En esta ocasión mi despertador sonó a las 8 de la mañana pues no es necesario madrugar para correr al mediodía; lo bueno de empezar a una hora tan extraña es que evitas la ansiedad que produce pegarse un madrugón, desayunar sin ganas e ir a la salida con las legañas en los ojos. En esta ocasión, bajé a desayunar tranquilamente con Marisa y luego regresé a la habitación a descansar un rato, pues quedaba mucho tiempo para empezar.
Mis amigos me esperaban en el hall y todos justos nos desplazamos a la salida en un corto viaje en metro; los alrededores de la feria estaban ya llenos de corredores preparándose para la "batalla". El sol en todo lo alto y a me preocupaba la temperatura, 17 grados, muy cálida para mi, aunque sospechaba que ya no iba a subir mucho más durante la competición. Después de los preparativos típicos (vaselina, chip, camiseta etc), me despedí de Marisa y de mis amigos y comencé a calentar brevemente, ya en mi cajón. Estaba relajado, pero, insisto, me preocupaba el calor.
Sonó el pistoletazo de salida y me dispuse a hacer la carrera que tocaba hacer; aunque en un principio tenía pensado hacer una especie de rodaje largo como hice en Hong Kong, después de la media de Vitoria, Depa me recomendó que saliera más fuerte y que intentara hacer un buen tiempo y obviamente, así lo hice. Teniendo en cuenta que no había preparado este maratón de manera específica y que estaba muy corto de kilometraje, planteé correr a ritmo de 3h15' para intentar conseguir una marca en torno a ese tiempo.
Por esa razón, me pegué al globo de las 3h15' desde el inicio, a un ritmo bastante cómodo para mi en teoría, aunque consciente que los kilómetros podían hacer mella más tarde. Fueron unos primeros kilómetros un poco nerviosos porque había mucha gente en el grupo, lo cual provocó una caída de una atleta que me hizo reflexionar sobre el peligro de correr junto a tanta gente, así que decidí adelantar al globo y colocarme unos 100 metros por delante, pero manteniendo el ritmo.
En el kilómetro 4 me esperaba mi primer contacto con mis animadores, que pudieron verme a un ritmo de unos 4'30'' por kilómetro, que mantuve hasta el 10 más o menos; como podéis ver, el ritmo era un poco más rápido que el que buscaba, pero una vez despegado de los globos, fui acelerando sin darme cuenta y eso me puedo afectar en la segunda parte de la carrera, aunque no creo que demasiado.
Ya por entonces, había experimentado los repechos que tenía el recorrido y un viento no demasiado fuerte que también molestaba; sin embargo yo seguía con mis buenas sensaciones al paso por el km 17, donde volvía a ver a Marisa y mis amigos; justo después, la carrera se interna en el parque Djugardeens donde me esperaba el paso por la media. Sigo corriendo bien y sin forzar, pero me doy cuenta que mi ritmo se resiente, aunque siempre dentro de los márgenes que me he marcada; normalmente no me gustan los recorridos por los parques y éste no fue una excepción, pues la carretera se estrechaba y los toboganes se sucedían; sin duda, la parte más dura de la carrera.
Justo antes de cruzar la media, el globo de las 3h15´se puso a mi lado y aunque el tiempo de paso era esperanzador, 1h36'17'', sabía que doblar era una utopía y que debía prepararme para una segunda vuelta dura. Dejé ir al grupo del globo, aunque haciendo la goma, tras descartar hacer el esfuerzo de seguirlos; la decisión fue, a la postre, muy acertada, pues no quería que me pasara lo que me pasó en Chicago o en Marrakech, donde me quedé sin fuerzas a falta de muchos kilómetros y tuve que sufrir un calvario. Esta vez quería llegar entero, cansado, pero sin sufrir más de lo necesario, así que lo inteligente era bajar el ritmo y adaptarme a los que me transmitían mis piernas, a las que faltaba volumen de entrenamiento y por tanto, capacidad para continuar con el ritmo que había seguido.
Sin ponerme nervioso y sin frustrarme, fui disminuyendo el ritmo con el paso de los kilómetros, disfrutando de la segunda vuelta del recorrido, que me siguió pareciendo tan bonita como la primera. Volví a correr junto al puerto, volví a cruzar el puente y me conjuré para acabar entero cuando pasaba el km 29 y recibí mi último gel anímico; allí estaban otra vez y ya no les volvería a ver hasta meta.
En esta ocasión tampoco fallé en los avituallamientos, pues seguí a rajatabla la secuencia agua/isotónico en los líquidos y me tomé mis tres geles en los puntos previstos (km 22, 29 y 35). La última aparte me resultó dura, pero me animaba al ver que aún habiendo bajado el ritmo, empecé a "recoger cadáveres" mientras seguía entero y sin sensación de flaquear, aunque ya a un paso alrededor de los 5 min/km.
Sólo restaba llegar y decidí disfrutar de la espectacular animación de los dos últimos kilómetros, pero sobre todo de mi entrada en el estadio, sorprendido por Marisa que me esperaba fuera para animarme para luego volver a animarme dentro. Entré por una de las puertas de sus majestuosas torres, eché un vistazo a las gradas y se me pusieron los pelos de punta; allí estaban mis amigos, dándome el último empujón, que aproveché para incrementar el ritmo y adelantar a muchos atletas antes de cruzar la línea de meta en 3h20'57'' y pleno de felicidad.
