viernes, 28 de noviembre de 2014

Bajarse al moro

Supongo que muchos de los que leéis este blog os acordáis de la película que rodó Fernando Colomo en el año 1988, en la que unos chavales "bajan" a Marruecos a comprar hachís para luego venderlo en España y sacarse unas "pelas". No soy un conocedor profundo del tema, pero creo que ese tipo de viajes, más o menos habituales en los 80, ya no se dan actualmente. En cualquier caso, la divertida comedia de Colomo, me viene como anillo al dedo para hablar de mi próximo maratón, donde me esperan varios objetivos pendientes.
El Maratón Internacional de Marrakech es una excelente excusa que utilizan muchos atletas españoles para "bajarse al moro"; obviamente, la motivación es bien distinta a la de la película, pues los que vamos a correr allí tan solo pretendemos disfrutar de esa bonita ciudad y ya de paso correr un maratón muy llano con unas condiciones climáticas bastante buenas para la época del año.
En mi caso, acudo a la "ciudad roja" para cumplir varios objetivos, pues si cruzo la línea de meta habré llegado a la cifra de veinte maratones completados, será el primer maratón que corra en África (con lo cual habré corrido maratones en cuatro continentes) y ya de paso, intentaré, una vez más, acabar por debajo de las tres horas, un objetivo que aún no he conseguido lograr.
No tengo demasiadas referencias de esta carrera, pero me han hablado bien de la organización y del trazado, muy rápido; si a eso unimos que es un viaje cómodo, una participación no masiva y que la temperatura será fresca y sin demasiada humedad, se puede decir que cumple unas condiciones aceptables para intentar conseguir una buena marca.
Tras correr tres maratones por el puro placer de correr, he decidido volver a intentar conseguir superar esa mítica barrera de las tres horas; aunque pueda parecer raro, tras los cuatro maratones de 2014, no estoy cansado y la preparación de Atenas me ha servido de base para comenzar un entrenamiento específico de 10 semanas en las que espero afinar mi estado de forma. Durante este tiempo, sólo voy a competir en la San Silvestre Internacional, pues quiero centrarme en el objetivo principal. Creo que es factible bajar de tres horas, lo pude hacer en 2013 en Sevilla, cuando conseguí mi mejor marca (3h01'35'') y lo pude hacer el pasado abril en Coruña, donde el fuerte viento fue fundamental para no poder bajar de 3h 04' 46'', mi segunda mejor marca. En Marrakech, espero que el estómago y la meteo me respete, no como me pasó en esas otras carreras.
Me queda mucho trabajo por hacer, pero sé que no voy a estar solo, pues cuento con la ayuda de un genio como Depa que sigue haciéndome mejor corredor día a día y con el apoyo de todos los que leéis mis andanzas en este blog. Y por supuesto, cuento con el ánimo de Marisa y mis incondicionales amigos/seguidores, que volverán a apoyarme como saben en las calles de la ciudad marroquí y eso, aunque suene raro, sigue siendo mi principal baza.

