miércoles, 25 de enero de 2023

Maratón de Egipto (2) - La organización

 El maratón de Egipto cumplió su trigésimo aniversario en esta edición, razón por la cual se celebró un sencillo acto durante la cena de gala en el que los propios organizadores sacaron de pecho de su buena gestión y de su exitosa idea de celebrar esta prueba en Luxor; nunca me han gustado este tipo de actos de autocomplaciencia, menos aún cuando no hubo ni una sola referencia a los verdaderos protagonistas de la prueba, los atletas. Con esta anécdota sólo pretendo introducir el tema que ocupa este post, es decir, la organización del evento.

Egipto es un país con un patrimonio extraordinario que atrae a millones de turistas cada año para contemplar sus maravillas únicas en el mundo; es indudable que organizar una maratón en este país es una idea genial, un éxito asegurado, que no debería suponer una merma en la calidad organizativa que se puede calificar como chapucera, desastrosa o incluso vergonzosa, que cada uno elija el adjetivo que más le guste- Todo comienza con la inscripción, un reto inalcanzable para un ser humano, pues tras escribir unas cuantas veces a la organización al mail que ellos publican en su página, la respuesta fue siempre la misma, ninguna. Una vez que falla la vía principal y si tienes ganas de participar, tienes que usar el plan B, que realmente es el único plan posible, contactar con una de las agencias de viajes que organizan el viaje no solo a la carrera, sino también al resto de la visita por el país de los faraones. Al menos en mi caso, me fue imposible la inscripción por mi cuenta. Huelga decir que la página web es un desastre, no tiene información relevante y su diseño se puede equiparar a un Spectrum, es decir, obsoleto. 

Pero bueno, pelillos a la mar, la agencia organiza todo y llegamos a Luxor tras un largo viaje con ganas de descansar en el complejo de cinco estrellas que organiza el evento; primer chasco, las cinco estrellas aún están pintadas en la pared del Jollie Ville, pero hace tiempo que se debieron perder dos o más porque el hotel está viejo, la comida es mala y el servicio es pésimo, pero bueno, nos decimos, hemos venido a correr, no a disfrutar de un resort.

Llega el día de la carrera, la zona de salida y llegada se encuentra muy alejada del hotel, al lado del valle de los reyes, un lujo que supone un desplazamiento en bus de unos 45 minutos, que está bien organizado; pero desgraciadamente los aciertos acaban pronto y se empiezan a notar las chapuzas, como unos baños muy escasos en la zona de salida y nulos en resto del recorrido, aunque según la organización hay uno dentro de un café que yo nunca vi.

El recorrido se desarrolla principalmente por una carretera, con bonitas vistas de los globos al salir y el paso cercano a los colosos de Memón que se pueden admirar mientras corres; el problema es que la carretera no está cortada del todo, sólo se reserva un pequeño carril delimitado con conos para los atletas, lo que supone inhalar el humo de coches, camiones y autobuses que pasan por la zona y cuyo control de gases es mejorable. Aparte de este inconveniente, el recorrido no está bien señalizado, hay pocos voluntarios y la policía que regula el tráfico es demasiado permisiva, así que más de una vez toca hacer algún quiebro para evitar que te atropellen.

Capítulo aparte merecen los avituallamientos, dispuestos de manera anárquica, claro que al ser un circuito al que se dan cuatro vueltas, al final sabes donde beber agua, porque las bebidas isotónicas brillan por su ausencia; además, las mesas son muy pequeñas y muy bajas, los vasos son casi de chupito y los voluntarios no se molestan en ofrecerlos, así que cada vez que quieres reponer líquido tienes que hacer un escorzo hacia abajo para llegar y eso lo digo yo, que soy chaparro, no quiero imaginar que tuvieron que hacer los atletas más altos.

Para rematar la faena, en la última vuelta hay zonas que ya han abandonado los voluntarios, incluso zonas donde han retirado las vallas y hay que correr junto a los coches que, hasta que por fin enfilas los últimos dos kilómetros y llegas a meta dándote cuenta que el circuito está mal medido, son menos de 42,195 Km los que marca tu gps y te das cuenta que tras treinta años no han sido capaces de corregir un defecto tan evidente.

La medalla que te cuelgan no está mal, pero el avituallamiento post carrera es lamentable, te dan agua en el vaso de chupito y nada más, aunque vi por la mesa un trozo o dos de plátano de color negruzco que no resultaba muy apetecible.

La cena de gala posterior con espectáculo de bailes locales está incluida en el precio, pero no es precisamente una maravilla, más bien es una gala sosa y casposa.

En resumen, tras 44 maratones, puedo decir sin temor a equivocarme, que este es el maratón más chapucero y cutre que he disputado y es triste porque con muy poco esfuerzo se podría mejorar notablemente el servicio al corredor; eso si, los organizadores están muy ocupados en mirarse el ombligo porque tienen participación asegurada año tras año, es la ventaja de organizar una carrera en un sitio tan atractivo turísticamente.

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