martes, 20 de mayo de 2014

Maratón de Praga (3) - La carrera

Cuando Depa me propuso correr en Coruña tras mi retirada en Sevilla, le dije que no podía ser, pues en dos semanas tenía Praga, carrera a la que ya estaba inscrito; para mi sorpresa su respuesta fue clara: puedes correr las dos. No me lo pensé y decidí intentar la "machada", sin saber muy bien si iba a ser capaz de superar un rato así, aunque confieso que no me parecía tan difícil correr una maratón a ritmo de rodaje, aunque fuera sólo dos semanas después de otro en el que corrí en busca de marca.
Acabé tocado después del Maratón Atlántico y tras una semana de reposo absoluto, le siguió una semana típica de previa de maratón, es decir, muy floja, antes de viajar a la capital checa. A pesar del descanso, me notaba cansado antes esa semana previa, aunque confiaba en estar a punto en la línea de salida; de hecho, en el rodaje suave del día previo a la carrera, me encontré muy bien de piernas, con buenas sensaciones y con ganas de correr.
Dormí bien la noche previa a la carrera, es la ventaja de afrontar un maratón con el único objetivo de disfrutar; sin embargo mi rutina no debía cambiar y desayuné a las 6:30 de la mañana, como siempre y tras preparar las cosas en el hotel, me dirigí caminando hacia la zona de salida en la Plaza Vieja, que estaba a escasos quince minutos. Me acompañaba mi familia, así que dimos una vuelta para ver el ambiente, me tomé un café con ellos y me fui a calentar un poquito y enseguida a la zona de salida, donde coincidí con un compañero de mi centro de trabajo, que me quería acabar sobre las 3h05'.

Se dio la salida y me puse al ritmo que tenía previsto, a unos 4'37'', sin forzar, dejándome llevar y con la sensación de ir cómodo. En los primeros kilómetros se da una vuelta por el centro, se cruza el río para luego volver a cruzarlo por el espectacular Puente de Carlos y volver a cruzarlo por tercera vez para recorrer unos tres kilómetros por la ribera del Moldava antes de volver al centro tras el cuarto cruce del río. Empecé a darme cuenta que Depa llevaba razón cuando me dijo que no era un buen maratón para hacer marca; y es que aparte de algún que otro repechito y un molesto viento, hay que mirar bien por donde pisas, porque las zonas de adoquín son extensas y los cruces de vías de tranvía numerosos. Con todo, pasé por el kilómetro 10 en 46', conforme a lo previsto o incluso un poco más rápido, pero me sentía bien. Ya por entonces, he coincidido con dos pucelanos, Jose y Chini, con los que hablo un ratillo, pero acabo descolgándome para no forzar demasiado.
La carrera vuelve al centro de la ciudad y tras pasar de nuevo por la Plaza Vieja, me dirijo a la Torre de la Pólvora donde me espera mi familia por primera vez y claro está, primer subidón a seguir corriendo. Otra vez nos llevan al río, pero hacia el otro lado, por una zona no demasiado bonita, pero con gente animando. Por esa zona, me empiezo a cruzar con los corredores que vuelven y por fin veo a mi amigo Andrés, a buen ritmo y concentrado en su tiempo; nos animamos, la carrera va bien.

Paso la media en 1h37'55'', un buen tiempo teniendo en cuenta que voy al "tran tran", pero empiezo a notar cansancio en mis piernas y me doy cuenta que va a ser imposible mantener el ritmo por mucho tiempo. Me tomo el primer gel y parece que mejoro; el viento sopla con más fuerza, mientras sigo corriendo al lado del río en el tramo más soso de la carrera, pero me anima pensar que pronto volveré a ver a mi afición animarme. Sigo viendo corredores españoles y también aficionados que me animan por mi nombre, impreso en la camiseta, pero ya no voy tan alegre porque me cuesta mover las piernas y mi ritmo ya no baja de 4'50''.
Empieza a llover, pero dura muy poco y cuando vuelvo a cruzar otro puente, me encuentro de nuevo con mi familia y ahora me fijo en las pancartas que han preparado para esta ocasión, geniales. Sonrío, les animo, pero por dentro estoy cansado y aún quedan 10 kilómetros. Ha caído el segundo gel en el km 28 y el último cae en el 34, uno que pruebo por primera vez como experimento y que resulta bastante positivo, porque me animo de nuevo e intento acelerar. Las piernas dan ya para muy poco y para empeorar las cosas, el viento sopla de cara tras el último giro para enfilar el último tramo paralelo al río que me lleva a la Ciudad Vieja. Son los últimos cuatro kilómetros contra el viento, como me pasó en Coruña (vaya añito de viento), pero hay que aguantar, la meta está muy cerca y mis piernas están cansadas, pero sin rastros de contracturas ni de rigidez, pues el ritmo no es tan alto. 

