domingo, 10 de septiembre de 2023

Maratón de Adelaida (1) - El ambiente

 La elección de Adelaida para correr un maratón en Oceanía se fundamentó principalmente en su fecha de celebración, compatible con la disponibilidad de mi familia para viajar; Brisbane, Gold Coast, Melbourne y sobre todo Sydney son las pruebas más reconocidas por los atletas, pero tampoco podemos pasar por alto que la ciudad que cruza el río Torrens y que alberga el enorme Adelaide Oval, tiene una población de casi 1,5 millones de habitantes, que hacía suponer que su prueba tenía un considerable impacto en la ciudad.

Pero dicha suposición se empieza a esfumar en el momento en el que se aterriza en el modesto aeropuerto y de camino al hotel me doy cuenta que no hay ninguna referencia que indique que un día después (llegué el sábado) se iba a celebrar una prueba tan importante. Pero cuando ratifique el escaso impacto de la carrera en la vida de la ciudad, fue cuando me acerqué a recoger el dorsal en un pequeño espacio habilitado en la parte de atrás del estadio Adelaide Oval; allí, casi escondido, se encuentra el centro neurálgico de la prueba, como poca afluencia de atletas ya que la feria se reduce a dos o tres puestos y poco más. 

Había que ser positivo y pensar que la prueba en si tendría algo más de ambiente, pero tampoco, pues todo está pensado para que la carrera no impacte en la vida cotidiana de los ciudadanos adelaidanos, empezando por el horario de comienzo, las 6:30 de la mañana en pleno invierno con temperaturas alrededor de los 8 grados. Tampoco ayuda la ubicación de la salida, en un parque bastante apartado del centro donde no hay nada alrededor, tan solo una carretera. Es fácil imaginar que la presencia de público es escasa o casi nula en la salida, pero la animación tampoco mejora con el paso de los kilómetros, es más, parece que nadie sabe que se está disputando un maratón y el devenir de la prueba es tan soso como una tirada larga dando vueltas a la manzana.

Como la carrera discurre fundamentalmente por las afueras de la ciudad y por parques, no es fácil encontrar zonas de afluencia de público, tan solo algunos paseantes de parques y poco más; la llegada a meta tampoco mejora la estadística, casi nadie animando a los sufridos atletas que llega a la pequeña recta de meta. Y no se puede comentar nada más de un ambiente que es inexistente en este maratón.

Capítulo aparte merece mi afición, nunca falla y en Adelaida tampoco lo hicieron a pesar de ser una pequeña expedición formada por Marisa, Alonso y Angela, que me animaron en bastantes puntos de un recorrido bastante cómodo para los acompañantes; en realidad, creo que fueron los únicos animadores que vi en carrera y es una pena, porque los ánimos de los espectadores son la salsa de cualquier carrera que se precie.


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