Después de la grata experiencia de mi primer "major", Boston, acudía a Berlín con la esperanza de vivir unos días similares en el aspecto atlético. Sin amigos, pero rodeado de la familia, aterricé el viernes en el soso aeropuerto de Tegel donde no había ninguna referencia al maratón, como pasaba en Boston. Pero para constatar que el maratón no era el eje de la vida berlinesa ese fin de semana, sólo me bastó hablar con el taxista que desconocía que el domingo se corría. uno de los maratones más importantes del mundo En la calle los únicos carteles que se podían ver eran los de la campaña electoral germana y la ciudad respiraba su ambiente típico de bullicio turísitico, con miles de visitantes preocupados más de admirar los lugares de interés de la capital germana, que del acontecimiento atlético en el que Gebreselasi iba a intentar batir el record del mundo.
La cosa mejoró al llegar al hotel, donde un cartel saludaba a los numerosos huéspedes que iban a correr el domingo, incluso nos habían preparado un buffet especial del maratón, que a la postre terminó siendo un chasco. La mayoría de los runners del hotel eran italianos, aunque por allí también se dejaba ver algún francés y algún suizo.
Esa misma tarde visitamos la feria del corredor, ubicada en el ya cerrado aeropuerto de Tempeltof, un lugar muy interesante para llevar a cabo l evento, del que hablaré más tarde. La feria estaba atestada de gente, runners, familiares, curiosos... y la cantidad de kioscos de de cerveza y salchichas colocados en la plataforma fomentaban un ambiente festivo, aunque escasamente atlético.
El sábado visitamos Berlín y se podían adivinar muchos runners entre los turistas en los lugares de interés. Por la tarde se disputaba la maratón en patines de línea y pudimos ver su paso por la plaza Postdamer; esto de la carrera de patines en línea está bastante arraigado en Berlín, incluso hay un club de patín en línea que se reune en el Tiertgarden, pero a mi no me deja de ser un acontecimiento un tanto soso, aunque con masiva participación.
El gran día cambia todo y ya cuando cojo el metro a primera hora, los vagones están plagados de runners y familiares que van a seguir la carrera. Una vez en ruta, las calles están plagadas de gente desde el inicio, un público muy animoso, internacional, con predominio de los alemanes, obviamente, pero donde destaca la gran cantidad de daneses, supongo que por la cercanía. Los pasos por los kilómetro 10, la media y el 30 están abarrotados, pero realmente emocionantes son los últimos dos kilómetros en Unter den Linden, donde la gente grita sin parar mientras al fondo se puede ver el arco de Branderburgo, tras el cual llega el momento que todos los corredores hemos ansiado desde el principio: la meta
La cosa mejoró al llegar al hotel, donde un cartel saludaba a los numerosos huéspedes que iban a correr el domingo, incluso nos habían preparado un buffet especial del maratón, que a la postre terminó siendo un chasco. La mayoría de los runners del hotel eran italianos, aunque por allí también se dejaba ver algún francés y algún suizo.
Esa misma tarde visitamos la feria del corredor, ubicada en el ya cerrado aeropuerto de Tempeltof, un lugar muy interesante para llevar a cabo l evento, del que hablaré más tarde. La feria estaba atestada de gente, runners, familiares, curiosos... y la cantidad de kioscos de de cerveza y salchichas colocados en la plataforma fomentaban un ambiente festivo, aunque escasamente atlético.
El sábado visitamos Berlín y se podían adivinar muchos runners entre los turistas en los lugares de interés. Por la tarde se disputaba la maratón en patines de línea y pudimos ver su paso por la plaza Postdamer; esto de la carrera de patines en línea está bastante arraigado en Berlín, incluso hay un club de patín en línea que se reune en el Tiertgarden, pero a mi no me deja de ser un acontecimiento un tanto soso, aunque con masiva participación.
El gran día cambia todo y ya cuando cojo el metro a primera hora, los vagones están plagados de runners y familiares que van a seguir la carrera. Una vez en ruta, las calles están plagadas de gente desde el inicio, un público muy animoso, internacional, con predominio de los alemanes, obviamente, pero donde destaca la gran cantidad de daneses, supongo que por la cercanía. Los pasos por los kilómetro 10, la media y el 30 están abarrotados, pero realmente emocionantes son los últimos dos kilómetros en Unter den Linden, donde la gente grita sin parar mientras al fondo se puede ver el arco de Branderburgo, tras el cual llega el momento que todos los corredores hemos ansiado desde el principio: la meta