martes, 19 de septiembre de 2017

Ribera Run Race 2017

El sol brillaba en el cielo de Peñafiel a las 9:30 de la mañana saludando a los atletas que se concentraban en la Plaza del Coso dispuestos a completar la versión de 20 km de la Ribera Run Race; el impetuoso castillo de Peñafiel vigilaba desde lo alto el calentamiento previo de los atletas en una mañana fresca, que no fría, con un ligero viento que provocaba la sensación de frío en tu cara, ese frío de otoño que tan bien conocemos los mesetarios. En todo caso, las condiciones meteorológicas  eran excelentes para la práctica de la carrera a pie en un entorno familiar para mi, pero de ruta desconocida, ya que tenía el honor de participar en esta primera edición de la Ribera Run Race. No estaba solo para afrontar los 20 Km que tenía por delante, me acompañaban Miguel y Jorge, amigos de Madrid, Naiara, amiga de Pili a la que conocí el mismo día de la carrera y Javi, un maratoniano incipiente que conoce a la perfección los senderos de la Ribera del Duero, pues es de un pueblo cercano.

Nos colocamos muy atrás en el arco de salida y salimos en grupo por las estrechas calles del pueblo a un ritmo suave, hasta que llegamos al camino donde empieza la carrera de verdad, donde incrementamos al ritmo dejando atrás a Jorge, que no llegaba en su mejor forma; el objetivo era simple, correr y disfrutar, sin dar importancia a la marca, pues me espera el Maratón de Varsovia en una semana y no está la cosa para hacer machadas. Miguel marcaba un ritmo alrededor de 4:45 min/Km que los demás seguíamos con comodidad en los primeros kilómetros que discurren por caminos bastantes cómodos entre campos; poco a poco el recorrido avanza hacia el pinar hasta girar a la izquierda saliendo del camino para tomar una senda que nos lleva paralela al río Duero. 
La senda es absolutamente espectacular, bastante limpia y con unas vistas privilegiadas al río que tanto inspiró a Machado; obviamente, correr en la ribera de un río y en plano no suele ser habitual, es decir, que al entrar en la senda comenzaron los repechos, pero también las subidas pronunciadas, que en su mayor parte se hacían por escaleras en las que prácticamente te ponías a caminar. El incremento en la dureza hizo que Naiara se quedara rezagada sobre el kilómetro 6 y a partir de ahí el grupo se iba a quedar en solo tres personas hasta el final. Miguel seguía manteniendo el ritmo, aunque los kilómetros a veces se iban un poco debido a los obstáculos mencionados, pero aún así era un buen paso que nos permitió adelantar a muchos corredores durante el recorrido, teniendo en cuenta nuestra mala colocación en la salida.
Repechos, escaleras, adelantamientos en senderos angostos... superábamos los obstáculos de la ruta sin desgastarnos mucho, hasta que llegamos a una zona de pinar, alrededor del kilómetro 10, en la que los caminos se volvían arenosos y correr en esa "playa" se antojaba realmente complicado. Ya por entonces, mi isquio me había avisado para que evitara hacer esfuerzos extras en los repechos más empinados, así que decidí tomarme con calma los obstáculos y mantener un ritmo cómodo en el llano. Esa decisión me llevó a la cola del grupo de tres en el que iba haciendo la goma, ya que me quedaba ligeramente rezagado por momentos, pero sin alejarme más de 10 metros.
Al paso por el Km 14 se llega al primer avituallamiento "especial", la Bodega Dehesa de Los Canónigos, donde se podía catar un buen vino y saborear una panceta a la brasa para pasar las migas, pero decidimos seguir adelante sin parar. Aún tuvimos que pasar por una zona arenosa, paso previo para llegar a un buen camino, a la vista ya de la meta en las bodegas Emina, en el que recuperé un buen  ritmo; una última escalera antes del kilómetro final, me dejó cortado de mis dos compañeros de ruta a los que ya no puede alcanzar a pesar de poner un buen ritmo, pero llevándolos a la vista hasta la meta que crucé en 1h38'59'', el 46º de la general y el tercero de mi categoría (Master).
Tras cruzar la meta nos dieron una copa de vino "finisher" y deglutamos productos cárnicos de la tierra, además de agua, isotónicos, vino de la Ribera y cerveza artesanal de Aranda de Duero; un final espectacular para una carrera que acaba de nacer y que espero que siga creciendo pues a pesar de algunos detalles, se han hecho las cosas muy bien. Además de un recorrido atractivo, la prueba te permite conocer las bodegas ribereñas de una manera original, o sea corriendo y además el fin de semana se completa con infinidad de actividades gratuitas como visitas culturales y catas de vino. ¿Se puede pedir más?
En definitiva, una bonita experiencia que espero poder repetir en años venideros en los que me gustaría formar un equipo para disputar la prueba de 50 Km; pero eso será esa historia, ahora toca saborear los buenos momentos vividos el finde en una bonita carrera y rodeado de amigos, aunque desgraciadamente falló uno por un triste motivo. El año que viene será distinto Depa.



