La ciudad de Estocolmo celebra su maratón casi al final de la primavera, cuando las temperaturas ya se han moderado y el sol luce desde bien entrado el amanecer; puede que por esa razón, la ciudad esté más bulliciosa y más viva que en otras estaciones, pero no es debido a la celebración del maratón, aunque paseando por las calles del centro el día anterior al evento, es posible reconocer a muchos corredores que competirán en la prueba el sábado por la mañana.
No me he equivocado, es correcto, la prueba se disputa un sábado a las 12 de la mañana y he de decir que la experiencia me ha gustado, aunque es evidente que es difícilmente exportable a otros países más cálidos. Pero en Estocolmo, el ambiente mejora debido al horario, no sólo porque hay más gente siguiendo la carrera desde el principio, sino porque también la feria se contagia del bullicio primaveral, pues en la víspera está abierta hasta las nueve de la noche.
Comenzando por la feria, resulta muy cómoda de acceder, pues está ubicada prácticamente en el centro, con lo que te evitas los viajes interminables de otras ciudades; no es muy grande, pero está repleta de gente, por dentro y por fuera, ya que se celebra en un pabellón cubierto anejo a un polideportivo, donde se instala una carpa para la comida de la pasta, donde también puedes tomarte una cerveza sin alcohol en una terraza al aire libre y es que el tiempo acompañaba.
Justo al lado de la feria, se encuentra el Estadio Olímpico de Estocolmo, sede de las Olimpiadas de 1912 y en perfecto estado de conservación; la organización ofrecía visitas guiadas para explorar esta auténtica joya, en el cual se han batido 84 récords mundiales, más que en ningún otro estadio del mundo, lo cual es un orgullo para todos los holmienses. No llegamos a la última visita, pero estuvimos admirando sus gradas y paseando por la pista donde al día siguiente terminaría la prueba.
Ya el día de la carrera, la salida era un auténtico hervidero de gente, pues la feria se abre las horas previas al comienzo del evento para facilitar la recogida de dorsales de los rezagados, por lo que además de los participantes, la afluencia de animadores es mayor de lo normal y se respira maratón por los cuatro costados; de hecho, es la primera vez que toda mi "afición" al completo se desplazó a la salida para ver el gran ambiente y darme los últimos ánimos antes de comenzar a correr.
Y a las 12 en punto, empieza el lío, con mucha gente animando en la salida y en los primeros kilómetros, en los que se recorren los aledaños del estadio; la presencia en las calles es casi constante durante la primera vuelta, aunque no siempre es masiva, salvo algunos lugares especiales, como la primera subida al puente que cruza el río, en el kilómetro 10, donde la gente se agolpa animando a los corredores que superan el repecho con gran esfuerzo; en este punto, me pareció especialmente graciosa la pancarta "FUCK THE BRIDGE" que portaban unas aficionadas norteamericanas. Tras el puente, se entra de lleno en el centro de la ciudad de camino al estadio nuevamente y la animación sigue siendo constante hasta que se inicia la segunda vuelta, en la que se entra en el parque Djugardens, extenso y alejado de la ciudad y por tanto, escaso de espectadores. Sin embargo, la organización cubría las necesidades de apoyo, con una mayor presencia de grupos de música animando.
Una vez se sale del parque, el recorrido vuelve a estar repleto de público, aún más que antes hasta que se llega a los aledaños de la meta, repletos hasta la bandera, como lo está la tribuna principal del estadio, donde la gente anima sin parar en una llegada muy emotiva.
Por lo que a mi respecta, mi grupo de animadores en esta ocasión volvió a ser bastante numeroso, siete en total; como siempre, fueron los más ruidosos, los más coloridos y los que me empujaron, hasta cuatro veces, a llegar a la línea de meta del estadio Olímpico de Estocolmo. Una vez más, estuvieron de diez.
Una vez se sale del parque, el recorrido vuelve a estar repleto de público, aún más que antes hasta que se llega a los aledaños de la meta, repletos hasta la bandera, como lo está la tribuna principal del estadio, donde la gente anima sin parar en una llegada muy emotiva.
Por lo que a mi respecta, mi grupo de animadores en esta ocasión volvió a ser bastante numeroso, siete en total; como siempre, fueron los más ruidosos, los más coloridos y los que me empujaron, hasta cuatro veces, a llegar a la línea de meta del estadio Olímpico de Estocolmo. Una vez más, estuvieron de diez.
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