Mi tercera participación en Getafe me dejó un mal sabor de boca. Tenía esperanzas depositadas en esta carrera rápida que siempre se me había dado bien. Además, amaneció un espléndido día, con una buena temperatura y exento de viento que hacía presagiar una buena marca. Mi estado de forma era óptimo, corroborado en unas series de 1.000 realizadas cuatro días antes entre 3´40´´y 3´45´´. ¿Qué pasó entonces?
No tengo una explicación concreta de porqué me tuve que conformar con un tiempo de 1h 30' 48'' cuando aspiraba a bajar de 1h 28'. En primer lugar creo que no corrí bien tácticamente; salí al ritmo que tenía previsto, pero no me sentía cómodo y me dejé llevar entre la multitud de corredores, pero sin buscar un grupo que marcara mi ritmo; de hecho, tuve el globo de la hora treinta a poco delante de mi, pero desistí de hacer un esfuerzo para pegarme a ellos porque pensé que a mi ritmo llegaría; craso error, visto en la distancia.
Pero además de correr mal, nunca corrí con soltura, con alegría, con fuerza; fue una carrera dura y exigente para mi, porque las piernas no iban como debía, pesadas, rígidas, sin ritmo, lo que me provocaba ansiedad por mantener un ritmo que fue decreciendo paulatinamente. Pasé el diez mil en 42'20'', 30 s más lento de lo previsto y aunque mi intención era acelerar y doblar en el segundo diez mil, la verdad es que me fue imposible, porque en ningún momento me respondieron las fuerzas.
El reloj me iba diciendo que me despidiera del 1h28', así que me centré en intentar bajar de la hora treinta acelerando a partir del kilómetro 17; pero ya por entonces, mis piernas no iban ni para atrás y el paso por el segundo diez mil fue una catástrofe, ya que me fui a los 43'.
En vista del fracaso, el último kilómetro fue un calvario en el que me adelantaron muchos corredores, pero ya no tenía ganas de luchar. Había desaprovechado una buena oportunidad para hacer una buena marca, pero me tuve que conformar con un tiempo que hubiera considerado bueno hace unos años, pero que hoy por hoy no se corresponde con mi nivel de entrenamientos.
Evidentemente fue un mal día debido a lo expuesto anteriormente y al hecho de haber pasado casi la semana previa en el hospital acompañando a mi hermana que fue operada el pasado jueves. Las horas en el hospital y la tensión de una operación de 6 horas pudieron contribuir en la pesadez de mis piernas y mi escaso espíritu competitivo del pasado domingo.
En cualquier caso, no hay que montar dramas por esto y hay que seguir adelante, como lo está haciendo mi hermana que se recupera poco a poco en la cama del hospital. Esa es la noticia más importante, que se va a recuperar y a buen seguro muy pronto volverá estar animándome en alguna carrera, como lo hace habitualmente. A pesar de mi pasión por el atletismo, la familia siempre estará por encima de todo y las marcas dejan de tener sentido si no eres feliz para disfrutarlas.
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