miércoles, 28 de abril de 2010

Puro Madrid

El pasado 25 de abril se corrió una nueva edición del MAPOMA. Esta vez, la novedad ha sido la organización de una carrera de 10 Km que comparte salida y parte del recorrido con los primeros kilómetros del maratón. A golpe de talón, la organización contrató a Haile Gebreselassi para dar un impulso a esta nueva prueba y consiguió su objetivo, pues muchos runners, entre los que me encueetro, nos inscribimos para correr en la misma prueba que el rey Gebre. El precio e sun poco elevado, pero la coincidencia con el maratón y los servicios que dan al corredor, justifica en parte ese precio. Y es que, el dorsal ha de recogerse en la feria del corredor preparada para el maratón y en ella puedes encontrar todo aquello que no es accesible en una carrera de 10 km.
Hacía varios años que no acudía a la feria del corredor de Madrid; acudí con mis hijos, Ángela y Alonso, a los que les gusta bastante este ambiente. Después de recoger el dorsal y una bonita camiseta, dimos una vuelta por el recinto que aprovecharon mis hijos para "pillar" algo. Estábamos a punto de marcharnos, cuando por megafonía se anunciaba a Gebreselassi.
Allí estaba, sonriente como siempre, atendiendo las respuestas de un locutor poco enterado en temas atléticos. Tras las preguntas formales, Gebre se desplazó al stand de adidas para firmar autógrafos. Y allí nos fuimos los tres, nos pusimos a la cola y alcanzamos nuestro objetivo: una foto con el recordman mundial de maratón, que luego firmó un autógrafo a Alonso. Todo ello mientras bromeaba con mis hijos con su perenne sonrisa en los labios.
Abandoné el recinto contento, con mi camiseta, mi dorsal y sobre todo con el gran tesoro conseguido a última hora. Aunque no´iba a correr el maratón, mi sensación era que iba a volver a correr en "casa", en Madrid, donde volveré a enfrentarme con la distancia de Filípedes alguna vez, aunque no sé cuando. .

P.D. Quiero agradecer a Male su gran generosidad al hacerme la foto con su cámara y enviármela por mail ayer. Male y su novio son asturianos y han demostrado que la solidaridad es la característica más importante de este bello deporte.

sábado, 17 de abril de 2010

Muerte de un runner

Todos los que nos dedicamos a correr ponemos objetivos a nuestro ejercicio; algunos sólo corren por mantenerse en forma, otros por relacionarse con  amigos, otros para competir en alguna carrera popular y lo menos, para competir. Alberto era un runner de Madrid. Hasta el pasado domingo no sabía ni que existía, hasta que leyendo el diario Marca digital, me fijé en la información sobre la muerte de un corredor en la media maratón de Madrid. No conocía al runner del que hablaban, pero un escalofrío recorrió mi cuerpo; tras cruzar la línea de meta en poco más de dos horas, Alberto cayó desplomado y no pudo ser reanimado. 
Cuando entreno, casi a diario, cuando planifico mis carreras y mis objetivos, siempre pienso en mejorar, en superar mi marca, en divertirme, en que la meteo acompañe ese día, en correr junto a algún amigo... La muerte nunca forma parte de mis pensamientos, ni por lo más remoto, pero sé que está ahí. 
Se ha generado cierta polémica en los foros atléticos la semana pasada; que si no estaba bien preparado, que si la gente corre sin cabeza, que si había demasiados runners, que si no se había hecho prueba de esfuerzo... en definitiva, hablar por hablar. Yo planifico mi temporada concienzudamente, entreno cinco días a la semana, me hago la famosa prueba de esfuerzo anual, cuido mi alimentación, pero todo eso no me garantiza la vida eterna. Seamos serios, ni Alberto, ni ningún corredor de los que estaban en la salida de la media de Madrid pensaba en que le podía pasar eso. Todos sabemos que el esfuerzo es notable en una media, pero no se puede correr con miedo a algo tan infinitamente improbable.
Sin embargo, no está mal que los corredores se se den cuenta que correr entraña un riesgo, mínimo, pero un riesgo. Hay que entrenar, hay que cuidarse, hay que hacerse controles médicos... No sé si Alberto hacía todo eso, pero espero que otros muchos tomen nota después de esta tragedia. También me gustaría llamar la atención de la organización, cuya atención al enfermo fue inmediata, de eso no hay queja, pero la obsesión por batir récords de participación, por llenar las calles de runners aunque no quepan y por salir siempre en portada, desvirtúa el espíritu de estas competiciones, cuyo principal protagonista es el corredor. La bolsa del corredor, la animación en la calle, los hitos kilométricos gigantes y muy publicitados, no tienen sentido sin esos runners que se dejan la piel en el asfalto.
En breve salgo a correr. Es un día primaveral. Llueve, sale el sol, los árboles están floreciendo, los pájaros cantan... y todo eso lo puedo disfrutar desde la mejor butaca, la del que forma parte del entorno en primavera, en el caluroso verano, en el ventoso otoño y en el frío invierno.  Alberto no podrá disfrutar más sus entrenamientos, ni sus carreras, ni las cañas con sus amigos contando batallitas. Todos los runners hemos muerto un poco con Alberto, pero vamos a seguir corriendo. Descansa en paz compañero.