martes, 18 de noviembre de 2014

Maratón de Atenas (3) - La carrera

Las previsiones meteorológicas anunciaban llovizna el día de la carrera, e incluso Zeus lanzó alguno de sus truenos sobre la ciudad helena el sábado por la mañana, pero cuando me desperté a las 5:30 de la mañana del domingo, el cielo estaba despejado y las previsiones para la carrera eran de sol y temperatura agradable (unos 15º).
Me monté en el autobús de la organización a las 6:45 de la mañana, tras haber desayunado en el hotel con tranquilidad; el trayecto no me resultó muy pesado, pues eché una cabezada larga y cuando desperté, ya estaba llegando a Maratón, donde parece ser que están las llanuras de la famosa batalla, aunque yo sólo veía montes por todos los sitios. Me encontré con unos gaditanos con los que había coincidido en el avión, nos hicimos una foto y los animé un poco, pues era su segunda experiencia maratoniana.  Había mucha gente en la zona de salida y me costó alcanzar la pista de atletismo, donde, tras pasar por el baño, me cambié, me preparé y tras entregar la bolsa en el correspondiente camión, me puse a calentar.
Tenía tiempo suficiente para calentar, de manera que me relajé y me puse a dar vueltas por la pista animado por estar en un lugar tan emblemático y por el sirtaki que sonaba por megafonía, interrumpido a veces por un speaker  hiperactivo que ofrecía información y eslóganes sin parar.
Unos diez minutos antes de la salida se realiza un juramento (creo que un juramento maratoniano) y aunque el speaker lo recita en griego, me uno a la mayoría levantando el brazo derecho, supongo que para jurar algo que no entiendo, pero que respeto y me resulta emocionante. Por fin nos mandan a la salida, me sitúo en mi cajón, donde hay espacio suficiente para empezar sin agobios y mientras suena  música de Vangelis (1992, El Descubrimiento), me conjuro para hacer una buena carrera sin desgastarme. Con la cuenta atrás, la música cambia y la salida se anima al ritmo de "Misión Imposible", una buena manera de comenzar un maratón tan duro como este.
El perfil de la prueba que da la organización parece plano al principio, pero mi percepción es que la carretera pica hacia arriba desde el primer kilómetro, en el que se cruza la ciudad de Maratón, para luego desviarse y hacer un recorrido circular alrededor de un monumento a los caídos. En esos momentos llevo un ritmo pausado, sin forzar, entre los 4'30'' y los 4'35'', consciente de que queda mucho terreno empinado y es necesario guardar fuerzas.
Coincidí con varios españoles en estos primeros kilómetros, unos de Cáceres, otro de Asturias, otro canarión... y con todos ellos hablé un rato antes de dejarlos atrás; por entonces ya se respiraba una tensa calma, pues todos sabíamos que a partir del kilómetro 10 se desataba batalla.
Y vaya si se desató, porque el terreno que picaba ligeramente hacia arriba, se había convertido en una subida constante y cada uno tuvo que elegir el ritmo que más le convenía para aguantar el tirón. Yo bajé un poco el pistón, rodando a unos 4'40'', con la vana esperanza que el terreno me se aplanara con los kilómetros; me estaba engañando, sabía que la subida duraría hasta el kilómetro 30, pero hasta el kilómetro 17 el recorrido daba algunos respiros en forma de bajadas de corta duración.
Empezaba a estar cansado cuando pasé por la media en 1h 38'14'' y empecé a dar vueltas a la cabeza sobre lo que me quedaba, aún la mitad de un recorrido en el que ya habían finalizado los descansos y la carretera seguía subiendo por tramos, que cuando se acababan enlazaban con otra subida. Además hacía calor y humedad debido a las lluvias de los día previos y los fantasmas de Quebec surgieron en mi mente; pensé en pararme, en volver a rendirme, pero no podía hacerlo, no me iba a rendir por segunda vez consecutiva y afortunadamente pude sopesar la situación y darme cuenta que el calor no era tan fuerte como el de Quebec y además la cuesta se iba a acabar el km 31, por tanto, había que echarle valor, seguir y olvidarse del cansancio.
Como el recorrido es lineal y el metro sólo llega hasta el km 28, Marisa y mis amigos decidieron que sería ese punto en el que me iban a animar y así les daría tiempo suficiente para volver al estadio a verme entrar. Yo sabía que me esperaban en ese kilómetro, así que establecí el  28 como primer objetivo y el km 31  como el segundo; había que llegar a ver a mi afición y  la diosa Atenea me iba a echar una mano en forma de nubes que me permitieron olvidarme un poco del calor. Entonces decidí tomar mi segundo gel (el primero cayó en el km 20) y mientras lo hacía vi a un chavalín de unos 4 años al otro lado de la carretera con su brazo estirado para chocar palmas; no me lo pensé, me crucé de lado y le choqué los cinco al pequeño heleno, lo cual me supuso un aplauso y ánimos de la gente allí congregada. Esos aplausos me animaron tanto que avivé el ritmo y me fui directo a ver a mi afición, que como siempre, estaban en el lugar pactado con sus banderas y pancartas para darme ese empujón que vale mucho más que cien geles.
Por entonces yo volvía a estar animado, volvía a aplaudir al público y a animar a atletas a mi alrededor y además, sólo faltaban 3 kilómetros de subida; "está chupado Chuli" me repetía una y otra vez.
Llegó el 31 y comenzó una bajada tendida de casi 800 metros en la que empecé a disfrutar de la carrera, a pesar del dolor de mis cuadriceps, que tenían que adaptarse al nuevo perfil. Pero el dolor no importa cuando sabes que vas bien y yo me notaba fuerte, había soportado los durísimos primeros 30 kilómetros y me quedaba lo fácil, pues el terreno ya picaba hacia abajo o era plano.
Aceleré el ritmo, tomé mi último gel, adelanté al único español que me había dejado atrás (un chico de Navalmoral de la Mata) y me fui a tumba abierta hacia la meta, con fuerza, sin signos de agotamiento, pues había regulado bien y estaba entero, a pesar de los agobios pasados. El recorrido por Atenas es más divertido, porque hay más gente y se corre por avenidas amplias donde puedes disfrutar de la carrera. Pero lo realmente bueno llega al final, cuando se alcanza la plaza de Syntagma y se es consciente que el imponente Panathinaikó te espera, como esperó a Spiridon Louis y los maratonianos de la primera prueba olímpica de la distancia en 1896.
El público ya llenaba las aceras, jaleando a los atletas, que como yo, disfrutaban del momento. El último repechito estaba en el km 41, pero a partir de ahí se gira a la izquierda por una calle en bajada con árboles a los lados y abarrotada de público que son el preludio de la llegada a un estadio que ya se atisba en el horizonte. Apreté los dientes, aceleré, estaba hecho, iba a entrar en el Panathinaikó.
Me emocioné al entrar y enseguida giré la cabeza para intentar ver a Marisa en la abarrotada grada de meta; no estaba, pero la gente animaba sin parar, así que les hice gestos de alegría mientras notaba el suave tacto de la pista negra en mis zapatillas. Por fin vi a Jorge y a Rafa en la grada, con sus banderas y me permití la licencia de esprintar porque podía e iba entero. Crucé la línea de meta con una emoción increíble, mientras veía a Marisa que me esperaba justo pasada la meta. Acababa de terminar mi decimonoveno maratón, el cuarto de 2014, con una marca de 3h18'32'', pero sin duda lo importante es que había completado el Maratón Clásico de Atenas en el recinto más espectacular que he conocido y que seguro, será un recuerdo imborrable en mi vida atlética.
Después de cruzar la meta levanté los brazos y me dirigí a la grada a abrazar a Marisa; os podéis imaginar que en esos momentos yo era un hombre feliz y una vez más, me di cuenta porqué corro.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Maratón de Atenas (2) - La Organización