Llego al último kilómetro y enseguida giramos a la izquierda para enfilar la calle que lleva a la Plaza Vieja, llena de gente animando y entre ellos mi familia me da el último aliento a escasos 300 metros de la llegada. Pienso que va a caer mi decimoséptimo maratón, que me lo he currado, pero también que he sufrido más de lo que ingenuamente esperaba. Cruzo la meta en 3h21'32'', lejos de mi mejor marca, pero también lejos de la peor; lo he conseguido, dos maratones en quince días y sigo entero.
Tras cruzar me ponen la pesada y bonita medalla  y una capa para el frío, con la que salgo de la zona de corredores mientras me dirijo a encontrarme con mi familia; pienso en que he completado una "machada", que estoy orgulloso de lo que he hecho, pero que no voy a repetir, ha sido una buena experiencia, pero desgastarse tanto en dos semanas no creo que conlleve ningún beneficio, aunque afortunadamente, tampoco ha supuesto ningún perjuicio; he llegado entero, sin lesionarme y con las piernas mejor que tras la carrera de Coruña, más cansadas, pero mejor muscularmente.
Ahora toca descansar y empezar a planificar carreras más cortas en las que espero competir en verano; sin embargo, aún tengo dos citas pendientes con la distancia de Filípedes antes de que acabe el año, pero en ninguna de las dos voy a salir a tope. Si todo va bien, el asalto a las 3 horas ya será en 2015 y hasta entonces, a seguir disfrutando de este deporte con menos presión.

lunes, 19 de mayo de 2014

Maratón de Praga (2) - La Organización

Cuando decidí correr en Praga, lo hice motivado por la belleza de la ciudad y por el  circuito supuestamente favorable para hacer marca; la primera de las razones es una obviedad que no merece la pena comentar y la segunda es un hecho más que discutible, pero una vez completados los 42 Km, diría  que vale la pena correr un maratón en el que se cuidan tanto los detalles organizativos, algo que agradecí mucho como participante. 
Pero empecemos, como es habitual, por la página web, medio principal de inscripción y de información de la carrera; este es uno de los aspectos mejorables de la carrera, pues la página no es demasiado clara y cuesta encontrar la información, sobre todo la semana previa a la carrera, en la que se agradece que se acceda fácilmente a datos tan importantes como la ubicación de la feria, o los horarios de los roperos etc.
Una vez en Praga, las cosas resultan mucho más fáciles, empezando por el fácil acceso a la feria, a la que se llega en tranvía sin problema y una vez allí, se accede a un precioso edificio ferial donde se ubica una feria pequeña, pero muy bien ordenada, con muchos stands de equipación atlética y bastantes de maratones "exóticos" para mi, pues  países como Polonia, Letonia o Lituania están representados. Los voluntarios atienden con gran amabilidad y diligencia, de manera que la espera es nula para recoger el dorsal, la camiseta y una mochila de regalo; me gustó un detalle, irrelevante, pero bonito y es que cada dorsal llevaba impresa la bandera del país del participante, en mi caso, la bandera de España. Pero también hay algún aspecto en el que la organización falla, o más bien el patrocinador, pues el merchandising es escaso y además sólo quedaban tallas grandes, lo cual es grave, teniendo en cuenta que el día fuerte es el sábado.
El día de la carrera todo estaba perfectamente preparado cuando empezamos a llegar los corredores; las calles del centro valladas y la hermosa Plaza Vieja llena inundada de stands, baños, gradas etc y con la zona de salida perfectamente delimitada. No utilicé ropero, así que prefiero no opinar, aunque no escuché quejas al respecto. El acceso a los cajones parecía bien controlado, de manera que la salida fue bastante ordenada y sin problemas de aglomeraciones.
Un vez en carrera, hay que destacar el gran número de voluntarios que cubrían el recorrido, las ya comentadas animaciones "oficiales", muy numerosas y unos avituallamientos suficientemente grandes y a ambos lados de la carrera; a eso hay que sumarle, la comodidad que supone recibir tu vaso de agua o isotónico de manos de un voluntario, pues, como he dicho, había muchos en todos la carrera. En los kilómetros finales había fruta y algún otro alimento que no consumí, pues llevaba mis geles.
La llegada en la Plaza Vieja sobre una alfombra azul es realmente emotiva y enseguida entregas el chip, te dan agua, la medalla y una capa térmica, con la que te diriges al ropero, aunque no fue mi caso.
He corrido muchos maratones y creo que Praga ocupa uno de los primeros lugares en cuanto a organización y buen trato al corredor; no es un maratón masivo, unos 12.000 corredores y quizás por eso puedan gestionar de un modo tan eficaz una carrera, pero se nota que los organizadores se vuelcan para conseguir un resultado realmente merecedor de esa Gold Label de la que tanto presumen.

