martes, 29 de septiembre de 2015

Sexto y último major

El próximo 11 de octubre a las 7:30 de la mañana, hora de Illinois, tomaré la salida en mi sexto major, el último que me queda para completar los auto-considerados principales maratones mundiales; según parece, la organización que dirige este "holding atlético" no va a tener en cuenta mi participación en Tokio 2010, pues por aquel entonces la carrera japonesa no formaba parte de este grupo de élite; no obstante y a riesgo de no recibir la pertinente felicitación del organismo oficial, mis piernas habrán completado los seis maratones y eso es lo que cuenta, al fin y al cabo.
Pero lo que me quita el sueño en estos días previos a la competición no es ese formalismo, sino mi verdadero estado de forma para afrontar mi vigésimo segundo maratón; la semana que ha terminado ha sido irregular, con un entrenamiento muy malo y otros mejorables, aunque buenos. No puedo decir que esté en un estado de forma espectacular, pero tampoco puedo decir que mi estado de forma sea malo, porque sigo haciendo buenos tiempos a pesar del cansancio acumulado. Y es que si a los casi 100 km de esta semana, les uno las anteriores que se acercaron a los 90 km y además incluyo viajes, trabajo y ciertas reparaciones caseras, os podéis imaginar que puedo estar de muchas maneras menos fresco.
Sólo faltan doce días y aunque aún queda algún entrenamiento exigente, Depa ya me ha dicho que me ponga en "modo" descanso y que empiece a reservar fuerzas para la cita que me espera a orillas del lago Michigan. El descanso es fundamental en estos días previos, no sólo desde el punto de vista muscular, sino también desde el punto de vista psicológico, pues ya estoy un poco cansado de exigirme día a día , sumado a la cercanía de la carrera y la aparición de los primeros síntomas de nerviosismo. La parte más dura ha pasado, así que hay que esperar con tranquilidad hasta que llegue el momento de disfrutar de la carrera en las calles de la Windy City.
Algunos pensaréis que después de tres párrafos, aún no he desvelado como voy a afrontar la carrera; no es un secreto, o quizás si, porque ni yo mismo lo sé. Insisto en creer que estoy en buena forma y espero que la mañana del sábado 10, cuando salga a rodar por el parque donde empieza la carrera, mis piernas me hablen y me digan que están preparadas para lo mejor; parece una tontería, pero las sensaciones del día previo a la carrera siempre han sido muy significativas en mi historial maratoniano, así que espero sentirme como un potro  al que hay que sujetar para que no se desboque. En términos cuantitativos, algunos  sabréis que el ritmo que permite bajar de tres horas en un maratón es inferior a 4'15'' por kilómetro y ese va a ser mi objetivo final; lo que tengo que meditar es la estrategia y en ese aspecto, gana enteros la idea de salir conservador y esperar a que mis piernas empiecen a estar a tono, lo que suele pasar a partir del kilómetro diez; para ello, no tengo que perder la calma y debo saber regular bien mi ritmo para no perder demasiado tiempo. No es fácil correr de esa manera, pero es la manera que me puede llevar a mi victoria personal.
Chicago será el sexto y en principio, último major, el cuarto maratón en Norteamérica y el vigésimo segundo global; sin embargo, aún sigo intentando bajar de esas tres horas que parece que otorgan una categoría superior al que se considera un maratoniano de vocación, como soy yo. Dicen algunos de mis amigos, que el maratón me debe ese sub 3h, pero yo no pienso eso, pues normalmente el maratón premia a quién mejor puede soportar los duros entrenamientos que permiten conseguir una buena marca. Y aunque yo siempre he trabajado con ilusión y todo lo duro que he podido, quizás me ha faltado algo que me ha impedido lograr una marca que ya se me antoja a medio camino entre el sueño y la obsesión. En 12 días saldremos de dudas, pero sea cual sea el resultado, volveré a disfrutar apasionadamente de esos nervios previos a la salida, de unas calles repletas de gente animando, de la mirada al crono en cada hito kilométrico, de ese atleta que ofrece su agua por si alguien se ha despistado, del dolor de piernas de los últimos kilómetros y por supuesto del mágico momento en el que se cruza la meta. 

