Aunque inicialmente había programado la "Carrera Villa de El Espinar" para el pasado sábado, cambié de prueba pues tenía que estar el fin de semana en Valladolid, de manera que aunque no pude correr junto a mis amigos espinariegos, lo compensé corriendo una divertida prueba que organiza de manera modélica el gran Depa.
La prueba, que celebraba su segunda edición, se disputa íntegramente en el bonito parque del Cerro de las Contiendas de Valladolid, con la particularidad de ser una carrera nocturna, es decir, hay que correr con un frontal de manera obligatoria; se corren tres pruebas, una legua, una carrera de 12 km y después de esas, un canicross.
Después de ver ganar al Pucela en Zorrila, me fui paseando hasta la salida pues está muy cerca; me acompañaba Marisa, que corrió la legua y nada más llegar comprobamos que el ambiente era inmejorable, lleno de runners con ganas de pasarlo bien no sólo corriendo, sino después de la prueba en la que se puede disfrutar de música en vivo y un chiringuito para poder degustar los famosos pinchos vallisoletanos con un buen Ribera. Valladolid está en ferias en estas fechas y esta carrera forma parte de esa gran fiesta.
Pero vamos al grano, pues tras calentar por los caminos aledaños a la salida, me ajusté la linterna frontal y me coloqué bajo el arco justo cuando caía la noche; Depa me había comentado que la carrera era sencilla en su primera vuelta y bastante complicada en la segunda parte y era cierto. Los primeros kilómetros son fáciles, por un camino amplio, sin baches y con toboganes muy ligeros, hasta que se comienza a descender a la zona baja del parque cuando ya hay que encender las linternas para ver el camino. Entonces empieza la parte más dura de esta vuelta, pues hay una subida my empinada que muchos atletas completan andando, aunque no fue mi caso; una vez arriba de nuevo, se recorren unos metros más y se completa la legua y se empieza la segunda y terrorífica vuelta.
La juerga comienza con una bajada vertiginosa por un sendero, lo cual me resulta complicado pues yo no soy un corredor de trail y me da miedo bajar deprisa; lógicamente, tras la bajada llega una subida muy empinada y es entonces cuando decido ponerme andar pues era imposible correr. Hasta entonces había corrido a una buena media, sin acusar demasiado el agobiante calor (28 grados de temperatura) y con la sensación de estar en buena forma; pero a partir de esa subida, la carrera se convierte en una sucesión de bajadas complicadas y subidas empinadas, lo cual hace imposible correr de una manera normal. Y como no soy trialero, me armé de paciencia y decidí completar el recorrido sin gastar demasiada energía, pero sin tirar la toalla.
Hice lo que pude y creo que no hice un mal papel, pero era inevitable que atletas más expertos en este tipo de pruebas me adelantaran en las bajadas y en las subidas más técnicas, aunque yo fuera superior en el llano. Pero faltaba la traca final, una última subida prácticamente campo a través para la que era necesario ayudarse con una soga atada entre árboles; tardé en subir bastante ese último trecho y me adelantaron muchos atletas, pero al final conseguí llegar, cansado, pero contento después de haber probado una carrera distinta, pero que espero me haya ayudado en mi puesta a punto.
Quedan ocho semanas para el maratón de Frankfurt y todo indica que voy por buen camino, pero es evidente que no es el momento de lanzar las campanas al vuelo, pues aún faltan los entrenamientos más exigentes que tienen que afinar mi preparación; puede que la media de Valladolid que se disputa en dos semanas, me de una idea más exacta de lo que puedo hacer el próximo 30 de octubre, pero hasta entonces hay que seguir entrenando como hasta ahora o quizás mejor, si el calor decide retirarse de una vez.
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