Tengo que reconocer que acudía a Atenas con ciertas reservas al respecto de la organización, pensando que por algún lado iba a fallar. Una vez finalizado el fin de semana maratoniano, no he encontrado sino fallos de muy poca importancia y aciertos a la altura de los grandes maratones internacionales.
Parece que los organizadores del Maratón Clásico de Atenas han decidido aprovechar la peculiaridad de las que hacen gala y eso es que es la única carrera que se disputa entre las poblaciones de Maratón y Atenas, un slogan que se repite una y otra vez en la salida de la prueba; es evidente que hay maratones más espectaculares, con más ediciones y con recorridos más atractivos, pero si quieres rememorar la gesta de Filípedes, no hay más remedio que acudir a Atenas.
Un stand de la organización recibe a los corredores en el aeropuerto para resolver cualquier duda; es una primera toma de contacto que te permite darte cuenta de la eficiencia organizativa, algo que ya se atisbaba cuando realicé la inscripción en una web que ha venido informando de todos los detalles de manera actualizada hasta el día de la prueba. 
La feria del corredor está situada en un pabellón nuevo al que se puede acceder con transporte público, aunque usé el taxi, que es bastante asequible en la ciudad helena; son dos niveles de feria, en la que se pueden encontrar muchos stands de productos para el atleta y en el que también se han colado algunos expositores que no vienen al caso; eché de menos la presencia de grandes maratones y de grandes firmas, aunque creo que el tiempo los llevará, pues no en vano, este año la cifra de participantes era de 30.000. Una cifra, que no influye en una recogida rápida del dorsal, atendidos por voluntarios que hablan inglés sin problema y que resuelven cualquier duda; además, te dan una tarjeta con la que puedes usar gratis el transporte público todo el fin de semana y te hacen descuento en las principales visitas turísticas; una gran idea, por cierto.
Pero el gran reto organizativo llegaba el día de la carrera, no por el recorrido en si, sino por el traslado de los participantes hasta la localidad de Maratón, donde se inicia la prueba; la carrera comenzaba a las 9, pero los primeros autobuses se podían tomar desde las 4:30 en cuatro puntos céntricos de la ciudad. Yo no madrugué demasiado y decidí subir en alguno alrededor de las 6 de la mañana (el último partía a las 6:45), de manera que cuando salí del hotel, justo al lado de la plaza Syntagma, el panorama era espectacular, pues miles de personas llenaban la calle en una larguísima cola a la espera de los autobuses; por un momento temí que se iba a desatar el caos, pero no fue así porque los autobuses llegaban a decenas y partían con rapidez en cuanto se llenaban, siempre observados por voluntarios que evitaban que pudiera colarse algún corredor sin asiento. En alrededor de una hora llegamos al centro deportivo de Maratón, donde todo estaba preparado para evitar problemas y aglomeraciones. Una pista de atletismo con gradas era el lugar ideal para cambiarse y calentar, tras un paso previo por los camiones donde podías dejar la ropa en una bolsa especial que nos habían dado con el dorsal. Los baños portátiles eran numerosos, sin apenas colas y además se podía acceder a un pabellón cubierto con más baños y con posibilidad de cambiarse bajo techo.
El speaker repetía machaconamente en varios idiomas que sólo se podía correr entre Maratón y Atenas en esta carrera, mientras iba indicando los tiempos límite para dejar la ropa o para dirigirse a la salida; una salida, en la los cajones eran controlados minuciosamente por los voluntarios y así se eliminaba cualquier posibilidad de picaresca. 
Tras el pistoletazo de salida, la carrera discurre por una carretera, un recorrido monótono pero bien asistido, con avituallamiento de agua e isotónicos cada cinco kilómetros y un intermedio de agua y esponjas entre ellos; el agua se da en botella y  los isotónicos en vaso. En cuanto al avituallamiento sólido, se ofrece fruta a partir del kilómetro 10 junto al avituallamiento completo y en el km 20 se ofrece un gel. La mayoría de los avituallamientos se despliegan a ambos lados del recorrido.
Los hitos kilométricos son fijos, señales de tráfico que siempre están ahí, aunque se complementan con otros más grandes que pone la organización. Una vez que se entra en Atenas, el recorrido sigue estando cerrado al tráfico por completo y discurre por avenidas muy amplias y con una animación considerable.
La llegada al estadio es espectacular, con mucha gente en las calles y un estadio perfectamente engalanado para recibir a los esforzados atletas. Tras cruzar la línea te hacen andar un rato por la pista, te dan la medalla y un poco más adelante agua, fruta y alimentos sólidos, junto con una manta térmica. Desde ahí, se recorren unos metros vallados hasta la salida, donde pude recibir el abrazo y las felicitaciones de mis acompañantes.
No me atrevería a dar una calificación a esta prueba, pero me ha dejado muy buen recuerdo, uno de los mejores de mis maratones (y ya llevo 19). Si alguno se anima a correr en Atenas, os aseguro que seréis tratados como se debe tratar a un maratoniano: con eficiencia y respeto.

