jueves, 2 de diciembre de 2010

XXII Carrera de Santurce a Bilbao y el doping vasco


Aprovechando que el Nervión pasa por Bilbao y teniendo en cuenta que le debía una visita a mi buen amigo Chus, decidí inscribirme en esta curiosa carrera, cuyo recorrido difiere bastante de la letra de la famosa canción. Se trataba de pasar un fin de semana divertido con familia y amigos, así que me desplacé a la capital vasca el sábado por la mañana para llegar a comer junto con Chus, su familia y Vicente, otro buen amigo y seguidor de este blog, que viajó desde Valencia para pasar también el finde de semana.
Chus nos llevó a comer al Ripa, un restaurante donde hicimos una comida no demasiado frugal, regada con txakolí, tinto de Toro y culminado con un postre copioso. Pero aquí no acababa la cosa, pues tras dar un paseo por el Casco Viejo, donde cayeron unos zuritos, nos fuimos a la casa de Chus a tomar un picoteo sin importancia, al que se sumaron Belén y Javi, otros dos amigos que estaban por Bilbao. En definitiva y a pesar de la ración de pasta que me preparó Chus, acabé el sábado con el estómago a reventar de comida, mezclado con una cantidad moderada de alcohol.
No había que madrugar pues la carrera empezaba a las 11. El día estaba feo, el viento frío y una fina lluvia caía en Santurce cuando llegué al polideportivo. La cancha estaba llena de gente que se resguardaba del frío exterior. La recogida del chip fue rápida y pronto me preparé para calentar. La zona de la salida estaba cortado y se podía calentar sin problemas, pero además estaba disponible una pista de atletismo que utilizaban la mayoría de los atletas. Me sentía pesado por la comilona del día anterior, hacía frío y mis sensaciones no eran muy buenas, pero no me preocupaba.
Me coloqué pronto en la salida, pero aún así, tuve problemas para adelantar en el primer kilómetro. De Santurce se pasaba muy pronto a Portugalete, donde se iniciaba una subida tendida, pero muy larga, que se me hizo bastante pesada. El recorrido no era muy bonito, se pasaba por las afueras de los pueblos y ni una vista de la ría. Me preguntaba donde estaba la famosa orilla de la canción. Mantenía un buen ritmo, en torno a 4'15'', pero no iba cómodo. Dudaba si podría mantener el ritmo porque me sentía pesado, las piernas estaban frías y además la camiseta interior que me había puesto me incomodaba.
Fueron pasando los kilómetros, el paisaje empezó a mejorar y también las sensaciones. Al paso por el km 8 el tiempo seguía rondando los 4'15'', pero ahora las piernas iban mejor y decidí no desaprovechar la ocasión. Empecé a correr mejor, de manera que al paso por el km 10 mi tiempo era de 41'40'' lo cual me animó aún más. Por fin veía la ría, de hecho la dejaba a mi izquierda, mientras iba dejando a atletas atrás. 
Al llegar a Bilbao se empieza a pensar en la meta, pero quedan tramos duros, que se inician con la subida a la pasarela de Calatrava, corta, pero dura. Luego se pasa al lado del ayuntamiento, el Gughenheim y otra subidita para acercarse a meta.  Por entonces ya no controlaba tanto el tiempo, pero sabía que iba bien, seguía pasando atletas a pesar de la última subida, a 500 metros de la meta, donde volví a mantener mi ritmo para encarar los últimos 200 metros ya en la Gran Vía y con la pancarta de meta al fondo. 
Mi tiempo, 1h11''47'' superó mi previsión inicial y en mi opinión es una gran marca, pues hice una media de 4'08'' el kilómetro, lo que supone que en una media hubiera hecho alrededor de 1h 26'. Contento por mi gran carrera, recibí el mejor premio, las felicitaciones de mi familia y mis amigos después de una carrera que nunca olvidaré.
No sé si mi gran tiempo se debe a que me he puesto a entrenar más en serio o a que tuve mi día. Quizás las proteínas del pescado y el chuletón del sábado, unido a los aromas de tintos y blancos, se unieron para proporcionarme esa fuerza que desplegué. Quizás el secreto fuera ese "doping vasco".




1 comentario:

Unknown dijo...

creo que he aprendido a escribirte algun comentario feliz navidad