No esperaba gran cosa de la organización del maratón de Moscú y la verdad es que no me decepcionaron, porque es, con diferencia, la peor de los maratones que he disputado.
El dorsal tiene incorporado el chip, en la versión de cable y tiene dos troquelados para dejar la bolsa en el guardarropa y recogerla, aunque no usé ese servicio. La camiseta es técnica, bonita y el resto de la bolsa es publicidad y un folio con el recorrido fotocopiado; un recorrido que cambia respecto ala nunciado en la página web, pues hay que dar cuatro vueltas a un circuito de 10,5 Km, con el agravante que se va y se vuelve por la misma avenida. En resumen, un coñazo de circuito, aunque plano.
Vamos con el día de la carrera. Llegué a la zona de salida con una hora de antelación, pues la escasa participación no requiere más; no puedo opinar sobre el guardarropa, pero lo que me pareció un buen detalle fueron las carpas habilitadas para que los corredores se cambiasen al resguardo de la lluvia. El resto es muy similar a cualquier carrera popular en España, es decir, una salida poco organizada, sin cajones ni nada por el estilo y un circuito de ida y vuelta delimitado por unos pocos pivotes. No había globos y los controles de paso se hacían por medio de jueces, es decir, a mano, aunque debido al frío algunos decidieron terminar su trabajo con antelación y en las últimas vueltas desaparecieron. En cuanto a los avituallamientos, había suficientes y lo ofrecían en vaso; sólo daban agua y té caliente y creo haber visto alguna especie de bollos en algún momento, pero no me fijé.
La llegada está bien organizada; se toma el tiempo global, es decir, no se pica el tiempo en la salida de cada corredor, de manera que si sales atrás (como yo), debes fiarte de tu crono. Al llegar te ponen una manta para el frío y tu medalla y luego ofrecen agua, fruta e incluso crepes y comida caliente, que no llegué a probar.
En definitiva, un maratón de andar por casa en una ciudad que merece mucho una prueba mucho mejor. Ni siquiera el precio moderado de la inscripción (40$) evita sentir una pequeña decepción por disputar un maratón de tercera en una de las capitales más importantes del planeta.
La llegada está bien organizada; se toma el tiempo global, es decir, no se pica el tiempo en la salida de cada corredor, de manera que si sales atrás (como yo), debes fiarte de tu crono. Al llegar te ponen una manta para el frío y tu medalla y luego ofrecen agua, fruta e incluso crepes y comida caliente, que no llegué a probar.
En definitiva, un maratón de andar por casa en una ciudad que merece mucho una prueba mucho mejor. Ni siquiera el precio moderado de la inscripción (40$) evita sentir una pequeña decepción por disputar un maratón de tercera en una de las capitales más importantes del planeta.
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