Maratón de Atenas (1) - El ambiente

Todo buen deportista sabe que la prueba conocida como "maratón" tiene su origen en la distancia que el soldado Filípedes recorrió entre las llanuras de Maratón y Atenas para anunciar la victoria del ejército ateniense sobre el persa; hoy en día, se disputan maratones en casi todas las ciudades importantes alrededor del mundo, pero Atenas tiene el privilegio de poder organizar la carrera por el recorrido original, aquel que recorrió Filípedes hace más de 2.000 años. Correr en Atenas supone poder revivir esa primera "maratón" y por eso, cualquier maratoniano que se precie y pueda, debería correr en Atenas alguna vez.
Hasta que corrió mi amiga Pili el año pasado, no tenía buena opinión del Maratón de Atenas, pues me habían comentado que la organización era bastante mala, el recorrido muy duro y la animación escasa, pues a los atenienses les preocupaban más los problemas de su país que la mítica carrera. Sin embargo, cuando desembarqué del avión y vi los primeros carteles anunciadores de la carrera e incluso un stand informativo para los participantes, me di cuenta de que las cosas habían cambiado y que la carrera era el principal acontecimiento de la ciudad durante el fin de semana.
Acudí a la feria del corredor a última hora del viernes tarde, ubicada en el pabellón de Taekwondo utilizado en las Olimpiadas de 2004 y aún había mucha gente por allí recogiendo su dorsal o dando una vuelta por sus numerosos stands; había animación, aunque es evidente que en Atenas no acuden las grandes firmas, de momento. Pero no era necesario ir a la feria para ver a los 30.000 participantes (sumando a los participantes en los 5 y 10 km), pues el centro de la capital griega estaba repleto de deportistas, fácilmente reconocibles al estar ataviados de sus zapatillas de competición y en muchos casos, de cortavientos en los que se hallaban impresas sus procedencias: Alemania, Italia, Francia, Sudáfrica, China, USA... Además, la organización ofrecía descuentos en los monumentos más significativos, por lo que el sábado por la mañana era imposible hacer turismo sin ver corredores por la calle; la misma historia se repetía por la noche, en la que muchos restaurantes habían preparado menús especiales a base de pasta.
Ya el día de la carrera, los corredores se dejaron ver desde primeras horas, llenando los puntos de recogida de los autobuses que se dirigían a la salida de la carrera: Maratón. El centro deportivo de esta ciudad griega lucía sus mejores galas para acoger a los miles de participantes que desde muy temprano fueron preparándose y calentando alrededor de la pista del estadio de maratón. Luego, tras el pistoletazo, la carrera recorre la cartera que une la histórica ciudad con Atenas, de modo que el público sólo aparece en el cruce de núcleos urbanos y apenas se ve a gente en los kilómetros intermedios. A partir del kilómetro 28 se entra en la capital griega y es entonces cuando la animación aumenta, sobre todo en los últimos siete kilómetros, aunque la parte más emotiva son los últimos dos, en los que las calles están repletas de público vitoreando a los atletas, preludio de la espectacular entrada al impresionante estadio Panathinaikó, donde una de las gradas brilla repleta de público de todas las nacionalidades; sin duda, una de las mejores llegadas, sino la mejor, de mis diecinueve maratones.
Una vez analizado el fin de semana, me pregunté porqué llegué a pensar que el Maratón Clásico de Atenas no tenía ambiente; realmente estaba muy equivocado y la experiencia griega, ha sido muy productiva para mi espíritu maratoniano.



