Decidí pasar la tarde antes de la carrera en la ópera de Sofía, con la doble finalidad de descansar y disfrutar de un bonito espectáculo; el problema surgió al acabar la representación, pues mis cálculos temporales eran erróneos y no fui capaz de encontrar ni un solo lugar para cenar algo antes de irme a dormir. Tras una búsqueda a la desesperada, acabé yéndome al hotel y me conformé con unos frutos secos, una barrita y yogur.
No hacía falta madrugar mucho, pues el maratón comienza a las 9:30 de la mañana, así que desayuné bien y tranquilo, esperando que no me afectara el incidente de la cena fallida del sábado; luego me dirigí a la zona de salida con tiempo suficiente para prepararme, calentar y ubicarme en el cajón correspondiente a mi marca prevista. Tenía claro que había que ser conservador desde el principio, pues ni la preparación había sido buena ni mis sensaciones presagiaban una buena mañana, pero confiaba en hacer una carrera digna y pasarlo bien.
Como se puede imaginar, la avenida contra el viento iba a castigarme mucho más esta vez, me sentía débil, apenas había gente en la calle y la animación oficial se había ido, así que me fui apagando poco a poco e incluso parando en los avituallamientos para recuperar mejor; por cierto, ya casi ni podía ver a los chicos de Jaén. Una vez que volví hacia el centro, el viento a favor me ayudó a recuperarme ligeramente;
mi tiempo previsto ya se iba bastante por encima de las 3:30, pero confiaba en no hundirme del todo. Ya estaba volviendo al centro por donde se corren los últimos kilómetros, duros debido al adoquín y las últimas rampas, que provocaron que mis piernas, ya muy cansadas, se acalambraran varias veces, con la subsiguiente parada a estirar.
Estaba muy cansado, iba a hacer una marca horrible, pero había que seguir con dignidad y así lo hice en los últimos dos kilómetros, medio cojeando y confiando en que no hubiera más calambres; crucé la meta en 3h46'18'', nada más finalizar me esperaban mis amigos y mi hermana Feli, a la que abracé muerto de cansancio. Luego vino la medalla y una buena recuperación a base de agua, fruta, bebidas isotónicas y cerveza sin alcohol, antes de encontrarme con Marisa y el resto del grupo. Había finalizado mi quincuagésimo cuarto maratón.
No se pueden pedir peras al olmo, ni correr un maratón sin la suficiente preparación y evidentemente eso es lo que pasó en Sofía; después del "accidente" de Santiago y de la mala carrera de Sofía, se puede pensar que mi capacidad para volver a hacer marcas por debajo de las 3:30 es limitada, pero me resisto a rendirme. Después de un año muy complicado de lesiones, toca volver a entrenar con regularidad, con ilusión y con ganas de volver a disfrutar; la próxima cita está a la vuelta de la esquina, será una buena piedra de toque antes de comenzar un nuevo año que ya tengo programado.

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