Como ya os he contado en el anterior post, la organización del Maratón de Sevilla ha hecho un gran esfuerzo para colocar la prueba en un lugar destacado del panorama maratoniano nacional y europeo; pero el fichaje de tres glorias atléticas españolas para dar más relevancia a la carrera o la notable mejora de su promoción, no hubieran servido de nada si no se hubiera ofrecido una carrera de calidad a los siete mil runners que se batieron el cobre el pasado domingo en las calles de la capital hispalense.

Hasta ahí todo bien, pero cuando se calibra de verdad el éxito organizativo es durante el fin de semana de la prueba, comenzando con la feria del corredor, situada en el Estadio de la Cartuja, razón por la cual no gozaba de una afluencia demasiado elevada de público; es una feria modesta, con muy pocos stands y un merchandansing pobre y algo cutre. Sin embargo, la entrega del dorsal y la recogida de la bolsa es muy ágil. La bolsa del corredor no es una maravilla, pero es un denominador común en muchas maratones, incluso si hablamos de las grandes.
El estadio acoge también la salida el día de la carrera; los corredores pueden acceder al interior de las gradas, donde es posible cambiarse o ir al baño a cubierto. La recogida de las bolsas de los atletas también se realiza bajo las gradas y como suele pasar en otras pruebas, es más lenta de lo deseable, aunque al final todo el mundo dejó su bolsa sin problemas.

Ya en carrera, los avituallamientos son buenos, mayoritariamente a ambos lados de la calzada y con voluntarios repartiendo vasos de agua o isotónico. También hay puestos de esponjas y de alimento sólido a partir del kilómetro 30; en definitiva, un buen avituallamiento.
El recorrido es muy bonito, pues recorre lugares emblemáticos de la ciudad como la Torre del Oro, la Maestranza, la Plaza de España o la Catedral, pero además, discurre en su mayor parte por amplias avenidas que evitan problemas de congestión. Lo único que no me gustó, fueron los excesivos virajes que hay que dar para cruzar el Parque María Luisa y la Plaza de España, aunque he de reconocer que es muy espectacular pasar por allí.
El final es espectacular, recorriendo la pista del coqueto Estadio de la Cartuja, con la tribuna repleta de público animando a sus amigos y familiares; una vez finalizas y tras entregarte la medalla, te meten otra vez bajo las gradas, donde se puede recoger tranquilamente la bolsa, rehidratarse con agua, isotónico o una cervecita, comer algo y salir al encuentro de tus familiares con el buen sabor de boca que deja esta prueba.
En resumen, que si la organización sigue en esta línea, auguro un brillante futuro a una carrera que lo tiene todo: un recorrido plano y a nivel del mar, un clima casi perfecto y una organización sobresaliente.
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