Las estadísticas meteorológicas corroboran que en Seattle llueve casi todos los días del año, pero cuando me levanté a eso de las 4 de la mañana para desayunar, el cielo estaba despejado y se podía atisbar que el sol luciría durante la carrera que iba a comenzar dos horas y media después junto al magnífico museo MoPop; lo habéis leído bien, la salida del St Jude Rock&Roll Seattle Marathon se da a las 6:30 de la mañana y por eso tuve que desayunar a las 4 de la mañana, para luego echarme una cabezadita y salir hacia la salida caminando, pues mi hotel estaba ubicado a escasos 500 metros de la zona neurálgica de la prueba.
Aproximadamente 800 metros después de la salida, una rampa de un 10% de inclinación o superior, me deja bien claro que la carrera no iba a ser nada fácil y que mis temores tras pasear por las empinadas calles del centro el día anterior eran fundadas, en Seattle el concepto plano debe existir, pero con cuentagotas. La empinada cuesta no me asustó demasiado, yo seguía a lo mío, con tranquilidad, sin ponerme nervioso y disfrutando de la animación inicial de la carrera, un grupo de Elvis que chocaban la mano con manoplas gigantes; era una fase de la carrera con constantes subidas y bajadas por una zona residencial que desembocaba en la orilla del Lake Union. En esa fase, se sube la famosa cuesta que corona al King y a la Queen of the Hill, una cuesta de aproximadamente un 15% de desnivel y unos 200 metros de largo en la que se miden los tiempos de los atletas, que en su mayoría dejan de correr para caminar; yo, subí corriendo. El terreno era complicado pero pude mantener un ritmo de 7'30'' por milla hasta la milla 5,5 en la que una inesperada necesidad me hizo pasar por el baño y perder un minuto en la tarea.
La segunda parte de la carrera es mucho más dura que la primera, pero se inicia en un prolongado túnel que pica hacia abajo en el cual un voluntario con una amplificador pone música de los Doors a todo volumen; la música me hace venirme arriba, incremento el ritmo y empiezo a adelantar atletas aprovechando la benevolencia del terreno y a pesar del viento de cara que ya sopla con fuerza. A la salida del túnel se sigue por un viaducto que conduce al Waterfront, el terreno sigue picando hacia abajo, las vistas son preciosas y mis piernas están frescas, así que me pongo el cuchillo entre los dientes y sigo adelantando posiciones con facilidad.
Se sale otra vez del centro para dirigirse hacia el parque Woodland subiendo sin descanso hasta llegar al puente que en laza la ciudad con el parque, de aproximadamente una milla de longitud y con un desnivel considerable que acaba con las fuerzas de muchos atletas que ya se ponen a caminar, pero yo sigo a lo mío, adelantando a atletas y con fuerza suficiente para continuar a un buen ritmo. Se entra en el parque, faltan unas cuatro millas y si alguien no está suficientemente castigado por las subidas y bajadas del recorrido, la organización tiene la deferencia de incluir un demencial recorrido por un parque poco señalizado, con una sucesión de subidas y bajadas cortas y empinadas, giros acusados y además sobre tierra, afortunadamente sin embarrar; personalmente me parece una barbaridad meter la carrera por ese prescindible parque que no aporta nada y supone un esfuerzo extra para las piernas ya al final de la prueba.
La marca tiene mucho valor teniendo en cuenta el circuito y estoy convencido que si hubiera llegado a Seattle en un estado bajo de forma, hubiera sufrido mucho, pero como ya comenté por aquí, tenía buenas sensaciones que he corrobado durante la carrera consiguiendo además el segundo puesto en mi categoría, además del puesto 89 en la general. No obtuve premio específico por ese segundo puesto, en realidad, ni me preocupé de ello porque tras las fotos de rigor, me fui con mi familia al hotel para seguir disfrutando de mis vacaciones.
Con el de Seattle, he completado 32 maratones, pero me faltan dos más por correr este año que espero acabar con 34 maratones y listo para encarar muchos más en un futuro; está claro que el trabajo que me programa Depa cada semana está dando sus frutos, pues a mis 52 años me encuentro en un estado de forma excelente y con mucha hambre para seguir corriendo maratones hasta que ·el cuerpo aguante". Tras la amarga experiencia de Ritterdam, en Seattle he vuelto a disfrutar corriendo y eso es mucho más positivo que una buena marca o una buena clasificación general. Y ahora a seguir entrenando, el 30 de septiembre me espera Chisinau.
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