Dormir en un hotel en el que no sirven desayunos te obliga a comprar y preparar algo la noche anterior, pero aunque parezca una desventaja, tiene su parte positiva y es que no tienes que salir de la habitación y después de comer, te puede volver a tumbar otro rato, hasta que llega la hora indicada para levantarse y prepararse; afortunadamente, la posibilidad de lluvia que se había pronosticado durante la semana no se cumplió, pero la mañana era muy fría, por debajo de los ceros grados, con viento ligero y más sol que nubes, unas condiciones aceptables, al menos, para mi.
Marisa y yo salimos muy abrigados del hotel para caminar unos quince minutos antes de llegar al centro, donde todo estaba preparado para dar comienzo al espectáculo; los participantes, abrigados hasta las orejas, calentaban por las calles anexas en un ambiente frío meteorológicamente hablando, pero lleno de tensión deportiva. Calenté un poco y me dirigí a mi cajón con unos quince minutos de antelación, colocándome en un lugar intermedio pues no quería salir demasiado deprisa. Estaba tranquilo porque había entrenado bien, pero no las tenía todas conmigo.
Comencé tranquilo, ritmo cómodo por encima de los 5 min/km, aunque enseguida el ritmo fue mejorando, pero con sensaciones raras, no iba cómodo, me costaba respirar y con el paso de los kilómetros no mejoraba el panorama; sabía que mi afición me esperaba en el km 5, así que seguí corriendo hasta verlos por primera vez y unos minutos después decidí parar, era lo más prudente, recuperar un poco y seguir. La parada duró menos de un minuto, pero en mi cabeza empezaba a rondar lo pasado en Santiago, aún más cuando al cabo de otro kilómetro volvía a parar porque las pulsaciones se disparaban por las dificultades respiratorias. Otros 45'' se esfumaban, pero después del parón, las sensaciones mejoraron notablemente y empecé a animarme de nuevo, volviendo a rodar en torno a los 5 min/km. El paso por el Parco de Cascine era agradable, el firme era bueno, pero mis piernas seguían estando agarrotadas, quizás a causa del frío o quizás porque no llevaba bien la respiración, de hecho tuve que hacer una tercera parada antes del km 10.
Se me habían ido tres minutos y pico en paradas, me dolían las piernas y el isquio de la pierna derecha me empezaba a molestar, no me gustaba el panorama y empecé a pensar en retirarme, tan pronto... pero cambié de opinión, no iba a tirar la toalla sin pelear, así que decidí seguir hasta que aguantara el isquio y lo curioso es que aguantó. No había superado la crisis, pero empezaba a ir mejor a medida que me acercaba al centro de la ciudad, tenía problemas, pero llevaba un ritmo razonable, sin contar las paradas, obviamente. Pasado el Km 15 ya noté las piernas totalmente recuperadas, listas para lo que quedaba, sin más parones, me di cuenta que iba a cruzar la línea de meta de meta del Duomo si o si, salvo catástrofe, pero cuando crucé el Ponte Vecchio y recibí los ánimos de todo ese público anónimo, me vine arriba, ya no se trataba de acabar, se trataba de correr bien y más aún cuando vi a mi afición a final del puente animando sin parar; no era el momento para quejarse, había que dejarse la piel.
Poco después pasé la media en torno 1h48'30'', lento, pero con ganas de recortar tiempo y así lo hice durante la segunda mitad de la carrera, en la que mi ritmo no volvió a superar los 5 min/km. Los míos me dieron otro baño de ánimos en la Santa Croce, sabía que no volvería a verlos hasta el final, quedaba la parte menos espectacular hasta el estadio, pero mi ritmo iba bien, los geles hacía su función y mi ánimo mejoraba en cada kilómetro. Ahora era yo quién adelantaba corredores constantemente, incluso pude ver el globo de las 3:30 que no estaba tan lejos; no tenía piernas para alcanzarlos, pero si para incrementar progresivamente mi ritmo hasta el final.
De vuelta al centro, el público llena las calles y me llevan en volandas, mi afición está ahí, siempre están ahí y sus ánimos me hacen correr con más alegría, con más ganas, a lo que sumo los ánimos de los grupos de aficionados españoles que me veían pasar. Seguía adelantando atletas, mis piernas estaban muy cansadas, pero ya no podía bajar el ritmo y al pasar el km 37 volví a acelerar para acabar a tope y lo hice. Los últimos kilómetros de la prueba fueron mis mejores kilómetros, sobre todo del 40 al 42 que rodé a 4'45 aproximadamente. Llegué a meta feliz, había superado todos los problemas, había evitado la retirada y había vuelto a hacer una marca muy digna, 3h33'27'', un tiempo que tiene mucho mérito después de haber hecho tres paradas y teniendo en cuenta que la segunda parte de la carrera fue casi 5 minutos más rápida que la primera.
He terminado 55 maratones, espero acabar muchos más, pero lo importante de éste, es que he vuelto a recuperar esas sensaciones que tanto había echado de menos; en Florencia he disfrutado de un maratón bien organizado, con buen ambiente y buen perfil, pero sobre todo he disfrutado corriendo los 42,195 kilómetros que tanto me apasionan. Ahora toca seguir entrenando, seguir esforzándose y seguir disfrutando de todo esto, a un ritmo mejor o peor, pero disfrutando. Eso si, la próxima cita, será más complicada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario