Se puede decir que Quebec es la ciudad más bonita de Canadá y eso siempre es atractivo para un maratoniano que busca carreras por el mundo, como yo. La ciudad más francesa de la nación americana tiene un casco histórico digno de visitar, pero de reducidas dimensiones y además separado en dos alturas y con un desnivel considerable entre ellas. Supongo que es difícil encontrar un recorrido atractivo que comprenda sólo la ciudad, por eso, el maratón discurre entre Levis, la ciudad que se encuentra al otro lado del río San Lorenzo y Quebec.
Todos estos factores ya expuestos y la intempestiva fecha, hace que la carrera "quebecois" no tenga una gran participación, unos 2000 corredores solamente. Por eso, el ambiente atlético que reina en la ciudad en los días previos es escaso e incluso para un atleta como yo, es difícil reconocer a priori quién serán tus compañeros de batalla el domingo y es que sospecho que la participación es casi completamente local.
Tras un interminable viaje por carretera desde Quebec, llegué con la hora justa a la feria del corredor el sábado antes de la carrera; no puedo hablar de lo que no he visto, porque cuando yo llegué la feria estaba casi desierta y muchos expositores ya estaban recogiendo, por lo que valorar el ambiente sería injusto; sin embargo, no parece que hubiera un gran ambiente en la feria, a pesar de que paralelamente se celebraban carreras de 10 y media maratón.
El día de la carrera había que madrugar para coger a tiempo el transporte hacia la salida; me acompañaba mi hijo Alonso que corrió el 10.000. Al llegar a la zona de salida, había un montón de gente dirigiéndose hacia el transporte pertinente, entonces empecé a respirar ambiente atlético de verdad. Dejé a Alonso en la fila del bus de la salida de los 10K y me dirigí al ferry que tras cruzar el río San Lorenzo me dejó en la ciudad de Levis, donde unos autobuses esperan a los corredores para llevarlos a la línea de salida.
Aunque el método es idéntico a New York, la línea de salida de Quebec está mucho menos poblada, pero se respira un buen ambiente de compañerismo y nervios previos a la salida. Luego, tras el pistoletazo, se empiezan a recorrer las calles del coqueto Levis, sin mucha gente en las aceras, pero con animación, porque los vecinos salen a las puertas de sus casas para animar, o bien animan en los parques por donde pasean e incluso sacan sus mangueras a la calle para refrescar a los participantes.
Así transcurren tres terceras partes del maratón, hasta que se cruza el puente que une a las ciudades y se empieza a correr por Quebec, por una larguísima avenida a la ribera del río que mide unos 12 km. Entonces las cosas cambian y el público desaparece casi por completo, aunque en mi caso, Marisa y los niños me esperaban en el km 28 y me dieron ese ánimo especial que sólo ellos me dan con sus banderas y su pancarta. Sólo en los últimos 4 kilómetros se vuelve a ver público, muy entusiasta animando a los atletas en la parte más dura, lo cual se agradece y mucho.
No esperaba una gran animación en esta carrera y no la he tenido, pero me quedo con la buena voluntad de los habitantes de Levis que con sus modestos ánimos te hacen muy agradable correr en un entorno tan bonito.
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