viernes, 23 de octubre de 2015

Chicago Marathon (3) - La carrera

Dicen muchos corredores que los maratones masivos no son muy apropiados para conseguir una buena marca y aún menos si previamente te has metido entre pecho y espalda un viaje de 10 horas de avión; en cualquier caso, yo estaba confiado en mis posibilidades de cara a mi sexto major, pues mis sensaciones eran buenas, sobre todo durante las dos semanas previas a la disputa de la carrera.
Puede que esa fuera la razón de mis nervios durante la noche previa a la carrera, en la que dormí a ratos y me levanté a menudo para beber agua pues la habitación era muy seca y necesitaba hidratarme. Cuando me levanté, a las 5 de la mañana, hice un desayuno más frugal de lo acostumbrado en mi habitación y descansé un poco hasta que llegó la hora de vestirse y salir hacia la salida. En la puerta de mi hotel esperaban Mario y Raquel, con los que había quedado para entrara la salida, así que después de despedirme de Marisa, me zambullí en la riada humana que hacía cola para acceder al parque Grant. Tras los consabidos problemas de acceso, por fin alcanzamos el corral A, donde Mario y yo estábamos ubicados; tras una breve espera, la ingesta de un gel y los últimos ánimos mutuos, nos pusimos en marcha tras el pistoletazo de salida.
Era una mañana soleada, con pocas nubes en el cielo y una temperatura cercana a los 14º que no me gustaba demasiado, pero mi principal temor era que soplara el viento, que a la temprana hora del comienzo (7:30 de la mañana) aún no había empezado a notarse. Las condiciones meteorológicas provisionales me animaron en la salida, pero intenté no perder la cabeza y salir a un ritmo aproximado de 4'18''/km manteniendo a la vista a Mario, que salió ligeramente más rápido. El público abarrotaba las calles y animaba sin parar, pero no podía dejarme llevar por las emociones y había que mantener el ritmo, que en ese momento me resultaba muy cómodo de llevar. En el kilómetro 9 recibí los primeros ánimos de mi afición, iba bien y saludé sin demasiados aspavientos pues había que seguir concentrado.
La carrera discurría por el centro de la ciudad y mi ritmo seguía inalterable, pasando los 10 Km en 43:30, que no es un buen tiempo, pero era remontable; incrementé un poco el ritmo y aprovechando que tenía a la vista el globo de las 3h05', me propuse adelantarlos, sin prisa, a ritmo, sin desgastar. Llegue a la cola del grupo y decidí seguirles un rato, pero empecé a notar que mi ritmo decaía, de manera que al paso por el kilómetro 14, mi tiempo se había ido a 1h 01', es decir, un minuto por encima de un posible sub3h. No me podía poner nervioso, sabía que mi ritmo no era el ideal, pero había que mantenerlo hasta que me sintiera mejor, cosa que no estaba pasando, a pesar de haber tomado el segundo gel unos kilómetros antes.
El viento ya había empezado  aparecer y cada vez soplaba con más fuerza y empezaba a afectarme, porque lejos de sobrepasar al globo de las 3h05', me di cuenta, con impotencia, que iba perdiendo metros poco a poco; en eso momento ya era consciente de la imposibilidad de asaltar las 3 horas, pero aún así era posible hacer una buena marca, sobre todo porque sabía que estaba preparado y tenía la voluntad de conseguirlo. Pero no era posible, no tenía fuerza, las piernas no respondían como lo habían hecho las semanas previas y mi paso por la media en 1h33' presagiaba problemas en la segunda mitad de la carrera; me tomé mi segundo gel y me conjuré para intentar bajar de 3h10', al menos.