jueves, 24 de septiembre de 2015

XVII Media Maratón de Valladolid

Correr una media tres semanas antes de una cita maratoniana tiene sus pros y sus contras, pero teniendo en cuenta que Valladolid es mi ciudad y además mi media favorita, no dudé en inscribirme a sabiendas del riesgo que corría en caso de no cosechar un buen resultado; junto a mi, compitieron buenos amigos como Duquito, Jaime, Saul y Andrés, otro aliciente más, unido a la participación de Marisa en la prueba de la legua.
Llegaba a Valladolid con la moral alta, pues tras la aventura africana, los entrenamientos se estaban dando bien y todo presagiaba una buena marca; sin embargo, mi objetivo era más modesto, porque no quería exponerme a quemar mis naves en una fecha tan cercana al maratón y por eso decidí salir a rodar a ritmo de maratón, esperando que no hubiera margen para el desgaste.
No pasé buena noche, debido aun incipiente resfriado, pero llegue con tiempo suficiente a la salida para calentar unos 4 km dando vueltas al Campo Grande; no me sentía mal, pero tampoco bien, aunque tras el viaje del día anterior y el resfriado, lo consideré normal.
Me coloqué muy bien en la salida, junto con Duquito y Jaime, al que acompañé durante los primeros tres kilómetros, pues su ritmo se ajustaba a lo que to quería, unos 4'15'' por kilómetro: sin embargo, Jaime se descolgó pronto y Duquito se había ido más adelante, así que continué solo, intentando buscar algún grupo o compañero de viaje. Aparentemente no iba mal, pues rodaba sin esforzarme demasiado, pero mi ritmo empezó a resentirse con el paso de los kilómetros y empezaba a notar que no iba tan cómodo como pretendía al principio.
Al paso por el kilómetro 10, mi crono se había ido a los 43 minutos, un poco por encima del objetivo de la 1h30', pero lo malo es que no me veía con frescura para acelerar en la segunda parte de la carrera. Aún así, entre el kilómetro 12 y el 15 me empecé a sentir mejor, con las piernas más sueltas, pero sin el consiguiente reflejo en el reloj. Decidí llegar sin gastar demasiado y sin perder demasiado tiempo, aunque el calor y el resfriado cada vez me pesaban más.
En el kilómetro 17, me adelantó Joselete, que me sugirió que le siguiera, pero no podía, así que le dejé ir y seguí mi camino sin pena ni gloria hasta que a un kilómetro de meta también me pasaba Jaime, al que seguí hasta cruzar la meta del Campo Grande; 1hora 31' 33''.
No es un gran tiempo, peor de lo esperado, pero tampoco es un resultado decepcionante, pues creo que conseguí mantener el tipo; echar la culpa al resfriado no es muy muy valiente, así que habrá que pensar que fue un día regular y nada más. Obviamente, si hubiera rodado a ritmo de maratón, hoy estaría mucho más satisfecho y confiado, pero el resultado me ha dejado un poco confuso, porque si bien la media no ha salido bien, mis entrenamientos siguen demostrando que estoy en buena forma.
Y como no me gusta tirar la toalla, voy a seguir esforzándome durante las duras sesiones de entrenamiento que me quedan para poder llegar a  Chicago con la convicción de poder superar la barrera de las tres horas, porque conformarme con menos no me vale esta vez; esta vez voy a por todas.

