Tenerife amaneció soleado y con una temperatura muy agradable para salir de paseo, pero no precisamente adecuada para salir a correr 42,195 kilómetros, sobre todo para mi; salí del hotel en pantalón corto y camiseta para dirigirme a la zona de salida mascullando lo que podía pasar en la carrera, nada bueno sin duda. Luego calenté ligeramente, empecé a sudar y me preparé para tomar la salida convenientemente sudado.
No iba bien, hacía calor, me había descolgado muy pronto de Pili y además me empezaban a pasar atletas, la cosa pintaba mal cuando cruzaba el kilómetro 9 y me abandonaba el centro de la ciudad para recorrer por primera vez la carretera que lleva a San Andrés, en la que como me había pronosticado un atleta local en la salida, el sol pegaba de lo lindo y eso me molestaba bastante, pero conseguía mantener un ritmo razonable, sin bajar de los 4´45´´´. Cuando me crucé con Pili en la recta, me di cuenta que no había perdido tanto, pero al girar para volver hacia la ciudad las cosas empezaron a ponerse feas, mi ritmo disminuía paulatinamente y el sol seguía sin dar tregua, elevando la temperatura a mucho más de los 20 grados que se calculaban a la sombra.
Crucé el túnel de la avenida Anaga y mejoré mi estado debido al descenso momentáneo de la temperatura, pero al salir me paré frente al auditorio, no podía más; un atleta canario me animó a seguir y me ofreció agua, pero le respondí que necesitaba un frigorífico para refrigerar un poco mi cuerpo. Decidí volver a correr y volver a sufrir, no me apetecía, me dolían las piernas y el calor no cesaba, claramente estaba deshidratado. Crucé sin pena ni gloria las ramblas y al llegar al parque decidí seguir, ya había decidido acabar la carrera costara lo que costara.
Un poco más adelante vi a mi afición, que ya me había animado previamente en dos ocasiones y me paré a hablar con Marisa, pero estaba más adelante sacando fotos, así que seguí tras contarles que iba fatal: Al salir otra vez hacia San Andrés volví a ver a Marisa y me paré a decirle que la cosa iba mal, pero yo no quería parar así que me dirigí otra vez a recorrer la "carretera de la muerte".
Mi ritmo ya se había ido alrededor de 5'10'' y a eso se unían las paradas que hacía en los avituallamientos para beber y refrescarme un poco; en algún momento noté mejoría en mi estado físico e intenté incrementar el ritmo, pero las piernas ya no me iban demasiado bien, aunque conseguí hacer los últimos 4 kilómetros a 5 min/km y así acabar en unas modestas 3h37'36''.
En definitiva, una mala carrera, muy condicionada por el clima y en la que he disfrutado muy poco que es siempre el objetivo final; la medalla de finisher es el único recuerdo positivo de una maratón que se me hizo muy dura, pero que logré acabar a base de coraje y sufrimiento. Ahora toca descansar y pensar en la siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario