viernes, 10 de octubre de 2008

Una maratón casi perfecta




Esta vez el despertador sonó a las 7 de la mañana, es la ventaja de comenzar a correr a las 10, hora inusual para un maratón. Después de desayunar solo en el hotel vuelvo a la habitación a estirar y echarme otra siestecita. Estoy relajado, los niños se despiertan tarde y cuando llegamos al parque donde comienza la carrera queda solo media hora. Caliento, me embadurno de vaselina y me dirijo a la zona de salida, donde llego un minuto escaso antes de que se de el pistoletazo de salida de mi quinto martín.
Los primeros metros pasan sin agobios porque no hay demasiados atletas (unos 3.000) y aunque mi sensación no es la de ir deprisa en el Km 2 compruebo que mi ritmo está por debajo de los 4'30'', lo que me anima. Voy bien de piernas y me pido tranquilidad a mi mismo, no sería bueno precipitarse porque con el ritmo que llevo apenas me gasto y además voy cumpliendo mi objetivo. El recorrido es bonito, el Danubio, isla Margarita, animación intermitente... bien en general. Por el km 15 sigo por debajo de 4'30'' pero no noto cansancio aunque estoy un poco preocupado porque aun no he visto a Marisa y a los niños y la carrera sale de la ciudad para dirigirse a una zona de naves industriales y comerciales. En el repostaje del 20 salgo de la duda y ahí están, ellos solamente en una zona de lo más anodina; sus ánimos me dan la fuerza extra que necesitaba para llegar a la media en 1 hora y 34', impresionante, si sigo así llego en 3h 08'.
Pero las cosas se complican al girar 180 grados y volver por hacía Budapest, porque el viento empieza a soplar de cara, un viento molesto y bastante fuerte que exige un esfuerzo extra. Intento ponerme detrás de algún atleta, pero van demasiado lentos y además no quitan nada de viento así que sigo adelantando. Sobre el km 28 veo al de Marathinez, el que me vende las zapatillas, al que le digo que voy bien... y es la verdad. Llego otra vez a la ribera del Danubio y allí el viento es horroroso. Me meto en un grupillo que se pone en fila de a uno ante la fuerza del viento, pero me doy cuenta que voy bien y poco a poco voy pasando atletas. En el Km 30 me tomo un gel y a pesar de las molestias estomacales que me duran unos minutos, creo que fue beneficioso al final.
En el km 26 volvemos a girar, se acaba el viento de cara y sólo queda adentrarse en la ciudad para finalizar la prueba. En esos momentos sigo con fuerza, aprieto los dientes y me pongo a tope. Empiezo a a recoger cadáveres, los que me intentan seguir revientan, la moral está por las nubes pero el tramo de viento de cara me ha hecho perder mucho tiempo y ahora mi objetivo es superar la marca de París.
En el 38 un paso elevado por el tranvía parece que me va a cortar el ritmo, pero no lo hace, estoy con mucha fuerza y los ánimos de mi familia al bajar ese puente me reponen para afrontar el final a un ritmo elevado. Sigo pasando atletas, llego al 40 y me adentro en el parque que lleva a meta. Todo parece indicar que va a ser difícil bajar de 3h 12' pero aún así sigo acelerando hasta que diviso la línea de meta y hago el último esfuerzo. No he superado París por dos segundos, pero no estoy decepcionado, esta vez he legado con fuerza, he corrido como debía y he hecho una buena marca, pero las condiciones no estaban para record aunque me he acercado.
Tras la pancarta unas chicas muy amables me dan la medalla, una suculenta bolsa y paso a una pequeña explanada donde me dan agua y me graban la medalla (por 4 euros). Estoy feliz, van cinco maratones, pero esta vez he acabado muy entero, como en Sanse o mejor. Salgo de la zona de atletas y allí están, otra vez Marisa y los niños; nos abrazamos, es la mejor parte de la carrera. Lo he vuelto a conseguir y por supuesto se lo dedico a ellos que siempre han estado a mi lado. Pero también me acuerdo de mi entrenador, de mi hermano Viry, de mi familia,de mis amigos y de todos los que me habéis apoyado en estos meses. A todos... gracias.

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