Carrera Popular Parque de Cataluña

El Club Deportivo Parque de Cataluña se enclava en el barrio del mismo nombre en Torrejón de Ardoz. Sus socios organizan cada año esta carrera destinada exclusivamente al corredor popular; no hay cuota de inscripción y los  patrocinadores son escasos, pero la ilusión y el trabajo de los voluntarios compensan todas las carencias.
La sede del club es el punto de partida y llegada de esta fiesta del atletismo. Aparte de la carrera senior, se celebran carreras para niños desde categoría prebenjamín. La organización es modesta, de manera que la recogida del dorsal es un poco desorganizada, pero sin demora excesiva. La salida se realiza desde una calle anexa y tras dos vueltas a un circuito se llega a la misma sede del club, que tiene, además de las habituales pistas de tenis, padel etc, una pista de atletismo de color azul de 200 metros de cuerda.
Un speaker dirige a los corredores a la línea de salida, un puñado de atletas entre los que se encuentra el gran Luismi Martín Berlanas, invitado por el club. El mejor obstaculista de España de todos los tiempos, que acaba de retirarse, no tuvo reparos en compartir kilómetros con un grupo de populares de lo más variopinto. Este acto define, por si solo, la calidad humana y atlética de un campeón.
Era mi primera carrera después de Tokio y no quería forzar. Pero el recorrido es de sólo 4.100 metros, así que tuve que salir fuerte para no quedarme muy atrás. Es evidente que mis piernas no están acostumbrados a ritmos tan altos desde el principio, pero aguanté el tirón como pude durante la primera vuelta y en la segunda empecé a sentirme mejor. Empecé a remontar y a pasar atletas. La meta está situada sobre la preciosa pista donde se recorren los últimos 200 metros, en los que unos chavales de no más de 20 me pasaron como una exhalación, haciendo gala de un rush final que ya no tengo. Acabé en menos de 16 minutos, una marca razonable para una carrera tan rápida.
En meta, una bolsa del corredor más modesta de lo habitual, pero valiosa en una carrera gratuita. Por allí estaba Luismi, que había ganado la prueba, como no podía ser de otra manera. Hablaba con unos y otros, saludaba a los atletas... que tio más grande. Tenía prisa, así que me escapé del recinto y me perdí las carreras infantiles y la entrega de trofeos. Quizás el año que viene vuelva con Alonso, porque esta carrera es de esas que te dejan un buen sabor de boca.