El gel no hizo efecto, ni mucho menos y poco a poco me fue sintiendo peor, pues el "hombre del mazo" me estaba golpeando con fuerza, como nunca lo había hecho. Empecé a perder minutos a saco, de manera que en el km 25 me había ido a 1h51', tenía isquios y gemelos muy cargados y casi ninguna gana de correr, pero había que seguir. Paré a estirar, me ayudó y seguí corriendo un poco más cómodo, pero seguía sin fuerzas, mi ritmo había disminuido notablemente y crucé el km30 en 2h16' y muy castigado. Sabía que por el 32 volvería ver a Marisa y mis amigos, pero por entonces me sentía fatal, apenas me acuerdo de por donde pasaba y a pesar de mis esfuerzos para seguir, tuve que hacer otra parada para caminar y descargar un poco las piernas.
Por fin veo a mis fans, me paro, abrazo a Marisa y le cuento lo mal que voy, pero que quiero llegar; me alejé con remordimiento porque sabía que se iba a preocupar y tenía razones porque por entonces ya estaba hecho puré; me paraba, los voluntarios me ofrecían ayuda, peor yo siempre respondía que estaba bien porque mi única obsesión era llegar. No me acuerdo de mucho más, sólo de las múltiples paradas y el sufrimiento constante que tuve que soportar hasta llegar a meta, con el viento y el calor cada vez más fuertes.
No recuerdo muy bien el kilómetro en el que me adelantó Jaime, que tras preguntarme si estaba bien se fue alejando porque yo era incapaz de seguirle, pero por entonces mi lucha no era hacer un tiempo determinado, era llegar lo mejor posible a meta. Por fin llegó el kilómetro 40, que pasé en 3h14' y de allí hasta meta me volví a parar otra vez, para encarar el último kilómetro sin ganas, sin emoción, sin gloria y con mucho sufrimiento. Por fin cruzaba la meta en 3h27'05'', un tiempo que no importa, sólo importaba haber llegado y haber sido capaz de sufrir como nunca lo he hecho para recibir la medalla de mi sexto major y mi maratón número 22.
Sin duda, este maratón ha sido el más duro de mi carrera, he sufrido mucho y prácticamente no he disfrutado de la segunda media que he realizado arrastrándome. Analizando lo ocurrido, creo que hay muchos factores que han influido, como el poco descanso de la semana previa y el largo viaje en avión, el madrugón del día de la carrera, el calor, la humedad y el viento; pero además de todo esto, mi preparación no era la más adecuada para intentar el sub3h, pues el caluroso verano y mis vacaciones han sido determinantes para que mi preparación no fuera lo suficientemente regular. Creo que he entrenado bien, pero para hacer una gran marca, hay que entrenar muy bien o salirse. No obstante, no me arrepiento por haberlo intentado, pues mis sensaciones las semanas previas a la carrera eran inmejorables y pensaba que estaba plenamente preparado, equivocadamente, eso si. Quizás mi entrenamiento no valiera un sub3h, pero si valía una marca inferior a sub3h10' y por eso no entiendo que pasó la mañana del 11 de octubre en Chicago. ¿Fue el cambio horario? ¿Los geles que me provocaron un efecto rebote? ¿Por que me deshidraté si bebí suficiente agua? ¿Por que una pájara tan repentina? No tengo las respuestas, sólo la voluntad de evitar errores en las siguientes citas.
Ahora toca pensar en el futuro y plantearse los objetivos a corto y medio plazo; Chicago se ha acabado, de una manera decepcionante, pero esto no es el final de mi carrera, ni de mis aspiraciones a luchar por el sub3h, de hecho, ahora tengo más motivos para seguir entrenando duro. Habrá que cambiar cosas que han fallado, mejorar otras y trabajar aún más. El maratón es así, tan grande que a veces te transporta al cielo y otras veces te lleva al infierno; pero un maratoniano no se rinde, se levanta y sigue. Aún me quedan muchas crónicas maratonianos por contar, eso os lo aseguro.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Chicago Marathon (2) - La organización

El maratón de Chicago forma parte de la élite de los maratones, es uno de esos seis majors considerados como los mejores del planeta; es evidente que esta organización cuida mucho los detalles organizativos y que cualquiera de sus integrantes tiene un nivel organizativo muy alto, pero eso no supone que no haya cosas que depurar y en Chicago, aunque no muchas, hay cosas mejorables.