Maratón de Praga (1) - El ambiente


Praga es un maratón "Gold LAbel" de acuerdo con la IAAF y aunque no estoy muy de acuerdo con las calificaciones que hace ese organismo a las pruebas, está claro que " algo debe tener el agua cuando la bendicen", o lo que es lo mismo, si Praga tiene la máxima calificación en un maratón de unos 12.000 participantes, por algo será.
Claro que este post está dedicado al ambiente y no a la organización, pero mi experiencia maratoniana sustenta una teoría que he acuñado y es que si el maratón está bien organizado, el ambiente suele ser excelente. Por eso, cuando aterricé en el aeropuerto checo y vi los carteles dando la bienvenida a los participantes de la prueba, me di cuenta que me esperaba una carrera bonita, con mucha animación y con mucha participación foránea, lo que siempre contribuye a crear un ambiente atlético interesante.
Fui a la feria del corredor casi nada más llegar, el viernes por la tarde y aunque estaba a punto de cerrar, se veía movimiento y muchos corredores pululando por la zona; sin embargo, donde realmente se podían ver muchos "runners" era en el centro de la ciudad, fácilmente reconocibles por su cara afilada y por sus zapatillas de correr en los pies. El mismo panorama se podía ver el sábado en toda la ciudad, pues Praga no es una ciudad muy grande y la mayor parte de los participantes éramos foráneos, así que literalmente "ocupamos" la ciudad. 
Lógicamente una ocupación pacífica y aceptada por los habitantes de Praga, encantados por hacer caja con los locos por este deporte; por eso, a nadie le molestaba que la Plaza Vieja y las calles aledañas estuvieran ya preparadas para la prueba un día antes, con su vallado, baños portátiles, carpas, arcos... Personalmente, a mi me motiva ver los preparativos el día previo.
Y llegó el domingo y la salida de la Plaza Vieja, con mucho público animando y unos primeros kilómetros por el centro realmente espectaculares; después, el recorrido se aleja por el río, vuelve a pasar por el centro y vuelve a alejarse, pues, el centro no es muy grande y es necesario sacar la carrera de allí. Por eso, la presencia del público no es constante porque hay zonas un tanto anodinas, pero en general se corre con público la mayoría del tiempo. Además, la organización coloca muchos puntos de animación y eso contribuye a distraer a los corredores y a mitigar un poco el cansancio en el último tramo.
En mi caso particular, volví a tener a mi animación particular detrás; esta vez, repitieron Marisa y los niños, pero se sumó mi hermana Feli, mi cuñado Jesús y mi sobrino Manuel. Pancartas, banderas y muchos ánimos en cada paso, como es habitual, pero esta vez los agradecí mucho más, pues necesitaba mucha energía externa para acabar un maratón justo dos semanas después de haberme dejado el alma en la prueba de Coruña. Una vez más, Marisa y su equipo estuvieron a una gran altura, mucho mayor que la "Gold Label" de la IAAF. 