En Estocolmo he vuelto a disfrutar plenamente de un maratón y he recuperado la confianza en mis distancia favorita; aunque lejos de las 3 horas, mi tiempo cumple las expectativas que me marqué, pues sin una preparación específica, pedir más, es mucho pedir. La próxima cita será en octubre, la ciudad elegida Frankfurt y el objetivo, bajar de las 3 horas. Habrá tiempo y posts para hablar de todo esto, pero espero que cuando cruce la línea de meta de la espectacular llegada de Frankfurt, sienta, al menos, la misma felicidad que experimenté al cruzar la línea de meta de Estocolmo. Y es que el maratón, te obliga a esforzarte, a planificar, a entrenar duro, a sufrir, pero sobre todo, te hace ser un poco más feliz.
En el kilómetro 4 me esperaba mi primer contacto con mis animadores, que pudieron verme a un ritmo de unos 4'30'' por kilómetro, que mantuve hasta el 10 más o menos; como podéis ver, el ritmo era un poco más rápido que el que buscaba, pero una vez despegado de los globos, fui acelerando sin darme cuenta y eso me puedo afectar en la segunda parte de la carrera, aunque no creo que demasiado.
Ya por entonces, había experimentado los repechos que tenía el recorrido y un viento no demasiado fuerte que también molestaba; sin embargo yo seguía con mis buenas sensaciones al paso por el km 17, donde volvía a ver a Marisa y mis amigos; justo después, la carrera se interna en el parque Djugardeens donde me esperaba el paso por la media. Sigo corriendo bien y sin forzar, pero me doy cuenta que mi ritmo se resiente, aunque siempre dentro de los márgenes que me he marcada; normalmente no me gustan los recorridos por los parques y éste no fue una excepción, pues la carretera se estrechaba y los toboganes se sucedían; sin duda, la parte más dura de la carrera.
Justo antes de cruzar la media, el globo de las 3h15´se puso a mi lado y aunque el tiempo de paso era esperanzador, 1h36'17'', sabía que doblar era una utopía y que debía prepararme para una segunda vuelta dura. Dejé ir al grupo del globo, aunque haciendo la goma, tras descartar hacer el esfuerzo de seguirlos; la decisión fue, a la postre, muy acertada, pues no quería que me pasara lo que me pasó en Chicago o en Marrakech, donde me quedé sin fuerzas a falta de muchos kilómetros y tuve que sufrir un calvario. Esta vez quería llegar entero, cansado, pero sin sufrir más de lo necesario, así que lo inteligente era bajar el ritmo y adaptarme a los que me transmitían mis piernas, a las que faltaba volumen de entrenamiento y por tanto, capacidad para continuar con el ritmo que había seguido.
Sin ponerme nervioso y sin frustrarme, fui disminuyendo el ritmo con el paso de los kilómetros, disfrutando de la segunda vuelta del recorrido, que me siguió pareciendo tan bonita como la primera. Volví a correr junto al puerto, volví a cruzar el puente y me conjuré para acabar entero cuando pasaba el km 29 y recibí mi último gel anímico; allí estaban otra vez y ya no les volvería a ver hasta meta.
En esta ocasión tampoco fallé en los avituallamientos, pues seguí a rajatabla la secuencia agua/isotónico en los líquidos y me tomé mis tres geles en los puntos previstos (km 22, 29 y 35). La última aparte me resultó dura, pero me animaba al ver que aún habiendo bajado el ritmo, empecé a "recoger cadáveres" mientras seguía entero y sin sensación de flaquear, aunque ya a un paso alrededor de los 5 min/km.
Sólo restaba llegar y decidí disfrutar de la espectacular animación de los dos últimos kilómetros, pero sobre todo de mi entrada en el estadio, sorprendido por Marisa que me esperaba fuera para animarme para luego volver a animarme dentro. Entré por una de las puertas de sus majestuosas torres, eché un vistazo a las gradas y se me pusieron los pelos de punta; allí estaban mis amigos, dándome el último empujón, que aproveché para incrementar el ritmo y adelantar a muchos atletas antes de cruzar la línea de meta en 3h20'57'' y pleno de felicidad.
En Estocolmo he vuelto a disfrutar plenamente de un maratón y he recuperado la confianza en mis distancia favorita; aunque lejos de las 3 horas, mi tiempo cumple las expectativas que me marqué, pues sin una preparación específica, pedir más, es mucho pedir. La próxima cita será en octubre, la ciudad elegida Frankfurt y el objetivo, bajar de las 3 horas. Habrá tiempo y posts para hablar de todo esto, pero espero que cuando cruce la línea de meta de la espectacular llegada de Frankfurt, sienta, al menos, la misma felicidad que experimenté al cruzar la línea de meta de Estocolmo. Y es que el maratón, te obliga a esforzarte, a planificar, a entrenar duro, a sufrir, pero sobre todo, te hace ser un poco más feliz.
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