domingo, 17 de noviembre de 2019

Never say never

Algunos de los que me conocéis sabéis que mi hija Ángela es una "Beleiber", es decir, fan del cantante canadiense Justin Bieber, cuyas canciones suelen escucharse con frecuencia en nuestro coche cuando viajamos juntos; este verano en nuestro "road trip" por Islandia aprovechando la disputa del maratón,  visitamos dos lugares en los que el ya mítico cantante grabó dos de sus videoclips y lógicamente dichas visitas fueron amenizadas con música del protagonista, es resumen,  que dimos un buen repaso a la discografía de Justin en el transcurso del viaje.
Entre los temas que repasamos estaba "Never Say Never", canción que se hizo famosa al formar parte de la banda sonora película "Karate Kid" y que como su título indica, habla de la importancia de no rendirse nunca ante las adversidades y no rechazar ningún objetivo. A algunos les puede parecer una canción motivadora bastante simple, pero es evidente que el mensaje de ésta y de otras canciones o citas de motivación, siempre animan a pensar en intentar cumplir objetivos que parecían incluso descartados.
Mi mejor marca en maratón data de febrero de 2013, la conseguí en Sevilla y me quedé en 3h01'35'', es decir, 95'' por encima de las tres horas, eso quiere decir que si hubiera hecho cada kilómetro alrededor de 2'5s más rápido, hubiera logrado mi objetivo; por entonces estaba pasando por una buena racha de resultados y pensé que el sub3h caería antes o después si seguía trabajando bien en mis entrenamientos, pero la realidad rara vez se ajusta a los deseos y tras la intentona de Sevilla encadené varias decepciones maratonianas que me hicieron darme cuenta que la anhelada marca estaba mucho más lejos de lo que pensaba. De hecho, pasaron tres años hasta que volviera a correr un maratón por debajo de las 3h10' y lo conseguí en Frankfurt en octubre de 2016, tras realizar una buena preparación, aunque no tan buen como en anteriores ocasiones; aquella carrera me ayudó a volver a pensar en hacer otra intentona, a pesar de haber cruzado ya la barrera de los 50, lo cual añade mayor dificultad al propósito. Aposté fuerte por Rotterdam en abril de 2018, haciendo una preparación larga que tampoco dio sus frutos, en parte porque no llegué a estar bien en ningún momento y porque el día de la prueba, la temperatura se disparó en la "fría" ciudad portuaria holandesa.
Precisamente tras cruzar la meta de Rotterdam en unas condiciones lamentables por la deshidratación sufrida, charlé unos minutos con un corredor valenciano que me animó a disputar el maratón en la la ciudad del Turia, una prueba en la que hasta entonces no quería ni pensar por sus condiciones climáticas de humedad y temperatura media/alta. El caso es que volví a dar una vuelta a la posibilidad de intentar una vez más el sub3h y tras planificar 2019 sin objetivos de marca y teniendo en cuenta las buenas sensaciones obtenidas en las pruebas de Seattle y Chisinau, decidí apostar fuerte por Valencia en 2019, sin nada que perder y mucho que ganar.
Comencé la preparación para esta prueba nada más acabar Reikiavik, puede que incluso antes y tras unos inicios moderadamente optimistas, mis entrenamientos han progresado según lo previsto y hoy por hoy me encuentro en un gran estado de forma, a falta de dos semanas para la disputa del evento; tampoco quiero lanzar las campanas al vuelo, ha habido días en que las cosas no han salido nada bien, como en Burgos, pero tras la disputa de la media en la ciudad del Arlanzón, las cosas han mejorado y se puede decir que estoy donde debería estar o muy cerca, en definitiva, satisfecho con mis sensaciones. Pero no puedo engañarme, mis entrenamientos no me garantizan una carrera fácil, pues ni siquiera estoy moviéndome en los tiempos que haría un atleta sub3h al uso, aunque son similares a los tiempos en los que me moví antes de correr en Sevilla allá por 2013, por lo que considero que hay razones para la esperanza. La esperanza de correr en un circuito inmejorable en palabras de Antonio Serrano que me transmitió mi gran amigo Alfredo Varona, animándome a luchar por mi objetivo, la esperanza  de  tener mi mejor día ese primero de diciembre y la esperanza de disfrutar una meteorología que se adapte a mis condiciones, pero con la garantía de que pase lo que pase me va a tocar sufrir y en caso de conseguirlo, va a ser por muy poco segundos, pero como me dijo mi amigo Miguel anteayer, el 2:59:59 también vale.
Tras unos años establecido en una zona de "confort", corriendo por el simple hecho de disfrutar la experiencias maratonianas y de los viajes con mi familia y amigos, voy a volver a intentar un tiempo que se me antoja muy difícil de lograr; imagino que si lo consigo me hará ilusión, pero más que yo, lo merecen todas esas personas que me han animado a volver a intentarlo una vez más, empezando por mi entrenador, Depa, que sigue sacando lo máximo de un atleta mediocre como yo, siguiendo por todos mis amigos corredores que están pendientes de mis evoluciones, continuando por mi personal grupo de animadores que estarán conmigo en Valencia para ver en directo una marca que merecen ver y terminando por mis hijos y por Marisa, que volverá a acompañarme en mi 39º maratón, una vez más, sin perderse ninguno. Pase lo que pase, después de cruzar la línea de meta de Valencia mi obligación será la de ser feliz por haberlo logrado o simplemente por haberlo intentado, porque no tengo intención de rendirme si esta vez tampoco sale, ya sabéis "never say never".

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