Tras mi ausencia de la edición de 2018, este año volví a acudir a la cita con la Ribera Run Experience que cumplía su tercera "cosecha", presentando cambios significativos respecto a la primera edición en la que participé. Debo aclarar que tanto en la primera como en esta edición, he participado en la Ribera Run Media que se disputa sobre una distancia aproximada de 25 Km y aunque mi intención es hacer la larga (unos 50 Km) algún día, esta no era la ocasión más propicia a causa de mi reciente participación de Reikiavik y el inicio de mi preparación para correr a tope en diciembre en Valencia.
El centro neurálgico de la prueba se ubicó de nuevo en la preciosa Plaza del Coso de Peñafiel, lugar donde partía la media y finalizaba la carrera larga; allí me presenté temprano ante la mirada atenta del castillo en lo alto de la montaña en una mañana en la que lucía un resplandeciente sol castellano. Tras calentar un rato se dio inicio a la prueba, cuyos primeros kilómetros se realizan neutralizados por las calles de Peñafiel incluyendo un espectacular recorrido por las Bodegas Protos en la que corremos entre cubas, una experiencia inolvidable. Un vez fuera de las bodegas os dirigimos hacia el pinar donde empieza la prueba de verdad.
Mi idea inicial era hacer 12 Km a ritmo de maratón y el resto de "paseo", pero pagué cara mi osadía pues el recorrido inicial no es precisamente favorable para llevar un ritmo elevado y la sucesión de toboganes en un estrecho sendero a la ribera del Duero provocaron que me desfondara muy pronto, de manera que tuve que cambiar mi planteamiento, reducir la marca y poner un ritmo menos vivo ya que con tanta cuesta empinada, bajada vertiginosa e incluso escaleras, no había manera de mantener un ritmo constante para un corredor no acostumbrando al trail como yo.
Sufrí bastante hasta llegar a la primera bodega, Tresmano, ubicada en el kilómetro 11, pues aparte de ir haberme pasado de ritmo, tuve problemas digestivos que me obligaron a parar un rato para evitar vomitar; así que decidí tomarme con calma el avituallamiento en la bodega donde me esperaba Marisa que me aconsejó comer algo sólido y membrillo antes de seguir mi ruta. Llenar un poco el estómago me sentó muy bien y empecé a recuperarme, teniendo también en cuenta que el recorrido era más cómodo, por caminos entre pinares tras dejar atrás el espectacular yacimiento de Pintia por el que también se pasa.
Empecé a adelantar corredores en este terreno más propicio que pronto se convirtió es bastante duro al adentrase en pinares y tener que superar zonas arenosas en las que había qe usar las "tracción a las cuatro ruedas"; lógicamente mi ritmo bajó, pero finalmente alcanc´sin problema la segunda bodega, Dehesa de los Canónigos, donde volví a comer y beber para afrontar la última parte del recorrido. Los caminos arenosos seguían siendo protagonistas y con la cabeza puesta en seguir el mejor sendero, unos cuantos atletas cometimos un error y nos perdimos, así que nos tocó dar la vuelta y hacer unos 300 a 400 metros extras, que no es un drama, pero no molesta.
En el tramo final e pasa al lado del Monasterio de Valbuena en la que se ubica un mini avituallamiento en el que paré a pesar de restar sólo 2 Km para meta; allí me refresqué con un exquisito zumo de manzana, jengibre y apio que me ayudaron a coger fuerzas para el último tramo, el único por carretera, que nos guiaba a las bodegas Emina donde crucé la meta en unas discretas 2h 09' 43''.
La Ribera Run Experience no es una carrera adecuada para hacer marca si eres un adicto al maratón como yo, pero es una carrera que hay que correr por el simple motivo de disfrutar de la carrera; en esta prueba hay que olvidarse la marca y del ritmo y hay que disfrutar del Duero, de los senderos entre pinares, del buen rollo entre atletas, de los espectaculares avituallamientos en las bodegas, y de las post-carrera, en la Plaza del Coso, con barra libre de vino de la Ribera aderezado pro una paella multitudinaria a la hora de comer. Ya tengo mi segunda copa de Finisher en la vitrina y no será la última porque disfrutar de una prueba así cada septiembre vale la pena; la Ribera Run 2019 ha terminado, volveremos en 2020.
Mi idea inicial era hacer 12 Km a ritmo de maratón y el resto de "paseo", pero pagué cara mi osadía pues el recorrido inicial no es precisamente favorable para llevar un ritmo elevado y la sucesión de toboganes en un estrecho sendero a la ribera del Duero provocaron que me desfondara muy pronto, de manera que tuve que cambiar mi planteamiento, reducir la marca y poner un ritmo menos vivo ya que con tanta cuesta empinada, bajada vertiginosa e incluso escaleras, no había manera de mantener un ritmo constante para un corredor no acostumbrando al trail como yo.
Sufrí bastante hasta llegar a la primera bodega, Tresmano, ubicada en el kilómetro 11, pues aparte de ir haberme pasado de ritmo, tuve problemas digestivos que me obligaron a parar un rato para evitar vomitar; así que decidí tomarme con calma el avituallamiento en la bodega donde me esperaba Marisa que me aconsejó comer algo sólido y membrillo antes de seguir mi ruta. Llenar un poco el estómago me sentó muy bien y empecé a recuperarme, teniendo también en cuenta que el recorrido era más cómodo, por caminos entre pinares tras dejar atrás el espectacular yacimiento de Pintia por el que también se pasa.
Empecé a adelantar corredores en este terreno más propicio que pronto se convirtió es bastante duro al adentrase en pinares y tener que superar zonas arenosas en las que había qe usar las "tracción a las cuatro ruedas"; lógicamente mi ritmo bajó, pero finalmente alcanc´sin problema la segunda bodega, Dehesa de los Canónigos, donde volví a comer y beber para afrontar la última parte del recorrido. Los caminos arenosos seguían siendo protagonistas y con la cabeza puesta en seguir el mejor sendero, unos cuantos atletas cometimos un error y nos perdimos, así que nos tocó dar la vuelta y hacer unos 300 a 400 metros extras, que no es un drama, pero no molesta.
En el tramo final e pasa al lado del Monasterio de Valbuena en la que se ubica un mini avituallamiento en el que paré a pesar de restar sólo 2 Km para meta; allí me refresqué con un exquisito zumo de manzana, jengibre y apio que me ayudaron a coger fuerzas para el último tramo, el único por carretera, que nos guiaba a las bodegas Emina donde crucé la meta en unas discretas 2h 09' 43''.
La Ribera Run Experience no es una carrera adecuada para hacer marca si eres un adicto al maratón como yo, pero es una carrera que hay que correr por el simple motivo de disfrutar de la carrera; en esta prueba hay que olvidarse la marca y del ritmo y hay que disfrutar del Duero, de los senderos entre pinares, del buen rollo entre atletas, de los espectaculares avituallamientos en las bodegas, y de las post-carrera, en la Plaza del Coso, con barra libre de vino de la Ribera aderezado pro una paella multitudinaria a la hora de comer. Ya tengo mi segunda copa de Finisher en la vitrina y no será la última porque disfrutar de una prueba así cada septiembre vale la pena; la Ribera Run 2019 ha terminado, volveremos en 2020.
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