martes, 15 de septiembre de 2015

A Chicago se llega por África

Este año, mi familia y yo decidimos pasar nuestras vacaciones en Sudáfrica, un gran país donde se puede disfrutar de hermosos paisajes, excelentes vinos, animales salvajes, un legado histórico reciente apasionante y por supuesto, también se puede correr. Y es que, a dos meses vista del Maratón de Chicago, no me podía plantear unas vacaciones sin salir a machacarme, aunque el tipo de viaje (mucho tiempo en el coche, excursiones, vida salvaje...) no parecía muy propicio para la práctica de la carrera a pie, a priori, a pesar de que la temperatura se ajustaba a mis preferencias, pues en el hemisferio sur es invierno y así evitaba los rigores de las temperaturas en la Península Ibérica.
Había que preparar bien todo, así que escribí a todos los hoteles para pedir información sobre las condiciones para correr y aunque con algunas restricciones (no correr por la noche), todos me aseguraron que era posible, excepto en el parque Kruger, donde no está permitido, pues correr entre animales salvajes no parece una idea muy atinada. Luego hablé con Depa, le comenté el esquema de mi viaje y los días en los que podía correr y me programó los entrenamientos en función a mi disponibilidad; el resultado fue una programación de 4 a 5 días semanales, pero todos duros, dejando al margen los entrenamientos que sólo suman kilómetros a la preparación.
Es duro entrenar en vacaciones, levantarse muy temprano, hacer un entrenamiento exigente y luego pasar el día de excursión, pero no estoy descontento con las sesiones que he hecho, aunque quizás hubieran sido mejores en condiciones normales; no sé cual será el resultado de estas dos semanas de entrenamientos "no standard", habrá que esperar a lo que pase en Chicago, pero espero que no me afecten mucho, porque no me he quedado tan falto de kilómetros y porque lo que hice, lo hice bien.
Y como he hecho en otras ocasiones, os voy a contar, de manera sucinta, los lugares por donde corrí, por si alguien viaja por esas tierras y también se anima a correr.

Ciudad del Cabo es una de las ciudades más bonitas que he conocido y cuenta con un espectacular paseo marítimo en la zona de Greenpoint, junto al famoso estadio construido para el Mundial de Fútbol 2010. En el paseo puedes encontrar infinidad de runners y ciclistas practicando deporte desde primeras horas de la mañana. Correr al lado del encabritado océano Atlántico es una gran experiencia, que puedes completar si continuas hasta el espectacular Watarfront, donde incluso hay una ruta exclusiva para corredores.

Santa Lucia es una pequeña población al norte de Durban, ubicada junto al estuario del mismo nombre y a poco kilómetros del famoso Cape Vidal. No es aconsejable correr tras la puesta de sol debido a la presencia de hipopótamos en el estuario, pues suele acercarse al pueblo a alimentarse por la noche y pueden ser agresivos. Sin embargo, correr al amanecer es una experiencia muy agradable, disfrutando de las vistas del estuario, donde puedes cocodrilos, hipopótamos e infinidad de aves, si recorres el camino que lleva al estuario; desde allí, la carretera enlaza varias playas y como el tráfico es escaso, se puede correr sin problemas, salvo que tengas miedo a los monos o las gallinas africanas, compañeros habituales en el recorrido.

Suazilandia es un pequeño país integrado en el territorio sudafricano; pasamos una noche en el coqueto hotel Forrester Arms, situado a pocos kilómetros de la capital, Mbabane. Estuve rodando en las inmediaciones del hotel, disfrutando de caminos que cruzan un campo de golf, bosques de explotación madereros e incluso un poblado del cual salieron varios niños a saludarme mientras corría; en un entorno realmente bonito, siempre recordaré ese rodaje realizado en pleno corazón de territorio zulú.

Hazyview se encuentra a la puertas del famoso Parque Kruger y es un buen punto de partida para visitar el espectacular River Clyde Canyon. La ubicación de mi hotel, en plena carretera, no me permitía muchas opciones validas, así que hice un entrenamiento por carretera, con bonitos paisajes, pero soso, en general.

Parque Kruger; peligro, leones sueltos

Johannesburgo me sorprendió, pues esperaba una ciudad menos dinámica y moderna; no pude comprobar si era tan insegura como dicen algunas, aunque a mi no me pareció cuando hice la visita turística de rigor. Sin embargo, decidí correr en la cinta del hotel, eso si, con vistas al lujoso barrio de Sandton.

He disfrutado corriendo en Sudáfrica y por supuesto, visitando ese gran país; ya de vuelta en España, hay que centrarse en las últimas semanas de preparación, hacer más kilómetros y esperar que la chispa que tienen aún mis piernas no se apague. El domingo, en la media de Valladolid, tendré un importante test.