viernes, 8 de septiembre de 2017

Sin presión en Varsovia

El año pasado, elegí el maratón de Varsovia para intentar batir mi mejor tiempo maratoniano o al menos, hacer una buena marca; tenía varias razones para elegir la capital polaca, un recorrido plano, un viaje relativamente cómodo y el acicate de correr junto con mi amigo Pablo, español residente en Polonia que ya es sub3h y que a buen seguro va a hacer un marcón en esta prueba. Sin embargo, mi estado de forma dista mucho del óptimo para intentar una buena marca y tendré que conformarme con acumular otra medalla de finisher, la vigésimo novena, si consigo finalizar la prueba.
Acabé cansado del viaje a Perú y no solo por el maratón que disputé, sino por la semana de turismo posterior en la que me vi afectado por la altura, las excursiones, la subida al Huayna Pichu... Pero quedaba tiempo para preparar correctamente mi siguiente cita, así que volví a los entrenamientos con tranquilidad y progresando día a día, a pesar de la dureza del mes de junio, en el que el calor ya me castigó bastante. Cuando parecía que empezaba a coger la forma, un pinchazo en el isquio se cruzó en mi camino y se puede decir que en ese momento se acabaron mis esperanzas; tras unos días de reposo y una punción seca, volví a entrenar y recaí, así que tuve que volver a descansar, volver al fisio y volver los entrenamientos, con más éxito esta vez, pues ya no he vuelto a sentir molestias, pero evidentemente he perdido forma y entrenamientos que me hubieran servido para mejorar.
Llevo dos semanas entrenando sin problemas, aunque con ciertas precauciones, pero solo me quedan 15 días antes de correr en Varsovia donde no queda otra que hacer una carrera digna y acabar, sin más. Antes de eso, competiré en la Ribera Run Race, una carrera que organiza Depa y que promete ser muy divertida, ya que discurre entre viñedos ya que el recorrido pasa por diferentes bodegas de la Ribera del Duero; algo similar al Maratón de Languedoc. Yo voy a correr la prueba de 20 km y a modo de entrenamiento, pues una semana después toca competir en Varsovia y no es el momento para arriesgar, sino para pasarlo bien.
Estoy seguro que disfrutaré corriendo ambas pruebas, para luego descansar y afrontar el Maratón de Alcalá de Henares el último domingo de octubre; previsiblemente, Alcalá sea mi último maratón en unos meses, ya que mi intención es preparar a conciencia el maratón de Rotterdam de 2018, que se celebra en abril. Todo parece indicar que en 2017 no conseguiré grandes marcas, pero espero redondear mi cifra de maratones en 30 y empezar a preparar los retos que me esperan en 2018, pero es lo contaré más adelante.