Como es habitual, comienzo mi análisis por la página web de la carrera, bien estructurada, en varios idiomas, fácil de utilizar y con la información precisa para realizar la inscripción. Yo entré por tiempos, no por sorteo y estuve informado puntualmente del proceso, así como recibí en mi mail toda la información necesaria el mes previo a la prueba. Este aspecto, lo bordan.
Una vez en Chicago, ofrecen un buen servicio a los corredores, con autobuses rebajados del aeropuerto al centro de la ciudad y autobuses gratuitos para llegar a la feria del corredor, que está muy apartada de la ciudad; este servicio es bueno, con varias paradas en diversos puntos de la ciudad con una frecuencia aceptable, pero mejorable y además te llevan en los famosos School Bus.
La feria está muy bien, en un espacio grande y muy organizada. En la entrada te piden los datos y cuando llegas al mostrador de entrega de dorsales, un simpático voluntario te llama por tu nombre y te da el primer paquete, que no incluye la camiseta, pues se entrega en otro punto de la feria; luego te acercas a buscar la camiseta, también sin esperar y allí te entregan tu talla tras comprobar tu dorsal. Todo este proceso no lleva más de 5 minutos y luego puedes seguir disfrutando de la feria, o no.
En mi caso, me quedé por la feria, quizás la más divertida de las que he estado porque aparte de los stands típicos de ropa deportiva y alimentos energéticos, hay varias zonas donde te puedes hacer bonitas fotos o participar en algún concurso. En cuanto al merchandising, es caro, pero hay tallas suficientes, variedad y lo que es más importante, hay ropa de corredor y no sólo de "postureo".
Vamos ya al día de la carrera; la organización advierte que hay que pasar las bolsas por un arco de seguridad para acceder a la zona de salida y que los corredores deben llegar con tiempo suficiente. Pero ya sabemos que los corredores somos un poco indisciplinados y en Chicago también pasa, así que la mayoría llegamos un poco cortos de tiempo y aunque yo decido acceder sin bolsa porque mi hotel está al lado de la salida, la entrada al parque es lenta y un tanto desorganizada; repito que en gran parte la culpa es debida al retraso de los atletas, pero la organización debería prever estas cosas y ser un poco más eficaz, porque desde que se accede al parque hasta llegar a mi cajón, estuve atascado todo el rato, ya que sólo hay dos puertas de acceso y creo que sería necesaria alguna más. Lo bueno, es que la organización es flexible y deja acceder a todos a su cajón a pesar de haber rebasado la hora límite, incluso después de haberse interpretado el himno americano, una bonita tradición, por cierto.
Ya estamos en la línea de salida, suena el pistoletazo y a correr, sin atascos, sin agobios, por avenidas amplias y mucha animación. Es una buena salida, de las mejores que he visto por su amplitud, aunque el paso por alguna calle es molesta pues corres encima de rejillas metálicas, a veces mitigadas por moqueta. El recorrido es bueno, bien señalizado, tanto en millas, como en kilómetros, aunque en este caso, los carteles son más pequeños. Hay alfombras intermedias para contar el tiempo cada cinco kilómetros y en general se corre por grandes avenidas y sin hacer demasiados giros. La animación es espectacular durante todo el recorrido, salvo en una zona que se recorre tras pasar la media, en la que se sale un poco de la ciudad y eso influye notablemente, pero se recupera enseguida. Como defecto, yo apuntaría el mal estado de alguna calle, precisamente de esos tramos tras la media, pues había que ir esquivando baches del terreno; que eso pase en una ciudad vieja como Praga, es comprensible, pero Chicago debería cuidar esos detalles.
Y al final llego a meta, tocado, pero llego; allí el trato es fenomenal, sin llegar al nivel de Tokio, pero muy bueno. Acabas en el parque, en una avenida grande donde no te molesta nadie para seguir andando y recoger tu medalla, tu capa, algo de beber, algo de comer y seguir en plan "zombie" hasta la zona de encuentro con la familia, porque en Chicago saben que los finisher tenemos familia y amigos y facilitan tu encuentro, no como en Nueva York, donde te dejan literalmente tirado en la calle tras abandonar el recinto de llegada. Pues bien, tras caminar un rato, allí encontré a Marisa y mis amigos, nos hicimos las fotos correspondientes y nos fuimos al hotel, también sin atascos.