lunes, 3 de noviembre de 2014

Chulípides, a la conquista del Estadio Panathinaikó

En el año 490 a.c. el soldado griego Filípedes recorrió unos 40 km que separan la llanura de Maratón y Atenas para anunciar la victoria del ejército ateniense ante los persas; años más tarde, en 1896, la distancia recorrida por este soldado fue  utilizada como referencia para disputar el primer "maratón" de la historia, el de los Juegos Olímpicos de Grecia; aquella carrera fue ganada por el pastor griego Spiridion Louis. Sin embargo, la distancia que se recorre actualmente en un maratón, fue fijada en los Juegos Olímpicos de Londres de 1908, debido a un capricho del rey Jorge, que realizó una variación del recorrido para que su esposa pudiera ver a los esforzados atletas pasando enfrente del palacio de Windsor sin mojarse (ese día llovía); a partir de entonces, el maratón consta de 42,195 km.
Ha pasado mucho tiempo y se han disputado infinidad de maratones desde entonces hasta ahora y la  prueba se ha convertido en un auténtico fenómeno de masas. El maratón ya no es una competición reservada sólo para atletas profesionales, sino que cada año, millones de corredores aficionados recorren esa distancia mítica que inauguró, sin querer, Filípedes.
Yo soy uno de esos aficionados, como bien sabéis. Por si alguien no lo recuerda, llevo terminadas 18 maratones y si el próximo domingo todo va bien, cruzaré por décimonovena vez la pancarta de meta de un maratón, pero esta vez, la cruzaré en el imponente Estadio Panathinaikó, sede de los antiguos Juegos Olímpicos y de los primeros de la nueva era en 1896.
El Maratón Clásico de Atenas recorre aquel camino que tuvo que cubrir Filípides, aunque con ligeros retoques para adaptar la distancia y terminar en el histórico Estadio Panathinaikó. Supongo que cualquier maratoniano que se precie disfrutaría realizando este mítico recorrido, que tendré la oportunidad de disfrutar el próximo domingo.
El perfil del maratón ateniense es duro, plagado de repechos y con poca animación en la primera parte del recorrido, debido a que discurre por una carretera alejada de núcleos urbanos; no es, por tanto, una buena carrera para intentar conseguir un buen registro y no voy con intención de hacer una gran marca, pero tampoco voy a ir a pasearme y voy a tratar de hacer una carrera digna. Además, después de lo ocurrido en Quebec, tengo una espina clavada que quiero extraer cuanto antes.
Llego a esta cita en buena forma, pero sin estar a tope, pues mi preparación se centra en atacar mi marca el próximo enero en Marrakesh. Sin embargo, llego mucho mejor preparado que en Quebec, después de haber hecho series más largas y duras y muchos más kilómetros; no sé que marca podría hacer con un perfil plano, pero no me importa, sólo quiero acabar bien Atenas y seguir entrenando con intensidad.
Al margen de la marca y del perfil, Atenas es el maratón por excelencia, el recorrido que completó Filípedes y sobre todo, la llegada al histórico Panthinaikó, con su óvalo cerrado y sus gradas de mármol; creo que vale la pena correr un maratón para cruzar la línea de meta en ese estadio. Será el domingo y con el dorsal 1024 en el pecho.
Nota: el nombre "Chulípides" no es una invención mía, sino de mis amigos foreros.