martes, 6 de marzo de 2012

Media Maratón de Salamanca. Buena marca en un recorrido duro

Una ligera lluvia saludaba el amanecer de Alcazarén cuando sonaba mi despertador. Un desayuno energético a base de cereales, un café cargado y me puse en camino junto con mi sobrino Daniel con el fin de llegar temprano a Salamanca. No me gusta mucho conducir demasiado antes de una carrera, por lo que prefería llegar con tiempo extra para tomarme otro café y pasear un poco por la ciudad del Tormes. La lluvia no nos abandonó por el camino en el que recorrimos típicos paisajes castellanos, en esta ocasión no suficientemente verdes debido a la sequía, pero espectaculares, especialmente en el paso por Nava del Rey y sobre todo por Alaejos, con sus dos imponentes torres; una lluvia a la que acompañaba un fuerte viento que me hizo presagiar lo peor de cara a la carrera.
A las 9 ya estábamos en Salamanca y además aparcamos al lado de la salida. Tras recoger el dorsal sin esperas, tuvimos algún problema para encontrar un café que llevarme a la boca, pero al final todo salió acorde con lo previsto y a las 10 de la mañana ya estaba vestido, con el dorsal puesto y listo para afrontar los 21.1 Km de la primera media charra. La salida estaba muy bien ordenada y los corredores se mostraron respetuosos al ubicarse cada uno en su cajón de salida. Por fin, el alcalde de la ciudad dio la salida y comenzó la prueba sin agobios ni apretones, corriendo junto a los runners de mi nivel.
Me coloqué siguiendo al globo de las hora y media y me percaté que su ritmo era bastante alto, a 3'55'', pero esperaba que se fueran adaptando poco a poco. Los primeros kilómetros son muy interesantes, pues se recorre el centro de de la ciudad, con un paso espectacular por la Plaza Mayor y luego callejeando hasta llegar al puente romano; sin embargo, hay que sacar una tarjeta amarilla a la organización porque las jardineras y demás obstáculos de las calles peatonales pueden suponer un peligro para los corredores y no estaban ni siquiera señalizadas. Aún así no hubo percances hasta llegar al final del puente, cuando tras recorrer un tramo de parque se sale del casco histórico y comienza una durísima subida que acabó de raiz con el ritmo alto que permitía el perfil de los primeros kilómetros. Ya por entonces, había dejado ir al globo, pues su ritmo subía y bajaba a capricho y eso no me va para nada, así que me busqué mi propio grupo y superé con nota la subida, me tomé un respiro e inicié el descenso hacía una carretera que daba acceso a un barrio de nueva construcción que estaba en alto, para variar.
Esta vez la subida era más tendida, pero mucho más larga; me impuse un ritmo constante, pero sin forzar demasiado porque había que guardar fuerzas para el final. Además de los continuos toboganes, el viento soplaba con fuerza y generalmente de cara, por lo que correr en grupo era lo más inteligente y me acoplé a uno comandado por una mujer acompañada de su liebre. Una vez superada la subida, se vuelve a descender y comienza el tramo más favorable de la carrera, que discurre a la ribera del Tormes por un carril bici de amplitud suficiente para un grupo no muy numeroso. Aceleré bastante mi ritmo en llano y con el viento de espalda, pero no por mucho tiempo, pues enseguida se volvía a entrar en un parque para dar varias curvas cerradas que volvieron a romperme el ritmo.
El terreno llano duró hasta que abandonamos el carril bici para iniciar una nueva subida que nos llevaría a un polígono industrial por el que volvíamos a entrar a la ciudad. El grupo se había roto, la corredora y su liebre habían quedado atrás y por delante quedaban siete kilómetros de terreno irregular en el que me vino muy bien la reserva de fuerzas que había planeado en un principio. El viento volvía hacer de las suyas en un espacio muy poco resguardado y el reloj empezaba a dejar patente la imposibilidad de conseguir mi mejor marca, pero por eso no me iba a venir abajo, pues sabía perfectamente que no se daban las condiciones adecuadas. Apreté los dientes y luché por mi objetivo, que no era otro que acabar en menos de noventa minutos. Y lo conseguí, después de hacer un buen kilómetro final que me permitió cruzar la meta 3 segundos por debajo de la hora y media.
Una botella de agua nada más acabar, una buena bolsa del corredor y una magnífica explanada donde estirar a gusto, confirmaron mis buenas expectativas al respecto de la organización. Sin embargo, es necesario censurar la señalización de los obstáculos, así como la falta de voluntarios en zonas en la que la carrera daba giros acusados y la mala actuación de algunos de los globos. En el haber, hay que poner la buena organización de salida y meta, la excelente señalización de los kilómetros (en algunos  adornados con un coche de época) y las ganas que organización y voluntarios pusieron para que los corredores se sintieran bien.
Esta ha sido mi última competición antes de afrontar el maratón. No puedo quejarme después de todas las cosas que han pasado en esta preparación. Quizás no esté en un estado de forma ideal, pero en Salamanca ha quedado demostrado que estoy bien y que puedo afrontar con garantías el reto de buscar una buena marca en la distancia de Filípedes. habrá tiempo para analizar lo que puede pasar en Barcelona, pero a día de hoy estoy satisfecho, ni más, ni menos. Quedan tres semanas en las que no es posible mejorar mucho más mi rendimiento, pero si sería posible echar a perder todo el trabajo realizado. Empieza el "deskilometraje", es hora de concentrarse y de cumplir la última parte de la preparación para estar a punto el próximo 25 de marzo.


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