañas a la playa, donde se callejea bastante, pero ya por entonces la presencia de público es casi constante y eso me animó aún más.
Sin bajar el ritmo llegué a las Canteras, por donde se completan los últimos cuatro kilómetros en un gran ambiente, pues ya está repleto de público que anima sin parar; apreté los dientes y continué adelantando atletas; había olido sangre y ya no podía parar de superar a todo el que viera por delante de mi. El auditorio estaba al fondo y poco a poco me acerqué hasta llegar a los últimos metros en los que un sol radiante y una alfombra verde dna la bienvenida a los esforzados maratonianos. 3h22'52'', mejor tiempo que en Ravenna y por tanto, mejor de lo que había planificado y todo eso sin forzar. Creo que es para estar contento.
Ya en meta, esperé a Nano, a Israel y tras saludarlos me fui a recibir las felicitaciones de mi enorme afición, que una vez más habían hecho un "carrerón". Mi 27º maratón está en la "buchaca", una carrera que me ha demostrado que sigo teniendo un buen nivel y que se puede correr un maratón sin desgastar demasiado. Esta vez, he cumplido los objetivos, ahora hay que buscar retos nuevos.
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