He pasado el Punte de la Constitución con mi familia en Roma, lo cual me ha permitido experimentar la sensación de correr en esta preciosa ciudad, plagada de arte por los cuatro costados. Mi hotel se ubicaba justo detrás de la colina del Palatino, al lado del Circo Máximo; el lugar era ideal para comenzar nuestras jornadas turísticas, pero no tan bueno para buscar un sitio por donde rodar. Estuve consultando por internet y un runner americano sugería en un foro un recorrido lo largo del Tíber, que a mi me pillaba a unos 400 m del hotel. Así que, tras el preceptivo madrugón salí a correr al día siguiente para seguir el recorrido planeado.
Mi primera impresión no fue muy positiva, pues el tráfico era intenso, las aceras estaban en mal estado y cruzar la calle era practicamente jugarse la vida. Se podía acceder a un paseo paralelo al río tras bajar un montón de escaleras, así que probé esa opción, pero al llegar abajo desistí, pues el suelo era adoquinado y en muy mal estado como para poder correr. Volví a la parte alta y entre serpenteos de lado a lado del río, cruces peligrosos de calles, zonas donde las cagadas de palomas y su fétido olor se acumulaban, aceras llenas de hojas y alguna que otra parte tranquila, conseguí completar mi objetivo, unos 14 kilómetros de ida y vuelta. El día siguiente varié el recorrido e hice una incursión en las calles que rodean la plaza de San Pedro en el Vaticano, una zona tranquila, con muchos peatones, menos coches y más agradable, pero que no duraba demasiado.
Pero sería injusto no comentar la parte positiva de correr por Roma, esa parte que te permite correr al lado de San Pedro, el Castelo de San Angelo o del Ara Pacis. Ese "lujo", sólo lo puedes vivir en Roma y yo tuve la suerte de vivirlo, en este caso, de correrlo.
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