Supongo que muchos de vosotros y en especial mi amiga la "tía Disney", recordaréis la canción que interpretaba el cangrejo Sebastián en "La Sirenita", instando al príncipe Erick a besar a Ariel para romper el hechizo; aquel beso no se hizo realidad, pero el título de la canción me viene como anillo al dedo para contaros uno de los "ritos" que siempre hago cuando cruzo la línea de meta de un maratón y me cuelgan la medalla de finisher: besarla.
Dejando al margen el tiempo conseguido, el hecho de terminar un maratón produce una enorme satisfacción, aunque no siempre se puede celebrar de la misma manera, pues puede que llegues casi entero o literalmente hecho picadillo. Hay muchas cosas que se pasan por la cabeza una vez que cruzas la línea de meta y te diriges a la zona donde los voluntarios esperan con las medallas; durante ese corto espacio de tiempo, piensas en que podías haber corrido más rápido, o que te has encontrado mejor de lo previsto y debías haber tirado más, o simplemente que te duelen mucho las piernas y que apenas puedes caminar, pero cuando el voluntario te cuelga la medalla con su mejor sonrisa y te da la enhorabuena en el idioma que corresponda, te das cuenta que acabas de terminar otro maratón y que para conseguirlo has tenido no sólo que esforzarte entrenando durante meses, sino que has sido capaz de vencer al cansancio y el dolor de tus piernas durante la prueba, hasta cruzar la línea de meta. Por eso beso la medalla, porque acabo de grabar otra muesca de mi, cada vez más extenso, historial maratoniano. Si todo va bien, en Chicago me colgarán mi vigésimo segunda medalla y sea cual sea el tiempo en meta, será una medalla especial porque habré competido y terminado todos los majors.
Queda muy poco para que mi fin de semana maratoniano empiece en Barajas embarcando en el avión que me llevará a Chicago, donde espero volver a disfrutar de un bonito ambiente atlético, de la visita a la feria, del paseo al lado de los preparativos en la zona de salida y de meta y por supuesto de la compañía de mis amigos y a la vez "supporters" que me volverán a animar en esta bonita aventura.
Habrá que ver como evoluciona el clima, pues parece que el famoso viento de Chicago nos acompañará durante la carrera, además de una temperatura elevada para mi gusto. Quizás no sean las mejores condiciones para intentar el asalto a mi mejor marca, pero hay que esperar y ver que pasa el día de la carrera; en cualquier caso, voy a llegar a Chicago en un buen estado de forma y espero poder realizar una buena carrera, cercana a las 3 horas y sin descartar nada.
Este domingo,a orillas del lago Michigan, me esperan de nuevo 42,195 metros que espero volver a disfrutar, porque cuanto más se ama a esta prueba, más disfrutas disputándola. Al final, me volverá a esperar una medalla que espero besar con pasión para celebrar que he vuelto a cruzar una línea de meta de un maratón.
Queda muy poco para que mi fin de semana maratoniano empiece en Barajas embarcando en el avión que me llevará a Chicago, donde espero volver a disfrutar de un bonito ambiente atlético, de la visita a la feria, del paseo al lado de los preparativos en la zona de salida y de meta y por supuesto de la compañía de mis amigos y a la vez "supporters" que me volverán a animar en esta bonita aventura.
Habrá que ver como evoluciona el clima, pues parece que el famoso viento de Chicago nos acompañará durante la carrera, además de una temperatura elevada para mi gusto. Quizás no sean las mejores condiciones para intentar el asalto a mi mejor marca, pero hay que esperar y ver que pasa el día de la carrera; en cualquier caso, voy a llegar a Chicago en un buen estado de forma y espero poder realizar una buena carrera, cercana a las 3 horas y sin descartar nada.
Este domingo,a orillas del lago Michigan, me esperan de nuevo 42,195 metros que espero volver a disfrutar, porque cuanto más se ama a esta prueba, más disfrutas disputándola. Al final, me volverá a esperar una medalla que espero besar con pasión para celebrar que he vuelto a cruzar una línea de meta de un maratón.
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