miércoles, 7 de abril de 2010

Tokyo Marathon 2010 (3)- LA CARRERA


Las previsiones meteorológicas no fallaron esta vez; cuando me asomé a la ventana, depués de que el despertador de mi habitación del hotel Keio Plaza sonara a las 6 de la mañana, el panorama era desolador: lluvia, viento, frío... Pero así como la organización continuaba con sus preparativos para la salida en medio de la tempestad , yo comencé los míos bajando a desayunar, en una sala repleta de clientes, la gran mayoría corredores. Comí tranquilo, viendo como llovía fuera del edificio; fruta, cereales, tostada, café... lo clásico.
Volví a la habitación para cambiarme y me asaltó la duda de que ponerme teniendo en cuenta lo que estaba cayendo. Al final decidí llevar lo justo, pantalón, camiseta y un chubasuqero  para correr los primeros kilómetros. Bajé al hall con Marisa y allí me esperaban todos mis amigos con una camiseta preparada para la ocasión; fue muy bonito, comprobar ellos también se habían preparado para correr el "otro" maratón y eso me ayudó a motivarme aún más, pues no iba a decepcionarles después de tanta preparación.
Tras las fotos de rigor, salí a la calle acompañado por Encho (que iba a correr la carrera de 10 Km) y el resto de la expedición de Marathinez. Enseguida llegamos a la zona de salida, donde nos separamos. Calenté un buen rato en una zona cubierta, pero a falta de unos 20 minutos para el comienzo, me dirigí al cajón de salida. Llovía copiosamente, lo que no impedía que casi todos los participantes estuviéramos ya allí, listos, aguantando el chaparrón y esperando el pistoletazo de salida. Fueron malos momentos, estaba un poco deprimido porque después de todos los meses de preparación, la lluvia podía afectar seriamente a mi marca.
Por fin sonó el pistoletazo y comencé a moverme. Seguía lloviendo, pero ya estaba en movimiento. La salida fue lenta, mucha gente al tran tran y poco espacio; me parece que los japoneses también hacen trampas, pues me pasé un buen rato adelantando a gente del cajón superior al mío. Pasé el kilómetro 1 en casi 5 minutos, lento, pero entonces la calle empezaba a estar más despejada y mi ritmo comenzó a incrementarse. La carrera empezó a cambiar, mi ofuscación inicial fue mitigándose y cada vez me entraban más ganas de pelear, de ir por esa marca deseada. Las calles estaban abarrotadas, ahora me estaba dando cuenta y yo seguía adelantando atletas, sintiendo  mis piernas sueltas, sin sensación de pesadez; los nervios habían desaparecido y me di cuenta que mi estado de forma era el óptimo, que mi trabajo meses atrás había sido útil y sentí que era mi día. Pero... joder, voy muy rápido, me dije, al pasar el Km 5 por debajo de los 22 minutos, pero enseguida decidí no aminorar, había que poner toda la carne en el asador.
Los primeros kilómetros picaban hacia abajo, la carrera era rápida y además el recorrido era muy bonito hasta llegar al Palacio Imperial, donde la carrera llegaba al Km 10 y entonces, el recorrido giraba a la derecha y recorría una calle de ida y vuelta con vistas a la Torre de Tokio y que nos devolvía al mismo punto, pero diez kilómetros más tarde. Fue un tramo difícil, debido al viento que soplaba fuerte y frío, lo que unido a la pertinaz lluvia, hacía que el esfuerzo fuera aún mayor. Al paso por la media, por debajo de 1h 33', vi por primera vez a mi grupo de animadores, que habían llegado tarde al paso por el Km 10. aunque iba bien, me ayudó mucho verles con sus banderas entre la multitud de japoneses.
Me interné en otro recorrido de ida y vuelta en el que los espectadores se agolpaban sobre las vallas, animando con sus gritos y con sus banderas fundamentalmente a los atletas locales, pero sin olvidarse de los que habíamos recorrido muchos kilómetros para correr en un ambiente tan espectacular. Tuve un pequeño inicdente, ya que una corredora se tropezó conmigo al cruzarse para avituallarse y estuvo a punto de provocar mi caída, que, afortunadamente, pude evitar. Al final de la calle se giraba y se dejaba a un lado el imponente Templo Sensoji, que te indicaba que aún quedaban 14 kilómetros. Aún iba en tiempo, con fuerza y con ganas, pero empecé a sentir dolor en las caderas. El frío estaba empezando a hacer mella y mi cuerpo se estaba quedando más rígido de  lo aconsejable.
En el Km 34 volví a ver a la afición, que me inyectó el último ánimo antes de encarar la recta final de la carrera. A partir del Km 35 el dolor era constante y aunque la lluvía era ya muy débil, el recorrido se introducía en una zona semi-industrial, en la que los aficionados escaseaban y para rematar, se subían tres pequeños repechos. Me di cuenta que iba  a ser imposible bajar de 3h 10'. Entonces me dije a mi mismo que no podía tirar la toalla, que estaba haciendo una gran carrera y que no podía rendirme, así que aceleré todo lo que pude, para lograr la mejor marca posible, por encima o por debajo de mi marca, pero quería acabar como un luchador, no como un vencido.
Y acabé, crucé por fin el arco de los 42 Km, un arco rosa, lleno de publicidad que significaba que había acabado mi octavo maratón y había batido mi marca dos años después. Era feliz, había logrado una gran victoria, aunque agridulce por no poder bajar de 3h10'. Me dieron bebida, comida, una toalla, la medalla... y fui comprendiendo lo que había hecho; había completado un carrerón, había vuelto a disfrutar un maratón, había sufrido lo justo, peor había llegado con la fuerza que se le supone a un buen atleta y creo que en Tokio lo fui.
En Tokio rebajé mi marca en un día de perros, no conseguí la marca necesaria para tener derecho a correr en NYC, aunque si la necesaria para correr en Londres. Es una buena marca, pero mucho mejores fueron las sensaciones que experimenté en esas 3h 11', las sensación de poder más y sobre todo la sensación de disfrutar de una carrera tan especial. En Tokio, he vuelto a ser maratoniano en su sentido más estricto.