La organización del Chicago Marathon raya a gran altura, es uno de los mejores que he corrido, a pesar de esos pequeños defectos que he descrito. En realidad, después de correr los seis majors y otros muchos maratones de prestigio, no acabo de entender porqué unos siguen teniendo la fama, mientras otros cardan la lana.




lunes, 19 de octubre de 2015

Chicago Marathon (1) - El ambiente

Chicago es la sede del tercer major que se disputa en Estados Unidos y digo que el tercero, porque parece que todo el mundo tiene como gran objetivo correr en New York, mientras que Boston queda por encima de cualquier otro maratón popular, al ser el más antiguo del mundo. Estas razones y la ventaja de ser el major en el que es más fácil inscribirse, me llevaron a programarlo en la última posición para completar mi objetivo de completar los seis majors, algo que he logrado el pasado 11 de octubre. Os cuento esto, porque la "Ciudad del Viento" parece ser el hermano pequeño de la élite maratoniana mundial, pero tras disfrutar de un excelente fin de semana maratoniano, mi percepción ha cambiado notablemente.
Chicago no es una ciudad ni tan grande, ni tan turística como New York, a pesar de competir arquitectónicamente con la ciudad que nunca duerme; eso es una ventaja a la hora de palpar el ambiente que se respira los días previos a la prueba, pues las calles más céntricas de esta urbe se llenan de corredores, fácilmente reconocibles por sus bolsas, sus zapatillas de corredor o su aspecto "chupado". Además, los habitantes de Chicago están muy orgullosos de su carrera y participan masivamente en el evento, por lo que el parque Grant, donde comienza y acaba la prueba, es un hervidero constante de atletas haciendo sus últimos rodajes.
Llegué el viernes a mediodía a la capital de Illinois, así que decidí visitar la feria ese mismo día; como la feria está muy apartada, la organización fleta unos School Bus gratuitos, en los que se comienza a tener contacto con el resto de "runners". Ya en la feria, el ambiente es impresionante, llena de corredores y curiosos recorriendo los pasillos de un inmenso pabellón donde además de los típicos stands de material deportivo, hay muchas zonas de entretenimiento, lo que hace que sea una visita muy distraída.
Con el "subidón" de tener ya el dorsal y todo preparado para la carrera, llegó el sábado mañana, día en el que suelo salir a rodar tranquilamente; esta vez, lo hice por el mismo parque Grant, ubicado frente a mi hotel y os puedo decir que el ambiente era espectacular, lleno de corredores de todas las nacionalidades calentando en la misma zona donde al día siguiente tomaríamos la salida y posteriormente llegaríamos a una meta que ya estaba montada. El parque del Milenio, pegado al Grant, era también lugar de peregrinación de los "runners" para hacerse fotos en la famosa alubia que se ubica en ese espacio tan contemporáneo. Como pasó en Marrakech, estuve acompañado por Marisa y por la gran Pili Isidro, con la que he coincidido por tercera vez este año y que es, sin duda, mi maratoniana favorita. Después del rodaje, un paseo por la ciudad en la que restaurantes, tiendas y calles de la estaban sembradas de runners por la  tarde y a la hora de la cena; una cena temprana, pues este major empieza a las 7:30 de la mañana y a pesar de la intempestiva hora, vaya ambiente.
Toda la ciudad se había echado a la calle esa mañana y aunque los visitantes de otros países daban una exótica nota de color con sus banderas, los naturales de Illinois no les quedaban a la zaga, pues animaban sin parar con sus típicas frases, como "good job", "go runners" etc. Los primeros kilómetros fueron realmente emociones, plagados de público, pero en realidad el público está presente durante todo  el recorrido, aunque después del paso de la media hay unos kilómetros que se hacen fuera del centro y merma un poco la afluencia de público, que vuelve a ser masiva al final. Un público entregado, muy ruidoso, que incluso te impedía escuchar bien a los corredores que tenías al lado.