jueves, 8 de mayo de 2014

Y el domingo... Praga

Tras conseguir mi mejor marca maratoniana en Sevilla el año pasado, elegí Praga como opción para disputar a tope el maratón de primavera de 2014; la decepción de Munich provocó una variación en el calendario, con la inclusión, otra vez, de Sevilla, a fin de intentar ese sub3h que se me resiste. Pero sabéis que tras la retirada en la capital hispalense, me llevó a intentarlo en la Maratón Atlántica, de manera que Praga quedaba inhábil para disputar la carrera y se ha convertido en un reto consistente en acabar dos maratones en 15 días.
A muchos les puede parecer una locura, pero creo que es factible, sobre todo porque no voy a salir a tope, ni mucho menos, en la capital checa; mi objetivo único es cruzar la línea de meta y recibir la medalla de finisher. A decir verdad, ni siquiera tengo una idea del ritmo que voy a poder aguantar, aunque mi intención es ir a ritmo de rodaje largo o un poco más lento, es decir, espero correr a unos 4'45''/km, lo que me llevaría a cruzar la meta en 3h20' aproximadamente. Sin embargo, no estoy seguro si podré conservar ese ritmo durante toda la prueba, pues quizás las piernas me empiecen a pesar demasiado a partir del kilómetro 30.
Después de 16 maratones completados y disputados a tope, Praga va a suponer un punto de inflexión, ya que mi intención es disfrutar de la carrera, acabarla e inscribirla en mi historial; esto no quiere decir que abandone mi objetivo de bajar de las 3 horas en un maratón, pero creo que ha llegado el momento de conocer más maratones y correr tres o cuatro al año si puedo, pero disputar sólo dos. 
Creo que ha llegado el momento de correr con menos presión y preparar las carreras de otra manera, con el objetivo de disfrutar aún más de las competiciones. Pero repito, aún no ha llegado el momento de rendirse en el maratón, ni tampoco en la media, ni en los diez mil; después del domingo toca descansar, plantear otros retos e ir por ellos, pero antes, espero contar que el maratón de la capital de la República Checa fue un éxito.

viernes, 2 de mayo de 2014

Maratón Atlántica (3) - La carrera

El sol ya asomaba en la costa coruñesa cuando sonó el despertador a las 6:30 de la mañana; las previsiones hablaban de un buen día, pero también de un incremento de la fuerza del viento a mediad que avanzaban las horas. Intenté no preocuparme y me puse a desayunar tranquilamente en mi habitación, pues en el hotel el desayuno empezaba tardísimo y eso que no era yo el único maratoniano alojado en el lugar. Zumo de naranja, fresas, cereales y bizcocho energético fueron la dieta elegida para afrontar esta carrera. Me tumbé otro rato a descansar mientras que Marisa y los niños se preparaban, ya que habían decidido acompañarme a la salida, a la que acudimos en taxi.
La plaza de María Pita estaba casi desierta a las 8 de la mañana, pero se iba llenando de corredores que deambulaban por la zona a la espera del comienzo del espectáculo; nos fuimos a un bar frente al arco de  donde me tomé un café y pasé por el baño cómodamente. El ambiente iba creciendo por momentos pues se acercaba la hora de la verdad, así que me preparé siguiendo el ritual acostumbrado, es decir, vaselina en los pies y otras zonas susceptibles de rozaduras y las tiritas para los pezones, aparte de ajustar bien el chip y comprobar que el dorsal no molesta para bracear. 



