Siempre que me inscribo a un maratón intento valorar a priori la capacidad organizativa del evento y tengo que reconocer que en la mayoría de los casos me dejo llevar por los tópicos que etiquetan a los diferentes países en los que compito, por ejemplo, parece que la capacidad organizativa de alemanes o suecos siempre está fuera de duda, mientras que griegos o italianos pueden generar más recelos acerca de su eficiencia; desgraciada o afortunadamente los tópicos generalmente no se cumplen como demuestra que guardo un gran recuerdo de la organización del maratón de Atenas y no tan bueno de la organización del mítico maratón de New York. Pero vamos al grano y analicemos Reikiavik, maratón modesto, país bien organizado, norte de Europa... ¿Que puede fallar?
En mi opinión, la organización de este evento se queda a medias en muchas cosas, o sea que aspectos positivos son contrarrestados por otros negativos y eso se aprecia con la simple consulta de su página web, modesta pero vistosa, en dos idiomas (islandés e inglés) y de fácil acceso a la información; lo mismo puedo aplicar a las newsletter periódicas que he recibido en mi mail; lo malo es que cuando se profundiza un poco en su manejo , a la página se le ven las costuras. Eso pasa, por ejemplo, con la inscripción, que en un momento dado te lleva a una página en islandés en la que no te enteras de nada o cuando te metes en la página personal de tu perfil, a la que accedes con unas claves que ellos mismos te envían y que sirve, presuntamente, para consultar o cambiar Tus datos; pues bien, tu página personal está en islandés, así que olvídate de cambiar o consultar algo si no eres vikingo.
Pero bueno, pasemos por alto estos detalles y vámonos a la feria, primera prueba seria para la organización; está bien ubicada, en un pabellón no muy alejado del centro, más grande de lo que esperaba y con una recogida ágil de dorsal y camiseta. Hay bastantes stands, sobre todo de charities, alguno de maratones, varios de efectos deportivos y algunos más de grandes marcas como Adidas o Garmin. Por contra, no hay merchandising, los precios son muy elevados y la camiseta que regalan es bastante mala y además no es Adidas, que presuntamente patrocina la prueba. Por lo visto hay que ahorrar costes a pesar del alto precio de la inscripción.
El día de la carrera todo está listo de las primeras hora para recibir a los corredores en una avenida de la que sale y llega la carrera; el meollo se ubica al al lado de un pequeño parque donde se colocan las casetas de los baños en un número apropiado. Tampoco falta sitio par cambiarse y prepararse adecuadamente con el beneplácito de una buena meteo. La prueba se inicia con una cuenta atrás en islandés y se encamina por esa primera avenida hacia la parte de la ciudad cercana al mar, de manera que se pasa inicialmente por un animado barrio residencial para posteriormente continuar por zonas con bastante afluencia de público y con buenas vistas. Por entonces, los hitos kilométricos se muestran con grandes carteles a un lado de la calzada, pero aproximadamente a partir del kilómetro 10, los carteles desparecen y son sustituidos por un cono de carretera en el que se refleja el punto kilométrico escrito a mano con rotulador, un poco cutre el apaño.
Hay avituallamientos cada 4 kilómetros, sólo a un lado de la carretera y siempre con el isotónico delante y el agua detrás, al contrario de lo habitual en otras pruebas; también se ofrece fruta a partir del kilómetro 15, pero no dan geles en ningún momento. Tanto agua como isotónico se ofrecen en vaso de cartón, grande y manejable, pero hay que recogerlo de la mesa porque no hay voluntarios ofreciendo vasos salvo en casos muy puntuales.
Comentario aparte merecen las liebres (también llamados "pacers" por los "runners", pero insisto en que yo soy corredor y no runner) que sólo están disponibles para los atletas que corren la media, distancia tras la cual terminan su labor dejando tirados a los atletas de maratón, que ienen que hacer la segunda mitad sin utilizar una referencia que resulta muy útil para muchos atletas; no acabo de entender que no se encuentren voluntarios para hacer esa labor completa.
El recorrido es bonito en la primera mitad, se recorre una zona costera, el puerto y finalmente la avenida principal que discurre al lado del mar y donde se ubican la escultura del barco vikingo y el famoso auditorio Harpa; esta primera parte es muy agradable, pero se termina a los 21 km en la que los corredores de media se separan para volver a meta y a los maratonianos se les dirige hacia el interior de la ciudad y alejados del mar. En ese momento el paisaje cambia, las calles se estrechan y las vistas pasan a ser bastantes sosas, pues discurre por las afueras y arques, sin apenas animación y lo que es peor, se empiezan a a dar giros y más giros combinados con pasos elevados y subterráneos que convierten los últimos 10 Km en un auténtico rompe piernas. No me gustó nada la segunda mitad, que además no está cortada al tráfico totalmente de manera que hay algún tramo que compartes con los civilizados conductores islandeses. Finalmente se regresa al centro para acabar en una recta de meta llena de animoso público que ayuda a cruzar la meta para después dirigirte a un pequeño jardín donde te cuelgan la medalla y te ofrecen un trozo de barrita de Mars o Twix, plátano, manzana y agua, escaso avituallamiento después de completar 42,195 metros.
