domingo, 16 de noviembre de 2014

Maratón de Atenas (1) - El ambiente

Todo buen deportista sabe que la prueba conocida como "maratón" tiene su origen en la distancia que el soldado Filípedes recorrió entre las llanuras de Maratón y Atenas para anunciar la victoria del ejército ateniense sobre el persa; hoy en día, se disputan maratones en casi todas las ciudades importantes alrededor del mundo, pero Atenas tiene el privilegio de poder organizar la carrera por el recorrido original, aquel que recorrió Filípedes hace más de 2.000 años. Correr en Atenas supone poder revivir esa primera "maratón" y por eso, cualquier maratoniano que se precie y pueda, debería correr en Atenas alguna vez.
Hasta que corrió mi amiga Pili el año pasado, no tenía buena opinión del Maratón de Atenas, pues me habían comentado que la organización era bastante mala, el recorrido muy duro y la animación escasa, pues a los atenienses les preocupaban más los problemas de su país que la mítica carrera. Sin embargo, cuando desembarqué del avión y vi los primeros carteles anunciadores de la carrera e incluso un stand informativo para los participantes, me di cuenta de que las cosas habían cambiado y que la carrera era el principal acontecimiento de la ciudad durante el fin de semana.
Acudí a la feria del corredor a última hora del viernes tarde, ubicada en el pabellón de Taekwondo utilizado en las Olimpiadas de 2004 y aún había mucha gente por allí recogiendo su dorsal o dando una vuelta por sus numerosos stands; había animación, aunque es evidente que en Atenas no acuden las grandes firmas, de momento. Pero no era necesario ir a la feria para ver a los 30.000 participantes (sumando a los participantes en los 5 y 10 km), pues el centro de la capital griega estaba repleto de deportistas, fácilmente reconocibles al estar ataviados de sus zapatillas de competición y en muchos casos, de cortavientos en los que se hallaban impresas sus procedencias: Alemania, Italia, Francia, Sudáfrica, China, USA... Además, la organización ofrecía descuentos en los monumentos más significativos, por lo que el sábado por la mañana era imposible hacer turismo sin ver corredores por la calle; la misma historia se repetía por la noche, en la que muchos restaurantes habían preparado menús especiales a base de pasta.
Ya el día de la carrera, los corredores se dejaron ver desde primeras horas, llenando los puntos de recogida de los autobuses que se dirigían a la salida de la carrera: Maratón. El centro deportivo de esta ciudad griega lucía sus mejores galas para acoger a los miles de participantes que desde muy temprano fueron preparándose y calentando alrededor de la pista del estadio de maratón. Luego, tras el pistoletazo, la carrera recorre la cartera que une la histórica ciudad con Atenas, de modo que el público sólo aparece en el cruce de núcleos urbanos y apenas se ve a gente en los kilómetros intermedios. A partir del kilómetro 28 se entra en la capital griega y es entonces cuando la animación aumenta, sobre todo en los últimos siete kilómetros, aunque la parte más emotiva son los últimos dos, en los que las calles están repletas de público vitoreando a los atletas, preludio de la espectacular entrada al impresionante estadio Panathinaikó, donde una de las gradas brilla repleta de público de todas las nacionalidades; sin duda, una de las mejores llegadas, sino la mejor, de mis diecinueve maratones.
Una vez analizado el fin de semana, me pregunté porqué llegué a pensar que el Maratón Clásico de Atenas no tenía ambiente; realmente estaba muy equivocado y la experiencia griega, ha sido muy productiva para mi espíritu maratoniano.



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