Hice un calentamiento muy ligero, junto con Alex al que me encontré por allí; estaba tranquilo, con la táctica muy clara y con confianza en mi estado de forma, pero sabía que no iba a ser fácil por dos motivos; el primero el trazado, no tan plano como se vende por la organización, ya que en la parte que discurre por el paseo marítimo, tanto en un extremo, la Rotonda del Milenio, como en el otro, la Torre de Hércules, la carretera se empinaba, ligera, pero constantemente y eso multiplicado por tres vueltas suma seis subidas. El segundo factor ya lo he comentado, el viento, que ya empezaba a soplar de manera ligera, pero que iba a ser determinante a la postre.
Le di un beso a Marisa y a los niños, me coloqué en mi cajón y espere pacientemente que se diera la salida, retrasada por un vehículo mal aparcado; por fin sonó el pistoletazo de salida y me puse en marcha. El globo de las tres horas estaba muy delante de mi y eso que mi cajón era el de las tres horas, pero bueno, me dije, vamos a acercarnos y así lo hice sin forzar, hasta colocarme en el grupo antes de cruzar el primer kilómetro. Sin embargo, el "pacemaker" de las 3 horas no iba a cumplir mis expectativas, porque corría a tirones y tan pronto aceleraba para ponerse a 4'05'', como frenaba para rodar a 4'20''. Sin embargo, mi táctica consistía en seguir al globo y esperar acontecimientos, pero empezar a ver que me fallaba.
Tras salir del centro y meternos en el Paseo Marítimo, intenté seguir el ritmo del globo a pesar de las dificultades; pasé por primera vez por la rotonda del milenio y efectivamente, había que subir, pero el viento aún era ligero y mis piernas podían con eso y con más. Al paso por el kilómetro siete, el globo se va al limbo, es decir, se suelta el atleta que lo porta y deja de ser una referencia útil, sobre todo para los que vamos a la cola del grupo; que curioso, lo mismo pasó en Sevilla en febrero. En realidad me da igual que no lleve el globo, porque decido hacer mi carrera y  descolgarme, de hecho, creo que ya me había sacado de punto el ritmo irregular que estaba llevando.
A todo esto, ya había visto dos veces a Marisa y los niños, joder, vaya chollo, porque el circuito me iba a permitir recibir ese empujón extra que te otorga ver a tus seres queridos. Sigo corriendo, el viento sopla y recuerdo lo que siempre me dice Depa, que no me quede sólo cuando sopla el viento, que busque un grupo. Como no hay ningún grupo a la vista, me uno a Xoan, un atleta orensano que lleva un ritmo que me gusta, así que me pongo a su rueda. Con Xoan a mi lado, hago el primer paso por la Torre de Hércules y completo la primera vuelta, con el grupo de las 3 horas a la vista, pero sin preocuparme, porque  paso el km 14 el 59'18'', es decir, en tiempo de bajar de tres horas. 
Salgo otra vez del centro hacia el paseo y allí, Ángela y Marisa despliegan una pancarta chulísima en la que leo: "Ánimo Chuli"; me vengo arriba, pero a la rueda de Xoan al que le pregunto si le importa que le "chupe" rueda, pero me dice que no. Seguimos juntos y al paso por la media, mi crono me indica que las cosas se ponen difíciles, 1h30'00'', lo que significa que tengo que mejorar la segunda media, pero el viento ya sopla con fuerza y me doy cuenta que bajar de tres horas es una quimera, pero no por eso debo dejar de luchar.
Acaba la segunda vuelta (km 28) y el crono marca 2h00'22'', es decir, he perdido un minuto respecto a la primera vuelta, así que parece que puedo hacer un gran tiempo. Al paso por el kilómetro 30 tomo mi segundo gel (el primero fue en el 24), acelero un poco y veo como se queda Xoan, al que le hago gestos para que lo intente, pero se queda. Me voy solo, a la caza de atletas que se van quedando o incluso grupos de dos o tres atletas; no voy a negar que "recoger cadáveres" me sube la moral, aún más cuando supero a la segunda mujer de la carrera, justo antes de volver a entrar en el paseo marítimo y comprobar que el viento ya está soplando con mucha fuerza.
Sufro para llegar y pasar por última vez la Rotonda del Milenio, donde tomo el tercer gel y puedo ver que ya saco un espacio considerable a Xoan y poco más adelante vuelvo a cruzarme con Alex (con el que me crucé toda la carrera), al que noto un poco desmejorado. Me fijo el objetivo de llegar a la Torre de Hércules y sufro la subida constante que se hace interminable, pero sé que voy bien, pues sigo adelantando atletas e incluso le toca el turno a la primera mujer. 
En mi estrategia inicial tenía pensado acelerar a partir del km 37, pero estoy muy cansado y el viento me genera malestar y sufrimiento; pienso en el recorrido y decido acelerar a partir del hotel María Pita, cuando el paseo está más resguardado por las casas a falta de 3km, pero al hacer el último giro el viento apenas me deja correr. Sigo luchando contra el viento, una lucha que ya me ha dejado fundido física y psicológicamente, paso el hotel, no puedo acelerar, el viento no da tregua, pero por fin llego a la parte final y a falta de 2 km incremento el ritmo y hago el último esfuerzo, con fuerza, tanto que el último kilómetro lo hago prácticamente en 4 minutos pelados. 
Por fin llego al 42 y disfruto como nunca los últimos 195 metros; el público grita mi nombre escrito en la camiseta, entro en la plaza, abro los brazos y disfruto mi triunfo. Cruzo la meta en 3h0446'', mi tercera mejor marca en maratón, 5 segundos por encima de Moscú, pero en la capital rusa no hubo ni viento ni cuestas. Me dan bebida isotónica, me siento y me relamo pensando lo que he conseguido; he vuelto a correr un maratón a gran nivel, vuelvo a ser un buen maratoniano porque he entrenado bien, he sabido correr sin saltarme la estrategia y le he echado dos huevos para poder con el factor más decisivo de la carrera, el viento. No he bajado de tres horas, ni he mejorado mi marca, pero después de cruzar la meta de la Maratón Atlántica, mi estado sólo se puede definir de una manera: felicidad.