Dormí muy poco la noche previa a la carrera, la habitación del hotel era muy ruidosa, los nervios propios de la competición y el hecho de tener que despertar a las 4 de la mañana influyeron negativamente en mi descanso; tras un breve desayuno, me desplacé a la salida en el taxi que había reservado, pues no me daba mucha confianza el metro o los autobuses de la organización. Llegué muy temprano al Estadio Olímpico Universitario, que saludaba a los atletas con el pebetero encendido, la llama olímpica brillaba en la noche mexicana y me puse a pensar que en la pista de este estadio, el gran Beamon había realizado uno de los saltos más prodigiosos de la historia.
Estuve caminado un rato para relajarme y activar las piernas, al inscribirme había indicado una tiempo estimado modesto y de acuerdo a dicha marca, mi salida se efectuaría media hora más tarde que los atletas de la primera oleada; no me preocupaba salir tarde, sabía que tenía que hacer una carrera diferente a todas las realizadas hasta entonces, la altura iba a ser un factor determinante y había que estar preparado. Me preparé, dejé las cosas en el ropero y me coloqué en la zona de salida en la que había ya muchos atletas esperando. La fila avanzaba lentamente dando la vuelta al estadio, de manera que pasaron casi 20 minutos hasta que comencé mi participación en el maratón de CDMX.Los primeros 10 Km de la prueba son ligeramente en bajada, había que aprovechar esa ventaja sin cebarse demasiado para no pagarlo al final; sin embargo, mis piernas estaban muy pesadas y a pesar de poner un ritmo alrededor de 4'55 min/Km no me veía demasiado suelto, la altura me afectaba, no respiraba bien e incrementar un poco el ritmo me generaba un aumento brusco de pulsaciones que no podía asumir. Además, había salido muy atrás y como suele pasar en todas las carreras, había mucha gente que se había colocado en la salida en una posición muy por delante de su ritmo objetivo, así que tuve que adelantar atletas constantemente, zigzagueando,, con parones, cambios de ritmo... lo que me faltaba. Tras una parada al baño en el kilómetro cinco, mi ritmo se ralentizó un poco más, como a 5 min/Km, coincidiendo con una parte más plana del recorrido; no me importaba el ritmo, las cifras me servían, pero quedaba mucha carrera y no era bueno relajarse.
Al final de Insurgentes se realiza un pequeño recurrido por la colonia Roma, a la que se accede por la Plaza de Madrid, en cuyo centro se ubica una réplica de la Fuente de Cibeles de la capital de España; me emociono al dar la vuelta a la plaza y escuchar algunos gritos de "Viva España", pero lo mejor fue que recibí los primeros ánimos de la carrera por parte de mi familia, que habían elegido con mucho acierto ese primer punto.
La parte más dura de la carrera discurre por el bosque de Chapultepec, donde el perfil cambia para a convertirse en kilómetros de ligero y continuo ascenso; mi ritmo se resiente, me voy a 5'10 min/Km, asumo la realidad, no consigo correr más rápido porque no puedo, mantener un paso relativamente cómodo es la única táctica válida para poder acabar, incrementar el ritmo sería una locura. Me lo tomo con calma y sigo a lo mío, a completar kilómetros y disfrutar de la carrera. Tras abandonar el complicado paso por el bosque se completa la media maratón, aún quedan kilómetros complicados pero las cosas marchan conforme a lo previsto, incluso los ánimos de mi familia, a los que vuelvo a ver.
La carrera entra en Polanco, recorriendo la Avenida Presidente Masaryck repleta de gente jaleando a los atletas; es una parte muy bonita del recorrido en la que se puede admirar el museo Soumaya entre otras cosas; el sol ya está alto en el cielo y empieza a molestar, pero vuelvo a ver a Marisa, Alonso, Carmen y Ángela animando, no puedo venirme abajo, estoy cansado, las piernas están cada vez más pesadas y los problemas para respirar persisten, pero cada vez queda menos. Un fugaz paso por un lateral de Chapultepec conduce de nuevo a Reforma, ya llevamos 30 Km, empieza lo mejor.
Sigo adelantando atletas, la carrera es incómoda pero no decaigo, en breve alcanzo la plaza donde se ubica el Ángel Caído, previo al paso por el Monumento a la Revolución, el perfil ya es completamente plano, mi ritmo ha mejorado porque ruedo a 5 min/Km sin problema, me planteo acelerar un poco más, pero lo descarto, no es el día, hay que seguir corriendo con cabeza. Queda muy poco, el sol calienta y el público anima sin parar cuando enfilo la Alameda Central, dejo a la izquierda el Palacio de Bellas Artes y empiezo a recorrer Francisco Madero con el Zócalo al fondo, parece cercano, pero todavía quedan dos giros, da igual, sé que tengo fuerzas suficientes para llegar. La ruta gira a la derecha y se aleja del Zócalo para volver a girar a la izquierda de nuevo en la calle 20 de noviembre y entonces es cuando la Catedral Metropolitana aparece al fondo, huelo la meta y la emoción se eleva en un entorno tan increíble; lo he conseguido, entro en el Zócalo, giro a la derecha y de nuevo a la izquierda para enfilar una amplia y maravillosa recta de meta que es testigo la llegada de mi quincuagésimo primer maratón en un tiempo de 3h39'27''.
Es mi segunda peor marca en un maratón, pero este tiempo tiene truco, lo he conseguido a 2.200 metros de altitud, con humedad alta y una temperatura elevada al final de la carrera; este tiempo vale mucho, he corrido bien, con cabeza, he sabido gestionar perfectamente las dificultades de la prueba y he conseguido una medalla de finisher que vale su peso en oro. Tuve muchas dudas antes de decidirme a correr un maratón en altura, pero ha valido la pena, CDMX siempre estará en un lugar destacado de mi historial.
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