Correr un maratón siempre es complicado, pero en esta ocasión me gustaría utilizar esa palabra, complicado, para definir mi participación en Santiago y es que, a pesar de haber hecho mi peor tiempo de siempre, tengo que decir que lo que más valoro es que tuve el coraje de llegar a pesar de las circunstancias adversas.
Pongámonos en situación, en el polo sur el mes de mayo es pleno otoño, la temperatura no es muy baja, el ambiente es húmedo y los árboles aún están perdiendo hojas; desde hace unos años, las hojas caídas de los árboles conjugadas con la humedad están haciendo estragos en mi aparato respiratorio provocándome episodios de baja saturación de oxígeno que me ponen muy difícil correr. Salí de Madrid en plena primavera y llegué al otoño chileno poco adaptado, lo que junto al olvido en tomar el tratamiento médico en los días previos a la carrera, fueron el caldo de cultivo perfecto para generarme problemas respiratorios.Aquel domingo de mayo amaneció con nubes y claros, después de varios días de inestabilidad y lluvias; desayuné muy temprano en el hotel para luego descansar un poco y caminar tranquilamente hasta la zona de salida junto con Marisa y Rafa. Llegué con tiempo suficiente para prepararme, ir al baño y calentar ligeramente después de las fotos típicas de la salida; me encontraba bien de piernas, animado, sabía que mi estado de forma no era bueno, pero suficiente para hacer una buena carrera y pasarlo bien. Pero las cosas no iban a ser tan fáciles.
La música heavy me puso las pilas en la salida, pero sin locuras, sabía que no estaba en condiciones de salir rápido, lo prudente era ir en progresión; poco después empiezo a notar que no respiro bien, suben las pulsaciones y paro, hay que ser prudente, un pequeño descanso de segundos y sigo, parece que está todo controlado, pero no es así. Vuelvo a pararme el kilómetro 4, no respiro bien, es imposible correr así, pero sigo trotando y parando hasta el kilómetro 10 haciendo tiempos por encima de 6 min/Km. Empiezo a plantearme la retirada, queda demasiado y no es prudente correr en esas condiciones, pero como sabía que mi afición me esperaba en el Km 11 decido seguir para comentárselo a Marisa.Y allí estaban animando, pero no estaba Marisa que no había podido llegar, así que sigo corriendo porque además, parece que voy respirando mejor, pero la alegría me dura poco porque en el Km 13 vuelvo a para y de nuevo en el 15; algunos corredores se paran y preguntan, les digo que respiro mal, que no sé que hacer y me animan a seguir. No sé que hacer, después de cruzar el océano no me apetece retirarme sin pelear un poco más, así que sigo corriendo, parece que las cosas van mejor y por fin veo a Marisa, me paro y le explico la situación, quería seguir, pero me retiraría si las cosas se ponían feas.
Desde ese momento me tomé la carrera con más calma, el perfil picaba ligeramente hacia arriba constantemente, así que lo suyo era no pasarse de ritmo y seguir corriendo, pero sin paradas, salvo los avituallamientos, en los que echaba pie a tierra ya que me resultaba imposible beber y correr al mismo tiempo porque me ahogaba, mi saturación de oxígeno no era buena y como ya me daba de lado el tiempo, lo mejor era tomárselo con filosofía y llegar.
Pasé la media con mucho retraso, 2h01'45'' siguiendo el plan previsto, pero iba mejorando y sabía que a partir del kilómetro 33 el perfil se volvía muy favorable, así que llegar parecía factible, más aún porque después de tantos kilómetros mis bronquios estaban más abiertos y empezaba a respirar con normalidad.
Y después de muchos kilómetros con tiempos muy por encima de 5 min/km la carrera se volvió favorable, picando hacia abajo constantemente, lo que me animó a aumentar el ritmo, primero con más prudencia y posteriormente con ganas de correr de una vez; mi reloj me señalaba que ya todos los pasos estaban por debajo de 5 minutos, estaba volviendo a la normalidad, la meta estaba más cerca y el público era cada vez más numeroso y animaba con más ímpetu. Empecé a adelantar atletas, mi ritmo no correspondía con el tiempo que iba a hacer y en una fase de la carrera en la que los corredores apuran sus últimas fuerzas para llegar, yo corría como si fueran los primeros kilómetros, mis piernas estaban descansadas porque había corrido muy poco y tenían ganas de marcha. Los últimos cinco kilómetros fueron los más rápidos de la carrera con tiempos por debajo de 4'45''/Km, parece que mis piernas estaban preparadas, pero las circunstancias mandaron.
Crucé la meta em 3h54'07'', ligeramente por debajo de las 4 horas, mi peor tiempo en un maratón pero con el mérito de haber luchado contra las adversidades para conseguir cruzar una vez más, la línea de meta de un maratón. Esta medalla, la quincuagésima tercera de mi carrera, tendrá un valor especial por las tribulaciones que tuve que pasar para conseguirla, espero que mi tiempo mejore en las ocasiones venideras, pero no es esencial, en Santiago he aprendido que se siente las misma emoción cruzando la línea de meta ligeramente por encima de las 3 horas o ligeramente por debajo de las 4 horas.