Todo los que nos dedicamos a desgastar zapatillas tenemos muy claro aquello de "no pain, no gain", así que sabía perfectamente que mis pretensiones de batir holgadamente mi marca de maratón en Londres iban a conllevar un esfuerzo añadido. Es obvio que mejorar no es gratis, ni en tiempo, ni en esfuerzo, ni en kilómetros y esos tres factores han variado notablemente desde el inicio de 2011, pues Javier, mi entrenador, se ha puesto manos a la obra para que el próximo día 17 de abril yo sea un atleta feliz cuando cruce la meta del London Marathon en the Mall.
Aparte de mi aventura con el esquí, de la que hablaré más adelante, la media de kilómetros semanales ha subido de manera considerable en el mes de abril, pero también los entrenamientos de calidad y mis sesiones en el gimnasio. Todo ese cóctel ha supuesto que el cansancio se haya ido acumulando, de manera que la semana pasada mis piernas me dieron un aviso y se me contracturaron un poco, bueno, quizás bastante; fue un modo de comunicarme que debía poner más atención en mis estiramientos, a mi descanso, a mis sesiones de gimnasio etc. La principal consecuencia de mi dolor de piernas fueron doce horrorosas series de 1.000 que me dejaron al borde de la extenuación y un tanto tocado moralmente, pues hacía tiempo que no corría tan lento unas series.
Afortunadamente sólo fue un aviso y los rodajes que siguieron a las series fueron normales, tirando a buenos. Pero lo que realmente me indicó que las cosas volvían a su cauce, fueron las series de 1.500 del pasado lunes, que volvieron a ser acordes con mi exigencia actual.
En fin, me he impuesto un objetivo ambicioso y no me va a salir gratis, pero estoy convencido que con esfuerzo las cosas van a salir. No me importa tener que entrenar más, tener que esforzarme más, tener que sufrir, al final obtendré una buena recompensa, porque logre o no logre el tiempo propuesto, sé que detrás de la línea de meta va a estar, como siempre, mi familia y esa es la mejor recompensa.
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