Había muchos españoles en las calles de Chicago y muy animosos, como siempre, pero una vez más, mi afición, mis amigos capitaneados de nuevo por Marisa, me volvieron a dar una lección de como se sigue y como se anima a un maratoniano; volvieron a ser los número uno, los mejores entre el público, los que más colorido y más ruido hacían; correr con ellos en la cuneta es una gran experiencia.
No podría decir en que posición se encuentra Chicago en función del ambiente, es difícil después de correr tantos maratones, entre ellos los majors, pero sin duda estaría en las primeras puestos de la clasificación. En Chicago se vive el maratón, se arropa al corredor y se respeta su esfuerzo y su sacrificio a base de ánimos, lo que permite que los últimos kilómetros y la llegada a meta sean realmente emocionantes
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miércoles, 7 de octubre de 2015

Bésala

Supongo que muchos de vosotros y en especial mi amiga la "tía Disney", recordaréis la canción que interpretaba el cangrejo Sebastián en "La Sirenita", instando al príncipe Erick a besar a Ariel para romper el hechizo; aquel beso no se hizo realidad, pero el título de la canción me viene como anillo al dedo para contaros uno de los "ritos" que siempre hago cuando cruzo la línea de meta de un maratón y me cuelgan la medalla de finisher: besarla.
Dejando al margen el tiempo conseguido, el hecho de terminar un maratón produce una enorme satisfacción, aunque no siempre se puede celebrar de la misma manera, pues puede que llegues casi entero o literalmente hecho picadillo. Hay muchas cosas que se pasan por la cabeza una vez que cruzas la línea de meta y te diriges a la zona donde los voluntarios esperan con las medallas; durante ese corto espacio de tiempo, piensas en que podías haber corrido más rápido, o que te has encontrado mejor de lo previsto y debías haber tirado más, o simplemente que te duelen mucho las piernas y que apenas puedes caminar, pero cuando el voluntario te cuelga la medalla con su mejor sonrisa y te da la enhorabuena en el idioma que corresponda, te das cuenta que acabas de terminar otro maratón y que para conseguirlo has tenido no sólo que esforzarte entrenando durante meses, sino que has sido capaz de vencer al cansancio y el dolor de tus piernas durante la prueba, hasta cruzar la línea de meta. Por eso beso la medalla, porque acabo de grabar otra muesca de mi, cada vez más extenso, historial maratoniano. Si todo va bien, en Chicago me colgarán mi vigésimo segunda medalla y sea cual sea el tiempo en meta, será una medalla especial porque habré competido y terminado todos los majors.
Queda muy poco para que mi fin de semana maratoniano empiece en Barajas embarcando en el avión que me llevará a Chicago, donde espero volver a disfrutar de un bonito ambiente atlético, de la visita a la feria, del paseo al lado de los preparativos en la zona de salida y de meta y por supuesto de la compañía de mis amigos y a la vez "supporters" que me volverán a animar en esta bonita aventura.
Habrá que ver como evoluciona el clima, pues parece que el famoso viento de Chicago nos acompañará durante la carrera, además de una temperatura elevada para mi gusto. Quizás no sean las mejores condiciones para intentar el asalto a mi mejor marca, pero hay que esperar y ver que pasa el día de la carrera; en cualquier caso, voy a llegar a Chicago en un buen estado de forma y espero poder realizar una buena carrera, cercana a las 3 horas y sin descartar nada.
Este domingo,a orillas del lago Michigan, me esperan de nuevo 42,195 metros que espero volver a disfrutar, porque cuanto más se ama a esta prueba, más disfrutas disputándola. Al final, me volverá a esperar una medalla que espero besar con pasión para celebrar que he vuelto a cruzar una línea de meta de un maratón.