Por todas estas razones, se puede concluir que el Maratón de Reikiavik tiene una organización correcta teniendo en cuenta que es una carrera con una participación baja; tendrían que limar muchos defectos y mejorar detallles para conseguir un nive equiparable a un gran maratón. Un país que ofrece unas maravillas naturales tan sorprendentes y que atrae a millones de turistas al año, debería tener una maratón que cumpliera las expectativas de sus participantes; no estaría mal que los organizadores se pusieran manos la obra para que esta prueba creciera y fuera un atractivo más para visitar Islandia, aunque la isla no parece necesitar más alicientes de los que tiene .
El día de la carrera todo está listo de las primeras hora para recibir a los corredores en una avenida de la que sale y llega la carrera; el meollo se ubica al al lado de un pequeño parque donde se colocan las casetas de los baños en un número apropiado. Tampoco falta sitio par cambiarse y prepararse adecuadamente con el beneplácito de una buena meteo. La prueba se inicia con una cuenta atrás en islandés y se encamina por esa primera avenida hacia la parte de la ciudad cercana al mar, de manera que se pasa inicialmente por un animado barrio residencial para posteriormente continuar por zonas con bastante afluencia de público y con buenas vistas. Por entonces, los hitos kilométricos se muestran con grandes carteles a un lado de la calzada, pero aproximadamente a partir del kilómetro 10, los carteles desparecen y son sustituidos por un cono de carretera en el que se refleja el punto kilométrico escrito a mano con rotulador, un poco cutre el apaño.
Hay avituallamientos cada 4 kilómetros, sólo a un lado de la carretera y siempre con el isotónico delante y el agua detrás, al contrario de lo habitual en otras pruebas; también se ofrece fruta a partir del kilómetro 15, pero no dan geles en ningún momento. Tanto agua como isotónico se ofrecen en vaso de cartón, grande y manejable, pero hay que recogerlo de la mesa porque no hay voluntarios ofreciendo vasos salvo en casos muy puntuales.
Comentario aparte merecen las liebres (también llamados "pacers" por los "runners", pero insisto en que yo soy corredor y no runner) que sólo están disponibles para los atletas que corren la media, distancia tras la cual terminan su labor dejando tirados a los atletas de maratón, que ienen que hacer la segunda mitad sin utilizar una referencia que resulta muy útil para muchos atletas; no acabo de entender que no se encuentren voluntarios para hacer esa labor completa.
El recorrido es bonito en la primera mitad, se recorre una zona costera, el puerto y finalmente la avenida principal que discurre al lado del mar y donde se ubican la escultura del barco vikingo y el famoso auditorio Harpa; esta primera parte es muy agradable, pero se termina a los 21 km en la que los corredores de media se separan para volver a meta y a los maratonianos se les dirige hacia el interior de la ciudad y alejados del mar. En ese momento el paisaje cambia, las calles se estrechan y las vistas pasan a ser bastantes sosas, pues discurre por las afueras y arques, sin apenas animación y lo que es peor, se empiezan a a dar giros y más giros combinados con pasos elevados y subterráneos que convierten los últimos 10 Km en un auténtico rompe piernas. No me gustó nada la segunda mitad, que además no está cortada al tráfico totalmente de manera que hay algún tramo que compartes con los civilizados conductores islandeses. Finalmente se regresa al centro para acabar en una recta de meta llena de animoso público que ayuda a cruzar la meta para después dirigirte a un pequeño jardín donde te cuelgan la medalla y te ofrecen un trozo de barrita de Mars o Twix, plátano, manzana y agua, escaso avituallamiento después de completar 42,195 metros.
Por todas estas razones, se puede concluir que el Maratón de Reikiavik tiene una organización correcta teniendo en cuenta que es una carrera con una participación baja; tendrían que limar muchos defectos y mejorar detallles para conseguir un nive equiparable a un gran maratón. Un país que ofrece unas maravillas naturales tan sorprendentes y que atrae a millones de turistas al año, debería tener una maratón que cumpliera las expectativas de sus participantes; no estaría mal que los organizadores se pusieran manos la obra para que esta prueba creciera y fuera un atractivo más para visitar Islandia, aunque la isla no parece necesitar más alicientes de los que tiene .
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